Menos conocimiento del clima y de la meteorología. Menos seguridad para las personas y para actividades económicas –desde la pesca a la aeronavegación– en momentos en que los eventos extremos, algunos de aparición súbita, son algo cotidiano. Eso es lo que denuncian que causarán las distintas olas de despidos en el principal organismo climático de los Estados Unidos, la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), decididas por el gobierno de Donald Trump y ejecutadas por el titular de Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) Elon Musk.
Pero los despidos y lo que algunos califican directamente de “desmantelamiento” también tendrán impacto en otros países, como la Argentina, que se valen de la infraestructura y los datos que la NOAA genera para armar sus propios escenarios y modelados meteorológicos y climáticos. “En la NOAA se generan productos globales que usamos organismos de ciencia y tecnología en todo el mundo”, dijo a LA NACION Carla Gulizia, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y presidenta del Centro Argentino de Meteorólogos.
“Son datos que utilizan el Servicio Meteorológico Nacional y la academia porque recopilan una amplia gama de monitoreos continuos, a través de satélites, con información in situ, con globos meteorológicos y demás tecnologías”, detalló la también profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), quien agregó que las mediciones de vigilancia atmosférica de predicción de la NOAA alimentan a todos los modelos que se usan para predecir el tiempo en el corto plazo y también las tendencias climáticas de largo plazo.
Hasta ahora el gobierno que asumió el 20 de enero echó o forzó a renunciar a unos 1000 empleados de la agencia y otros tantos, se anunció, podrían correr la misma suerte en los próximos días, de un total de unos 12.000 de la NOAA; incluso expertos en operación de radares, pronosticadores y estudiosos de las tendencias del cambio climático, entre otros. La NOAA es una agencia que excede los dominios de un servicio meteorológico al incluir también la administración de océanos en un país bioceánico y con un negocio pesquero que genera alrededor de 200.000 millones de dólares cada año, así que esa industria también está en alarma.
Además, la NOAA se ocupa de la reparación de las costas y es apoyo del comercio marino. Su misma web sostiene que sus “productos y servicios respaldan la vitalidad económica y afectan a más de un tercio del producto interno bruto de Estados Unidos” y que trabaja “en estrecha colaboración con otras naciones para mejorar nuestra capacidad de predecir y responder a los cambios en el clima y otros desafíos ambientales que ponen en peligro los recursos naturales de la Tierra, la vida humana y la vitalidad económica”.
Por eso, el impacto y la movilización que los despidos generaron. La semana pasada, se convocó en el propio Congreso norteamericano a una sesión informativa con expertos bajo la idea de que “desmantelar la NOAA es un pilar central de la agenda extremista: un esfuerzo por politizar la ciencia, silenciar a los expertos y ceder la toma de decisiones a los multimillonarios de las grandes petroleras”. Y se agregó que “los científicos que trabajan para proteger a las familias de huracanes, incendios forestales y la subida del nivel del mar están siendo censurados, intimidados y depurados, lo que amenaza la seguridad y el bienestar de todos los estadounidenses”. En la sesión un expositor señaló cómo los militares norteamericanos se valen de datos de la NOAA en sus operaciones internacionales.
Más consecuencias en el sur
Dentro de los laboratorios en lista para ser recortados, apunta Gulizia, está el que comanda el observatorio de Mauna Loa, en Hawai, que mide desde hace más de medio siglo la concentración de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, en un lugar con poca influencia humana, en un sitio en altura. “Mauna Loa es fundamental para conocer las tendencias del dióxido de carbono y para monitorear el cambio climático, ver cómo se ve afectado año a año. Son mediciones continuas y temporales, que permiten ver las tendencias climáticas. Perderlas tendría un gran impacto y complicaría décadas de observación ya que es una referencia fundamental para los investigadores”, dijo.
Y agregó otras potenciales pérdidas: todas las aplicaciones climáticas en los teléfonos usan datos de la NOAA; el SMN hace informes especiales, por ejemplo después de incendios, inundaciones o de erupciones volcánicas, con un “antes y después” en base a datos de la NOAA (algo que además ya es precario por la propia situación de recortes en el SMN argentino). “Se podría decir que vamos a tener peores pronósticos. El efecto no es en lo inmediato, es más indirecto quizá, pero la reducción de personal, por las condiciones y el desincentivo respecto del rumbo institucional, hace que la gente se vaya. Los modelos reducirán su calidad por todo esto”, resumió. En un webinar organizado por CCNow, Climate Central, junto con la American Meteorological Society días atrás se mencionó que en el interior de la NOAA hay un caos tal que el flujo de trabajo está roto; nadie sabe quién está con trabajo, quién no y qué cadena de mando seguir.
Otro estudioso argentino del clima, que pidió reserva de su nombre, coincidió en que “las implicancias en la Argentina de los recortes serán indirectas” por la falta, por ejemplo, de innovación en modelados y pronósticos. “Igualmente –añadió– el contexto es político y es profundo; colegas de allá cuentan que hay una caza de brujas hacia quienes hablan de cambio climático”. La sospecha es que se busque segmentar y privatizar el organismo, y el peligro es que países como la Argentina pierdan acceso a datos de los satélites meteorológicos, algo que “sería una catástrofe, porque se usa el satélite para seguir tormentas que los radares detectan solo cuando está formada. Los satélites tienen cobertura completa y podés tenerlo disponible cada 15 minutos… Ese sería un escenario apocalíptico, donde solo tengan información meteorológica los que tengan plata”, apuntó.
Marisol Osman, científica del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera del Conicet, coincidió en que las pérdidas en las áreas de datos impactarán especialmente en la calidad del pronóstico. “Muchas de las herramientas, datos satelitales y modelos numéricos que utiliza el SMN provienen, en parte, de iniciativas manejadas por la NOAA o la NASA. Los recortes podrían limitar el acceso a información para el pronóstico y el monitoreo climático. Hoy, la información satelital es muy, muy, importante”, afirmó a LA NACION.
¿Se podría tapar de manera privada el hueco que deja la NOAA? Sigue el investigador que pidió anonimato: “En un país agropecuario como Estados Unidos hay empresas como Google que desarrollan con IA pronósticos muy buenos que pueden reemplazar, con machine learning y big data ciertos aspectos del pronóstico. Pero harían falta megacentros de cómputos, que necesitan una notable cantidad de energía. Con los métodos actuales no se puede establecer un sistema de IA suficientemente preciso”.
Gulizia concluye que no hay consciencia de que comprender las tendencias climáticas es más barato que encargarse de las consecuencias de los eventos extremos en vidas y bienes: “Apoyar ciencia de calidad y al personal que está detrás es mucho más barato que lo que sale después lamentar costos de vidas y bienes. En Estados Unidos, con sus huracanes, sus incendios forestales, destruir la NOAA tiene consecuencias económicas muchísimo más grandes de lo que es el ahorro. Creo que no tienen dimensión de lo que están rompiendo”.
Por último y yendo al panorama general, Ana María Vara, investigadora en estudios sociales de la ciencia en la Universidad Nacional de San Martín, recuerda que históricamente Estados Unidos produjo conocimiento sobre todo el mundo y compartió casi todo. “Lo hacen con sus intereses y valores y desde sus sesgos, pero lo hacen y lo comparten”, explica. No solo la NOOA, sino también otras agencias, de salud como los CDC, el Departamento de Agricultura o la propia NASA. Así que “los despidos generan impactos directos, pero también indirectos porque desfinanciar universidades, como la Universidad de Columbia, y generar un ambiente hostil al desarrollo científico puede significar perder una cadena de renovación, de toda una camada de científicos que se puede perder”, analizó.
Menos conocimiento del clima y de la meteorología. Menos seguridad para las personas y para actividades económicas –desde la pesca a la aeronavegación– en momentos en que los eventos extremos, algunos de aparición súbita, son algo cotidiano. Eso es lo que denuncian que causarán las distintas olas de despidos en el principal organismo climático de los Estados Unidos, la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), decididas por el gobierno de Donald Trump y ejecutadas por el titular de Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) Elon Musk.
Pero los despidos y lo que algunos califican directamente de “desmantelamiento” también tendrán impacto en otros países, como la Argentina, que se valen de la infraestructura y los datos que la NOAA genera para armar sus propios escenarios y modelados meteorológicos y climáticos. “En la NOAA se generan productos globales que usamos organismos de ciencia y tecnología en todo el mundo”, dijo a LA NACION Carla Gulizia, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y presidenta del Centro Argentino de Meteorólogos.
“Son datos que utilizan el Servicio Meteorológico Nacional y la academia porque recopilan una amplia gama de monitoreos continuos, a través de satélites, con información in situ, con globos meteorológicos y demás tecnologías”, detalló la también profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), quien agregó que las mediciones de vigilancia atmosférica de predicción de la NOAA alimentan a todos los modelos que se usan para predecir el tiempo en el corto plazo y también las tendencias climáticas de largo plazo.
Hasta ahora el gobierno que asumió el 20 de enero echó o forzó a renunciar a unos 1000 empleados de la agencia y otros tantos, se anunció, podrían correr la misma suerte en los próximos días, de un total de unos 12.000 de la NOAA; incluso expertos en operación de radares, pronosticadores y estudiosos de las tendencias del cambio climático, entre otros. La NOAA es una agencia que excede los dominios de un servicio meteorológico al incluir también la administración de océanos en un país bioceánico y con un negocio pesquero que genera alrededor de 200.000 millones de dólares cada año, así que esa industria también está en alarma.
Además, la NOAA se ocupa de la reparación de las costas y es apoyo del comercio marino. Su misma web sostiene que sus “productos y servicios respaldan la vitalidad económica y afectan a más de un tercio del producto interno bruto de Estados Unidos” y que trabaja “en estrecha colaboración con otras naciones para mejorar nuestra capacidad de predecir y responder a los cambios en el clima y otros desafíos ambientales que ponen en peligro los recursos naturales de la Tierra, la vida humana y la vitalidad económica”.
Por eso, el impacto y la movilización que los despidos generaron. La semana pasada, se convocó en el propio Congreso norteamericano a una sesión informativa con expertos bajo la idea de que “desmantelar la NOAA es un pilar central de la agenda extremista: un esfuerzo por politizar la ciencia, silenciar a los expertos y ceder la toma de decisiones a los multimillonarios de las grandes petroleras”. Y se agregó que “los científicos que trabajan para proteger a las familias de huracanes, incendios forestales y la subida del nivel del mar están siendo censurados, intimidados y depurados, lo que amenaza la seguridad y el bienestar de todos los estadounidenses”. En la sesión un expositor señaló cómo los militares norteamericanos se valen de datos de la NOAA en sus operaciones internacionales.
Más consecuencias en el sur
Dentro de los laboratorios en lista para ser recortados, apunta Gulizia, está el que comanda el observatorio de Mauna Loa, en Hawai, que mide desde hace más de medio siglo la concentración de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, en un lugar con poca influencia humana, en un sitio en altura. “Mauna Loa es fundamental para conocer las tendencias del dióxido de carbono y para monitorear el cambio climático, ver cómo se ve afectado año a año. Son mediciones continuas y temporales, que permiten ver las tendencias climáticas. Perderlas tendría un gran impacto y complicaría décadas de observación ya que es una referencia fundamental para los investigadores”, dijo.
Y agregó otras potenciales pérdidas: todas las aplicaciones climáticas en los teléfonos usan datos de la NOAA; el SMN hace informes especiales, por ejemplo después de incendios, inundaciones o de erupciones volcánicas, con un “antes y después” en base a datos de la NOAA (algo que además ya es precario por la propia situación de recortes en el SMN argentino). “Se podría decir que vamos a tener peores pronósticos. El efecto no es en lo inmediato, es más indirecto quizá, pero la reducción de personal, por las condiciones y el desincentivo respecto del rumbo institucional, hace que la gente se vaya. Los modelos reducirán su calidad por todo esto”, resumió. En un webinar organizado por CCNow, Climate Central, junto con la American Meteorological Society días atrás se mencionó que en el interior de la NOAA hay un caos tal que el flujo de trabajo está roto; nadie sabe quién está con trabajo, quién no y qué cadena de mando seguir.
Otro estudioso argentino del clima, que pidió reserva de su nombre, coincidió en que “las implicancias en la Argentina de los recortes serán indirectas” por la falta, por ejemplo, de innovación en modelados y pronósticos. “Igualmente –añadió– el contexto es político y es profundo; colegas de allá cuentan que hay una caza de brujas hacia quienes hablan de cambio climático”. La sospecha es que se busque segmentar y privatizar el organismo, y el peligro es que países como la Argentina pierdan acceso a datos de los satélites meteorológicos, algo que “sería una catástrofe, porque se usa el satélite para seguir tormentas que los radares detectan solo cuando está formada. Los satélites tienen cobertura completa y podés tenerlo disponible cada 15 minutos… Ese sería un escenario apocalíptico, donde solo tengan información meteorológica los que tengan plata”, apuntó.
Marisol Osman, científica del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera del Conicet, coincidió en que las pérdidas en las áreas de datos impactarán especialmente en la calidad del pronóstico. “Muchas de las herramientas, datos satelitales y modelos numéricos que utiliza el SMN provienen, en parte, de iniciativas manejadas por la NOAA o la NASA. Los recortes podrían limitar el acceso a información para el pronóstico y el monitoreo climático. Hoy, la información satelital es muy, muy, importante”, afirmó a LA NACION.
¿Se podría tapar de manera privada el hueco que deja la NOAA? Sigue el investigador que pidió anonimato: “En un país agropecuario como Estados Unidos hay empresas como Google que desarrollan con IA pronósticos muy buenos que pueden reemplazar, con machine learning y big data ciertos aspectos del pronóstico. Pero harían falta megacentros de cómputos, que necesitan una notable cantidad de energía. Con los métodos actuales no se puede establecer un sistema de IA suficientemente preciso”.
Gulizia concluye que no hay consciencia de que comprender las tendencias climáticas es más barato que encargarse de las consecuencias de los eventos extremos en vidas y bienes: “Apoyar ciencia de calidad y al personal que está detrás es mucho más barato que lo que sale después lamentar costos de vidas y bienes. En Estados Unidos, con sus huracanes, sus incendios forestales, destruir la NOAA tiene consecuencias económicas muchísimo más grandes de lo que es el ahorro. Creo que no tienen dimensión de lo que están rompiendo”.
Por último y yendo al panorama general, Ana María Vara, investigadora en estudios sociales de la ciencia en la Universidad Nacional de San Martín, recuerda que históricamente Estados Unidos produjo conocimiento sobre todo el mundo y compartió casi todo. “Lo hacen con sus intereses y valores y desde sus sesgos, pero lo hacen y lo comparten”, explica. No solo la NOOA, sino también otras agencias, de salud como los CDC, el Departamento de Agricultura o la propia NASA. Así que “los despidos generan impactos directos, pero también indirectos porque desfinanciar universidades, como la Universidad de Columbia, y generar un ambiente hostil al desarrollo científico puede significar perder una cadena de renovación, de toda una camada de científicos que se puede perder”, analizó.