“Aprendí mirando videos”. Después de trabajar con Ricardo Darín y Cris Morena, cambió de rumbo y hoy es un éxito

“Yo no soñé nada de todo esto, creo que simplemente las cosas se fueron dando y me enamoré de cada uno de mis proyectos. La actuación, la moda y la gastronomía son distintos medios que encontré para poder expresarme”, dice con una sonrisa la cocinera Victoria Achaval (47) al repasar los distintos caminos que transitó hasta convertirse hoy en una reconocida chef experta en asados. Si bien brilla en el ciclo de cocina Fuegas, en Canal 13, y en la conducción del restaurante Manso, en Nordelta, Vicky recuerda orgullosa sus primeros logros lejos de la gastronomía. Se lució como actriz en Floricienta y protagonizó una famosa publicidad de autos junto a Ricardo Darín, y también se animó al diseño de moda cuando creó en 2007 su propia marca de ropa, 917, junto a su socia y gran amiga Francesca Macri. “Fue una etapa que me hizo muy feliz. Descubrí que podía ser mucho más de lo que había imaginado”, cuenta Vicky, quien hoy vive en un barrio privado de Tigre junto al economista Esteban Olivera (52) y sus hijos Nicanor (17), Salvador (15) y Félix (9).

–¿Quién te enseñó a hacer asado?

–Aprendí a asar mirando videos. Si bien era mi marido el encargado de prender la parrilla cuando nos casamos, tuvimos que cambiar de roles desde que nuestros hijos comenzaron a practicar deporte los fines de semana. Esteban [Olivera] iba con ellos mientras que yo averiguaba cómo hacer el asado. [Se ríe]. Recuerdo que me dije: “No puede ser tan difícil”. Y así empecé.

–¿Qué es lo que te atrae de cocinar la carne a la parrilla?

–Me gusta hacer asados porque disfruto mucho de estar sola. Es más, cuando me preguntan por qué cocino al gancho [una técnica que exige una cocción de tres horas] es por esto mismo, porque es un gran momento para estar en soledad. No soy deportista, no juego al tenis, entonces el asado es mi lugar, mi deporte. [Se ríe]. Prendo el fuego, me tomo un mate, pongo la carne, después paso al gin tonic y comparto ese gran momento con mis amigos y mi familia.

–El asado genera una suerte de comunión entre los comensales…

–Exacto. La provoleta se come en una tabla compartida; la mesa no es perfecta porque hay migas, manchas de vino y todo es un caos, pero lindo. El asado siempre me resulta maravilloso.

–¿Qué descubriste de vos en este proceso?

–Perdí el miedo a equivocarme y empecé a jugar más con lo que hay en la heladera. Conocí mis sabores que después configuraron el carácter de mi cocina.

–En tus redes hablás mucho de derribar mitos, ¿fue difícil hacerte un lugar como cocinera de asados en un universo protagonizado mayoritariamente por hombres?

–Llevó su tiempo, pero no me fue tan difícil. Claro que al principio pasé por los típicos chistes y prejuicios. Llegaba a un evento cargando una bolsa de leña con mi metro sesenta y tacos y lo primero que me preguntaban era si iba a cocinar verduritas a la parrilla. Hacer asado también fue animarse a hacer el ridículo. Si bien al principio muchos se reían y decían “¿a ver qué hacés, rubia?”, les demostré que podía. Siempre sostuve que el asado que hago es el que a mí me gusta, tal vez no es el que todo el mundo espera, pero es el que hago a mi manera. Y en ese sentido, no sale bien o mal, simplemente es el que hago yo.

–¿Volverías a la actuación?

–No creo, fue más bien una etapa. Empecé a estudiar cuando me fui a vivir a Nueva York con mi marido. Tenía 22 años y para perfeccionar el idioma y conocer gente me anoté en la escuela de Uta Hagen y la pasé bomba. En Buenos Aires seguí estudiando con Augusto Fernández y en el medio empecé a hacer muchas publicidades.

–Muchos todavía recuerdan la publicidad de Toyota que protagonizaste con Ricardo Darín donde vos manejás el auto…

-¡Sí! [Se ríe]. Estuvo genial y él se mostró muy atento con todo. Me acuerdo que Darín tenía como 40 y yo, 23… Como se notaba que yo era muy chica a su lado, me tuvieron que hacer unos rulos impresionantes para que pareciera más grande. Fue una gran experiencia y seguí trabajando como actriz un tiempo más hasta que quedé embarazada. Había algo de la carrera que ya no me hacía sentir cómoda ni acompañaba el estilo de vida familiar que quería tener.

–¿Cómo viviste la experiencia de crear tu propia marca de ropa, 917?

–De esa época tengo los mejores recuerdos, todo lo que armamos con Francesca Macri me hizo muy feliz. El proyecto, la marca –que nació en Nueva York y por eso lleva como nombre el código de los celulares de la ciudad– fue una gran apuesta que me hizo probarme y descubrir que yo podía. Cuando la gente resalta todas estas etapas en las que pateé el tablero y empecé de cero, yo les respondo que no es tan así. Para mí no fue empezar de cero porque todo lo que fui haciendo son expresiones artísticas mías. Si el día de mañana dejo la gastronomía y me pongo a pintar, para mí va a ser parte de lo mismo.

–¿Te costó cambiar el rumbo?

–Sí, claro, pero no perdés nada. “Qué hubiera pasado si” es algo que no me pregunto, es un tiempo verbal que no manejo. Si algo me gusta mucho, voy a estudiarlo a fondo. Puse el foco en la cocina, me metí en el asado y descubrí un mundo fascinante, lleno de desafíos. No tengo ni la menor idea de adónde me lleva cada camino, pero quiero aprender y disfrutarlo. Me gusta salir de mi zona de confort, siempre me hace crecer.

Pelo y maquillaje: Joaquina Espínola

Agradecimientos: Naum y Hicken

“Yo no soñé nada de todo esto, creo que simplemente las cosas se fueron dando y me enamoré de cada uno de mis proyectos. La actuación, la moda y la gastronomía son distintos medios que encontré para poder expresarme”, dice con una sonrisa la cocinera Victoria Achaval (47) al repasar los distintos caminos que transitó hasta convertirse hoy en una reconocida chef experta en asados. Si bien brilla en el ciclo de cocina Fuegas, en Canal 13, y en la conducción del restaurante Manso, en Nordelta, Vicky recuerda orgullosa sus primeros logros lejos de la gastronomía. Se lució como actriz en Floricienta y protagonizó una famosa publicidad de autos junto a Ricardo Darín, y también se animó al diseño de moda cuando creó en 2007 su propia marca de ropa, 917, junto a su socia y gran amiga Francesca Macri. “Fue una etapa que me hizo muy feliz. Descubrí que podía ser mucho más de lo que había imaginado”, cuenta Vicky, quien hoy vive en un barrio privado de Tigre junto al economista Esteban Olivera (52) y sus hijos Nicanor (17), Salvador (15) y Félix (9).

–¿Quién te enseñó a hacer asado?

–Aprendí a asar mirando videos. Si bien era mi marido el encargado de prender la parrilla cuando nos casamos, tuvimos que cambiar de roles desde que nuestros hijos comenzaron a practicar deporte los fines de semana. Esteban [Olivera] iba con ellos mientras que yo averiguaba cómo hacer el asado. [Se ríe]. Recuerdo que me dije: “No puede ser tan difícil”. Y así empecé.

–¿Qué es lo que te atrae de cocinar la carne a la parrilla?

–Me gusta hacer asados porque disfruto mucho de estar sola. Es más, cuando me preguntan por qué cocino al gancho [una técnica que exige una cocción de tres horas] es por esto mismo, porque es un gran momento para estar en soledad. No soy deportista, no juego al tenis, entonces el asado es mi lugar, mi deporte. [Se ríe]. Prendo el fuego, me tomo un mate, pongo la carne, después paso al gin tonic y comparto ese gran momento con mis amigos y mi familia.

–El asado genera una suerte de comunión entre los comensales…

–Exacto. La provoleta se come en una tabla compartida; la mesa no es perfecta porque hay migas, manchas de vino y todo es un caos, pero lindo. El asado siempre me resulta maravilloso.

–¿Qué descubriste de vos en este proceso?

–Perdí el miedo a equivocarme y empecé a jugar más con lo que hay en la heladera. Conocí mis sabores que después configuraron el carácter de mi cocina.

–En tus redes hablás mucho de derribar mitos, ¿fue difícil hacerte un lugar como cocinera de asados en un universo protagonizado mayoritariamente por hombres?

–Llevó su tiempo, pero no me fue tan difícil. Claro que al principio pasé por los típicos chistes y prejuicios. Llegaba a un evento cargando una bolsa de leña con mi metro sesenta y tacos y lo primero que me preguntaban era si iba a cocinar verduritas a la parrilla. Hacer asado también fue animarse a hacer el ridículo. Si bien al principio muchos se reían y decían “¿a ver qué hacés, rubia?”, les demostré que podía. Siempre sostuve que el asado que hago es el que a mí me gusta, tal vez no es el que todo el mundo espera, pero es el que hago a mi manera. Y en ese sentido, no sale bien o mal, simplemente es el que hago yo.

–¿Volverías a la actuación?

–No creo, fue más bien una etapa. Empecé a estudiar cuando me fui a vivir a Nueva York con mi marido. Tenía 22 años y para perfeccionar el idioma y conocer gente me anoté en la escuela de Uta Hagen y la pasé bomba. En Buenos Aires seguí estudiando con Augusto Fernández y en el medio empecé a hacer muchas publicidades.

–Muchos todavía recuerdan la publicidad de Toyota que protagonizaste con Ricardo Darín donde vos manejás el auto…

-¡Sí! [Se ríe]. Estuvo genial y él se mostró muy atento con todo. Me acuerdo que Darín tenía como 40 y yo, 23… Como se notaba que yo era muy chica a su lado, me tuvieron que hacer unos rulos impresionantes para que pareciera más grande. Fue una gran experiencia y seguí trabajando como actriz un tiempo más hasta que quedé embarazada. Había algo de la carrera que ya no me hacía sentir cómoda ni acompañaba el estilo de vida familiar que quería tener.

–¿Cómo viviste la experiencia de crear tu propia marca de ropa, 917?

–De esa época tengo los mejores recuerdos, todo lo que armamos con Francesca Macri me hizo muy feliz. El proyecto, la marca –que nació en Nueva York y por eso lleva como nombre el código de los celulares de la ciudad– fue una gran apuesta que me hizo probarme y descubrir que yo podía. Cuando la gente resalta todas estas etapas en las que pateé el tablero y empecé de cero, yo les respondo que no es tan así. Para mí no fue empezar de cero porque todo lo que fui haciendo son expresiones artísticas mías. Si el día de mañana dejo la gastronomía y me pongo a pintar, para mí va a ser parte de lo mismo.

–¿Te costó cambiar el rumbo?

–Sí, claro, pero no perdés nada. “Qué hubiera pasado si” es algo que no me pregunto, es un tiempo verbal que no manejo. Si algo me gusta mucho, voy a estudiarlo a fondo. Puse el foco en la cocina, me metí en el asado y descubrí un mundo fascinante, lleno de desafíos. No tengo ni la menor idea de adónde me lleva cada camino, pero quiero aprender y disfrutarlo. Me gusta salir de mi zona de confort, siempre me hace crecer.

Pelo y maquillaje: Joaquina Espínola

Agradecimientos: Naum y Hicken

 

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