En los últimos años, el sector agropecuario argentino ha enfrentado retos significativos, con fluctuaciones de precios y políticas que afectaron la rentabilidad de los productores. Este 2024 se espera una cosecha de trigo con más de 19 millones de toneladas, la cifra más alta de los últimos tres años. Sin embargo, la ruta hacia esta cosecha exitosa ha estado marcada por incertidumbre y una constante lucha por lograr condiciones más justas en el mercado.
En marzo/abril, los productores de trigo se encontraron con una realidad desalentadora: precios bajos, insumos caros y un gobierno que no parecía dispuesto a reducir los derechos de exportación (DEX), lo que hacía que la siembra no fuera rentable. De hecho, cuando se planificaba sembrar más de 6,5 millones de hectáreas, muchos productores temían que el negocio del trigo se volviera insostenible.
Fue entonces cuando factores externos, la inundación en Brasil y la sequía en Rusia y Ucrania —principales competidores de Argentina en la exportación de trigo—, alteraron el panorama. La escasez de oferta mundial impulsó el precio del trigo un 20%, cambiando radicalmente la ecuación económica y llevando a los productores a apostar por una cosecha que hoy se perfila como muy buena.
No obstante, a seis meses de ese pico de precios en junio, los valores han caído un 15-20%, lo que ha afectado la rentabilidad de los productores. Aquellos que lograron asegurar precios más altos a través de ventas forward (anticipadas), unas 3,5 millones de toneladas, alrededor del 25% del volumen estimado para exportación, al momento de entregar la producción, se encuentran con un problema persistente que afecta al sector desde hace más de un año: el famoso “dólar blend” o “dólar exportador”.
Esta medida permite que el sector exportador liquide sus divisas a una combinación de 80% dólar oficial y 20% CCL (contado con liquidación). Sin embargo, para los productores que firmaron contratos forward, la liquidación de sus operaciones no se realiza con este tipo de cambio, sino con el dólar del Banco Nación, lo que genera una diferencia a favor del exportador de más del 3%.
En noviembre del año pasado, esta diferencia fue aún más escandalosa, alcanzando una brecha superior al 50%, lo que significó una transferencia significativa de recursos del productor hacia los exportadores: esta distorsión es un ejemplo claro de cómo el productor se ve perjudicado por la falta de transparencia y la falta de cumplimiento de las reglas acordadas históricamente.
Desde la implementación de esta medida, los productores, y desde Carbap venimos reclamando una corrección de esta distorsión. Una vez más, el sector agropecuario, y especialmente los productores se ven perjudicados por la falta de transparencia en el mercado de granos.
Las “reglas y usos”, acordadas históricamente en toda la cadena, establecen que los productores deben recibir el mismo tipo de cambio que los exportadores para sus contratos forward. Sin embargo, esta regla no se está cumpliendo, lo que genera desconfianza y desequilibrio en la cadena de valor.
Lo más llamativo de esta situación es que no solo los exportadores parecen estar coordinados para mantener este desequilibrio, sino que también se ha visto una falta de competencia genuina en el sector. En lugar de luchar por captar mayores volúmenes de negocios, muchos actores de la cadena agroexportadora han optado por alinearse para sostener las condiciones desfavorables para los productores. Estas conductas han sido denunciadas por Carbap ante la Comisión de Defensa de la Competencia.
Es claro que la cadena agroexportadora necesita de un equilibrio en sus relaciones comerciales. Los productores y exportadores dependen mutuamente, por lo que la relación debe ser justa y competitiva para que ambos actores puedan prosperar. Es imprescindible restaurar la confianza y la transparencia en las relaciones comerciales, lo que solo se logrará a través de la clarificación de las reglas del mercado y el cumplimiento de los acuerdos históricos.
El agro argentino, y en particular el sector de los granos, enfrenta enormes desafíos en un contexto global cambiante. Si bien la cosecha de trigo de 2024 promete ser una de las más grandes de la historia, las distorsiones en el mercado, sumadas a los altos DEX, minan la competitividad y la rentabilidad del sector. Para revertir esta situación y asegurar un futuro próspero para el agro argentino, es imprescindible actuar con urgencia y restaurar las condiciones de confianza y equidad en la cadena de valor.
La transparencia y la equidad son fundamentales para que el sector agroexportador pueda seguir siendo un pilar clave de la economía nacional. Solo mediante políticas claras, el respeto a los acuerdos históricos y la corrección de las distorsiones actuales, se podrá garantizar un mercado más justo y competitivo que beneficie a todos los actores de la cadena, desde los productores hasta los exportadores, y, en última instancia, a toda la economía del país.
El autor es secretario de Carbap
En los últimos años, el sector agropecuario argentino ha enfrentado retos significativos, con fluctuaciones de precios y políticas que afectaron la rentabilidad de los productores. Este 2024 se espera una cosecha de trigo con más de 19 millones de toneladas, la cifra más alta de los últimos tres años. Sin embargo, la ruta hacia esta cosecha exitosa ha estado marcada por incertidumbre y una constante lucha por lograr condiciones más justas en el mercado.
En marzo/abril, los productores de trigo se encontraron con una realidad desalentadora: precios bajos, insumos caros y un gobierno que no parecía dispuesto a reducir los derechos de exportación (DEX), lo que hacía que la siembra no fuera rentable. De hecho, cuando se planificaba sembrar más de 6,5 millones de hectáreas, muchos productores temían que el negocio del trigo se volviera insostenible.
Fue entonces cuando factores externos, la inundación en Brasil y la sequía en Rusia y Ucrania —principales competidores de Argentina en la exportación de trigo—, alteraron el panorama. La escasez de oferta mundial impulsó el precio del trigo un 20%, cambiando radicalmente la ecuación económica y llevando a los productores a apostar por una cosecha que hoy se perfila como muy buena.
No obstante, a seis meses de ese pico de precios en junio, los valores han caído un 15-20%, lo que ha afectado la rentabilidad de los productores. Aquellos que lograron asegurar precios más altos a través de ventas forward (anticipadas), unas 3,5 millones de toneladas, alrededor del 25% del volumen estimado para exportación, al momento de entregar la producción, se encuentran con un problema persistente que afecta al sector desde hace más de un año: el famoso “dólar blend” o “dólar exportador”.
Esta medida permite que el sector exportador liquide sus divisas a una combinación de 80% dólar oficial y 20% CCL (contado con liquidación). Sin embargo, para los productores que firmaron contratos forward, la liquidación de sus operaciones no se realiza con este tipo de cambio, sino con el dólar del Banco Nación, lo que genera una diferencia a favor del exportador de más del 3%.
En noviembre del año pasado, esta diferencia fue aún más escandalosa, alcanzando una brecha superior al 50%, lo que significó una transferencia significativa de recursos del productor hacia los exportadores: esta distorsión es un ejemplo claro de cómo el productor se ve perjudicado por la falta de transparencia y la falta de cumplimiento de las reglas acordadas históricamente.
Desde la implementación de esta medida, los productores, y desde Carbap venimos reclamando una corrección de esta distorsión. Una vez más, el sector agropecuario, y especialmente los productores se ven perjudicados por la falta de transparencia en el mercado de granos.
Las “reglas y usos”, acordadas históricamente en toda la cadena, establecen que los productores deben recibir el mismo tipo de cambio que los exportadores para sus contratos forward. Sin embargo, esta regla no se está cumpliendo, lo que genera desconfianza y desequilibrio en la cadena de valor.
Lo más llamativo de esta situación es que no solo los exportadores parecen estar coordinados para mantener este desequilibrio, sino que también se ha visto una falta de competencia genuina en el sector. En lugar de luchar por captar mayores volúmenes de negocios, muchos actores de la cadena agroexportadora han optado por alinearse para sostener las condiciones desfavorables para los productores. Estas conductas han sido denunciadas por Carbap ante la Comisión de Defensa de la Competencia.
Es claro que la cadena agroexportadora necesita de un equilibrio en sus relaciones comerciales. Los productores y exportadores dependen mutuamente, por lo que la relación debe ser justa y competitiva para que ambos actores puedan prosperar. Es imprescindible restaurar la confianza y la transparencia en las relaciones comerciales, lo que solo se logrará a través de la clarificación de las reglas del mercado y el cumplimiento de los acuerdos históricos.
El agro argentino, y en particular el sector de los granos, enfrenta enormes desafíos en un contexto global cambiante. Si bien la cosecha de trigo de 2024 promete ser una de las más grandes de la historia, las distorsiones en el mercado, sumadas a los altos DEX, minan la competitividad y la rentabilidad del sector. Para revertir esta situación y asegurar un futuro próspero para el agro argentino, es imprescindible actuar con urgencia y restaurar las condiciones de confianza y equidad en la cadena de valor.
La transparencia y la equidad son fundamentales para que el sector agroexportador pueda seguir siendo un pilar clave de la economía nacional. Solo mediante políticas claras, el respeto a los acuerdos históricos y la corrección de las distorsiones actuales, se podrá garantizar un mercado más justo y competitivo que beneficie a todos los actores de la cadena, desde los productores hasta los exportadores, y, en última instancia, a toda la economía del país.
El autor es secretario de Carbap