El papa León XIV defiende el matrimonio entre hombre y mujer y critica “la libertad de quitar la vida”

ROMA.- “En el seno de las familias está el futuro de los pueblos”, recordó este domingo el papa León XIV, que también defendió el matrimonio como la unión entre el hombre y la mujer y criticó a quien invoca “la libertad para quitar la vida”.

En una misa que celebró ante 60.000 fieles de más de 130 países que viajaron a Roma para el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos, el Pontífice exaltó el valor de las familias, “pequeñas iglesias domésticas”.

En su homilía, destacó que, como una señal, en las últimas décadas fueron proclamados beatos y santos algunos esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos. Mencionó entonces, entre otros, a Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús y a la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio.

“Es un signo que da que pensar. Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y recibir el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades”, aseguró, desatando aplausos de la multitud, que se protegía de un sol abrasador con paraguas, gorros y abanicos.

“Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, a ustedes esposos les digo: el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo”, añadió, citando a la encíclica Humanae vitae de san Pablo VI. “Este amor, al hacerlos ‘una sola carne’, los capacita para dar vida, a imagen de Dios”, subrayó.

León XIV también recordó que “hemos recibido la vida antes incluso de haberla deseado”. “Como enseñaba el Papa Francisco: ‘Todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer’”, afirmó, al subrayar que todos vivimos gracias a una relación, “a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo”.

Acto seguido, lamentó el hecho de que “a veces, esta humanidad se ve traicionada”. “Por ejemplo, cuando se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla; no para proteger, sino para herir”, advirtió, al aludir al aborto, práctica desde siempre condenada por la Iglesia católica.

“Sin embargo, incluso frente al mal que divide y mata, Jesús sigue orando al Padre por nosotros, y su oración actúa como un bálsamo sobre nuestras heridas, convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación para todos. Esa oración del Señor da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas. Y esto es lo que queremos anunciar al mundo: estamos aquí para ser ‘uno’ tal y como el Señor quiere que seamos ‘uno’, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida”, siguió.

“Hermanos, si nos amamos así, sobre el fundamento de Cristo, que es ‘el Alfa y la Omega’, ‘el principio y el fin’, seremos un signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo. No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”, sentenció.

El primer Pontífice agustino, nacido en Chicago, Estados Unidos, hace 69 años, pero también con nacionalidad peruana ya que allí vivió veinte años, antes de la celebración saludó a las miles de familias presentes dando una vuelta en papamóvil por la Plaza de San Pedro. Entonces, aclamado al grito de “¡Leone! ¡Leone!”, durante un recorrido que duró casi media hora bendijo bebes que le fueron acercando y saludó muy sonriente a todos.

En su sermón, que pronunció en italiano, León XIV llamó a los padres a ser para sus hijos “ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo”. Alentó asimismo a los hijos a ser agradecidos con sus padres: “decir ‘gracias’ por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre”, recordó. “Por último, a ustedes, queridos abuelos y ancianos, les recomiendo que velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años”, exhortó.

“En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien”, resaltó.

“Y quisiera añadir una última cosa. La oración del Hijo de Dios, que nos infunde esperanza en el camino, también nos recuerda que un día seremos todos uno unum: una sola cosa en el único Salvador, abrazados por el amor eterno de Dios”, añadió, citando a San Agustín. “No sólo nosotros, sino también los padres y las madres; los abuelos y abuelas; los hermanos, hermanas e hijos que ya nos han precedido en la luz de su Pascua eterna, y que hoy sentimos presentes, aquí, con nosotros, en este momento de fiesta”, concluyó.

Al final de la misa, antes de recitar en latín la oración mariana del Regina Caeli, el Papa agradeció a todas las familias llegadas para su Jubileo. “Estoy contento de recibir a tantos niños, que reavivan nuestra esperanza. Saludo a todas las familias, pequeñas iglesias domésticas, en las que el Evangelio es recibido y transmitido. Que la fe, la esperanza y la caridad crezcan siempre en nuestras familias”, dijo, entre aplausos. “Un saludo especial a los abuelos y ancianos, ustedes son modelo genuino de fe e inspiración para las generaciones jóvenes. ¡Gracias por venir!”, añadió.

Terminó haciendo un nuevo llamado a la paz, pidiendo que la Virgen María bendiga a las familias y las sostenga en sus dificultades, mencionando especialmente “las que sufren a causa de la guerra en Oriente Medio, en Ucrania y en otras partes del mundo”.

ROMA.- “En el seno de las familias está el futuro de los pueblos”, recordó este domingo el papa León XIV, que también defendió el matrimonio como la unión entre el hombre y la mujer y criticó a quien invoca “la libertad para quitar la vida”.

En una misa que celebró ante 60.000 fieles de más de 130 países que viajaron a Roma para el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos, el Pontífice exaltó el valor de las familias, “pequeñas iglesias domésticas”.

En su homilía, destacó que, como una señal, en las últimas décadas fueron proclamados beatos y santos algunos esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos. Mencionó entonces, entre otros, a Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús y a la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio.

“Es un signo que da que pensar. Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y recibir el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades”, aseguró, desatando aplausos de la multitud, que se protegía de un sol abrasador con paraguas, gorros y abanicos.

“Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, a ustedes esposos les digo: el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo”, añadió, citando a la encíclica Humanae vitae de san Pablo VI. “Este amor, al hacerlos ‘una sola carne’, los capacita para dar vida, a imagen de Dios”, subrayó.

León XIV también recordó que “hemos recibido la vida antes incluso de haberla deseado”. “Como enseñaba el Papa Francisco: ‘Todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer’”, afirmó, al subrayar que todos vivimos gracias a una relación, “a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo”.

Acto seguido, lamentó el hecho de que “a veces, esta humanidad se ve traicionada”. “Por ejemplo, cuando se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla; no para proteger, sino para herir”, advirtió, al aludir al aborto, práctica desde siempre condenada por la Iglesia católica.

“Sin embargo, incluso frente al mal que divide y mata, Jesús sigue orando al Padre por nosotros, y su oración actúa como un bálsamo sobre nuestras heridas, convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación para todos. Esa oración del Señor da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas. Y esto es lo que queremos anunciar al mundo: estamos aquí para ser ‘uno’ tal y como el Señor quiere que seamos ‘uno’, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida”, siguió.

“Hermanos, si nos amamos así, sobre el fundamento de Cristo, que es ‘el Alfa y la Omega’, ‘el principio y el fin’, seremos un signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo. No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”, sentenció.

El primer Pontífice agustino, nacido en Chicago, Estados Unidos, hace 69 años, pero también con nacionalidad peruana ya que allí vivió veinte años, antes de la celebración saludó a las miles de familias presentes dando una vuelta en papamóvil por la Plaza de San Pedro. Entonces, aclamado al grito de “¡Leone! ¡Leone!”, durante un recorrido que duró casi media hora bendijo bebes que le fueron acercando y saludó muy sonriente a todos.

En su sermón, que pronunció en italiano, León XIV llamó a los padres a ser para sus hijos “ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo”. Alentó asimismo a los hijos a ser agradecidos con sus padres: “decir ‘gracias’ por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre”, recordó. “Por último, a ustedes, queridos abuelos y ancianos, les recomiendo que velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años”, exhortó.

“En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien”, resaltó.

“Y quisiera añadir una última cosa. La oración del Hijo de Dios, que nos infunde esperanza en el camino, también nos recuerda que un día seremos todos uno unum: una sola cosa en el único Salvador, abrazados por el amor eterno de Dios”, añadió, citando a San Agustín. “No sólo nosotros, sino también los padres y las madres; los abuelos y abuelas; los hermanos, hermanas e hijos que ya nos han precedido en la luz de su Pascua eterna, y que hoy sentimos presentes, aquí, con nosotros, en este momento de fiesta”, concluyó.

Al final de la misa, antes de recitar en latín la oración mariana del Regina Caeli, el Papa agradeció a todas las familias llegadas para su Jubileo. “Estoy contento de recibir a tantos niños, que reavivan nuestra esperanza. Saludo a todas las familias, pequeñas iglesias domésticas, en las que el Evangelio es recibido y transmitido. Que la fe, la esperanza y la caridad crezcan siempre en nuestras familias”, dijo, entre aplausos. “Un saludo especial a los abuelos y ancianos, ustedes son modelo genuino de fe e inspiración para las generaciones jóvenes. ¡Gracias por venir!”, añadió.

Terminó haciendo un nuevo llamado a la paz, pidiendo que la Virgen María bendiga a las familias y las sostenga en sus dificultades, mencionando especialmente “las que sufren a causa de la guerra en Oriente Medio, en Ucrania y en otras partes del mundo”.

 

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