Nueva York concentra la mayor comunidad ecuatoriana en Estados Unidos. La falta de empleo legal y el endurecimiento de los controles migratorios empujaron a miles a subsistir en la informalidad, mientras enfrentan detenciones y deportaciones.
Nueva York: la comunidad ecuatoriana resiste en la informalidad
El 35% de los 830 mil ecuatorianos que viven en Estados Unidos reside en Nueva York, según un informe del Pew Research Center.
Esta ciudad santuario, que desde 1989 limita la colaboración de sus autoridades con agentes migratorios federales, se transformó en refugio para quienes se van de Ecuador en busca del “sueño americano”.
Ecuatoriana Vende En Times Square
No obstante, en los últimos meses muchos migrantes debieron recurrir a la venta ambulante para sobrevivir, ante la escasez de empleos formales. A diario, ofrecen frutas y golosinas en las calles y dentro del sistema de metro, arriesgándose a recibir multas y ser detenidos por no contar con licencias.
La Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA, por sus siglas en inglés), que administra la red de subterráneos, mantiene una normativa contra la actividad comercial no autorizada, que contempla una multa de 50 dólares y traslada las averiguaciones posteriores a la policía y al ayuntamiento, según informó The New York Times.
Lorena, una migrante ecuatoriana entrevistada por NBC, explicó: “No tengo otra opción. Mi hija me necesita y no hay quien la cuide”. Ella, como tantos otros, cruzó la peligrosa selva del Darién y escondió dólares en los pañales de su beba para llegar a Nueva York.
Redadas migratorias en Nueva York: temor y detenciones entre los ecuatorianos
Las redadas masivas y los operativos sorpresa en barrios latinos de Nueva York alteraron la vida cotidiana de cientos de migrantes ecuatorianos sin papeles. El medio Primicias retrató varias de estas historias que reflejan cómo se sobrevive entre la informalidad y el miedo.
Ana, una migrante que trabaja en un restaurante latino de Queens, reveló: “Nunca había sentido tanto miedo como ahora”. Llegó el año pasado con una visa de turista y decidió quedarse. Desde entonces, lava platos en un local de la avenida Roosevelt.
Hasta hace algunas semanas ayudaba a recoger mesas, pero desde que un compañero fue arrestado en una estación cercana dejó de tomar el metro después de las diez de la noche. Camina varias cuadras para evitar esa parada.
“Mi vida es una constante estrategia de invisibilidad”, relató. Evita hablar con desconocidos y, si alguien comenta sobre su acento, sonríe rápido y vuelve a la cocina.
En Manhattan, Lucía encontró en una esquina de la estación de metro de Grand Central su modo de subsistir. Esta quiteña de 32 años llegó hace once meses con su esposo y dos de sus cuatro hijos. Cada día pela mangos, los corta en cubos y los vende a cinco dólares la porción. En una jornada completa puede reunir cien dólares, apenas suficiente para cubrir el alquiler y los gastos básicos.
La decisión de migrar no fue simple. Sus dos hijos mayores, Jordy y Britanny, quedaron en su país, mientras que Jeicob y Dany la acompañaron en la travesía por la selva del Darién. “Es durísimo. No hay comida y sufrimos asaltos”, relató.
Justo, de 43 años, regresó a Ecuador en febrero tras ser deportado de Estados Unidos, a donde había partido en 2021 endeudado con US$21.000. “No puedo volver a mi barrio, me están esperando para cobrar”, manifestó. Según relataron, sus casos son la realidad de miles.
Nueva York concentra la mayor comunidad ecuatoriana en Estados Unidos. La falta de empleo legal y el endurecimiento de los controles migratorios empujaron a miles a subsistir en la informalidad, mientras enfrentan detenciones y deportaciones.
Nueva York: la comunidad ecuatoriana resiste en la informalidad
El 35% de los 830 mil ecuatorianos que viven en Estados Unidos reside en Nueva York, según un informe del Pew Research Center.
Esta ciudad santuario, que desde 1989 limita la colaboración de sus autoridades con agentes migratorios federales, se transformó en refugio para quienes se van de Ecuador en busca del “sueño americano”.
Ecuatoriana Vende En Times Square
No obstante, en los últimos meses muchos migrantes debieron recurrir a la venta ambulante para sobrevivir, ante la escasez de empleos formales. A diario, ofrecen frutas y golosinas en las calles y dentro del sistema de metro, arriesgándose a recibir multas y ser detenidos por no contar con licencias.
La Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA, por sus siglas en inglés), que administra la red de subterráneos, mantiene una normativa contra la actividad comercial no autorizada, que contempla una multa de 50 dólares y traslada las averiguaciones posteriores a la policía y al ayuntamiento, según informó The New York Times.
Lorena, una migrante ecuatoriana entrevistada por NBC, explicó: “No tengo otra opción. Mi hija me necesita y no hay quien la cuide”. Ella, como tantos otros, cruzó la peligrosa selva del Darién y escondió dólares en los pañales de su beba para llegar a Nueva York.
Redadas migratorias en Nueva York: temor y detenciones entre los ecuatorianos
Las redadas masivas y los operativos sorpresa en barrios latinos de Nueva York alteraron la vida cotidiana de cientos de migrantes ecuatorianos sin papeles. El medio Primicias retrató varias de estas historias que reflejan cómo se sobrevive entre la informalidad y el miedo.
Ana, una migrante que trabaja en un restaurante latino de Queens, reveló: “Nunca había sentido tanto miedo como ahora”. Llegó el año pasado con una visa de turista y decidió quedarse. Desde entonces, lava platos en un local de la avenida Roosevelt.
Hasta hace algunas semanas ayudaba a recoger mesas, pero desde que un compañero fue arrestado en una estación cercana dejó de tomar el metro después de las diez de la noche. Camina varias cuadras para evitar esa parada.
“Mi vida es una constante estrategia de invisibilidad”, relató. Evita hablar con desconocidos y, si alguien comenta sobre su acento, sonríe rápido y vuelve a la cocina.
En Manhattan, Lucía encontró en una esquina de la estación de metro de Grand Central su modo de subsistir. Esta quiteña de 32 años llegó hace once meses con su esposo y dos de sus cuatro hijos. Cada día pela mangos, los corta en cubos y los vende a cinco dólares la porción. En una jornada completa puede reunir cien dólares, apenas suficiente para cubrir el alquiler y los gastos básicos.
La decisión de migrar no fue simple. Sus dos hijos mayores, Jordy y Britanny, quedaron en su país, mientras que Jeicob y Dany la acompañaron en la travesía por la selva del Darién. “Es durísimo. No hay comida y sufrimos asaltos”, relató.
Justo, de 43 años, regresó a Ecuador en febrero tras ser deportado de Estados Unidos, a donde había partido en 2021 endeudado con US$21.000. “No puedo volver a mi barrio, me están esperando para cobrar”, manifestó. Según relataron, sus casos son la realidad de miles.