Tal vez el momento en que todo cambió fue la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hasta entonces, Javier Milei era un presidente peleador y volcánico (muchas veces, también arbitrario), pero no había llegado a los altos niveles de agravios y ofensas que esparce en el espacio público desde aquel pacto con el organismo multilateral. Ese acuerdo sucedió el 11 de abril último, hace poco más de un mes. En esos 30 días que pasaron, el Presidente se dedicó a asestarles la venganza a enemigos reales o imaginarios -más imaginarios que reales, en rigor-.
En cualquier otro país con cierto grado de civilización política, el jefe de Estado hubiera usado ese instante de éxito para convocar a las fuerzas políticas y sociales cercanas, y no tan cercanas, con el objetivo de enhebrar un acuerdo nacional. Milei aprovechó ese momento único para hacer todo lo contrario.
Es la eterna rutina de la política argentina. ¿Acaso Cristina Kirchner no hizo lo mismo en 2011 cuando fue reelegida presidenta de la Nación con un enorme porcentaje de votos y con una diferencia abismal con respecto a sus competidores? Ambos optaron por odiar antes que por hacer una buena política desde el vértice del poder; esta significa dejar de lado las emociones y dedicarse a resolver los problemas del país y su sociedad.
La carga del odio fue fácilmente perceptible en días recientes, luego de que fracasara en el Senado el proyecto de ficha limpia, que expulsaba de la competencia electoral a los políticos corruptos. Cualquier discusión sobre qué pasó esa noche de asombro en el Senado ya es una pérdida de tiempo. Reiteradas versiones (dos, para ser precisos) que vienen de Misiones dan cuenta de que el eterno caudillo de esa provincia, Carlos Rovira, les ordenó a los dos senadores misioneros, Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, que rechazaran el proyecto de ficha limpia.
El mileísmo se escudaba en que la versión anterior era solo un rumor que circulaba entre personas sin nombres ni apellidos. La última referencia cambió todo: vino del ministro de Hacienda de Misiones, Adolfo Safrán, quien aceptó que su gobierno decidió hacerle un favor al Presidente para que Mauricio Macri no se quedara con el pergamino de una ley que combate la corrupción. Safrán es un político que tiene como líder local a Rovira, quien, a su vez, es el hombre fuerte de esa provincia desde hace 25 años, por lo menos.
Milei, que sabe que el fracaso de ese proyecto lo está afectando en las encuestas de opinión pública, culpó a Macri y a Cristina Kirchner del traspié en el Senado e imaginó inverosímiles conspiraciones, pero nunca desmintió a Rovira ni a sus políticos misioneros. Está claro que el acuerdo comprometió al kirchnerismo y al mileísmo. Hay que decirlo con claridad, aunque al Presidente no le guste. Rovira es una rara mezcla de admirador de Milei y de Cristina Kirchner, aunque tiene más años como político embelesado por la viuda de Kirchner.
Milei debió callar para calmar el escándalo, pero eligió denunciar un increíble acuerdo entre Macri y Cristina Kirchner para perjudicarlo a él. Ese pacto es imposible: la expresidenta cree hasta ahora que sus problemas en los tribunales son consecuencia de una decisión política de Macri. De hecho, le llama “tribunales macristas” al fuero penal de Comodoro Py.
Dicen que Macri está abatido. Solo reacciona ante la necesidad electoral del domingo próximo. Nunca imaginó que Milei lo destratara de esa manera ni que olvidara tan fácilmente los favores que recibió del macrismo para que le aprobaran leyes decisivas en el Congreso. Macri respondió a esa denuncia señalando que se trató de una “alucinación seria” del Presidente.
Es seria también esa descripción de Macri porque puede interpretarse como la definición de un grave desequilibrio emocional. Pero ¿habrá acuerdo entre La Libertad Avanza y Pro en la provincia de Buenos Aires, como adelantan los mileístas a pesar de que aceptan que la relación entre los dos líderes está rota? “No se puede hablar de eso hasta el lunes 19”, responde uno de los dirigentes que mejor representan a Macri. Se refiere al día después del próximo domingo, cuando en la Capital se elegirán legisladores capitalinos.
La primera candidata de Pro es precisamente Silvia Lospennato, la autora inicial del proyecto de ficha limpia que fracasó en noviembre pasado en la Cámara de Diputados por la ausencia de varios diputados, entre ellos ocho de La Libertad Avanza. ¿Casualidad? Todo es posible. Lospennato se derrumbó cuando vio ahora que dos senadores misioneros, que habían asegurado mil veces que votarían a favor del nuevo proyecto de ficha limpia, terminaron rechazando la iniciativa. Ella confesó públicamente que estuvo a punto de abandonar la política para siempre. Es oportuna una aclaración: quien está perjudicando al macrismo en la Capital no es Milei, sino la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta, porque mucha gente cree que este es todavía un representante de Pro. No todo es culpa del Presidente.
Ahora bien, ¿qué hay detrás de ese acuerdo tácito entre el mileísmo y Cristina Kirchner? Se especuló con la versión de que el Presidente aspira a un acuerdo con el kirchnerismo para integrar la Corte Suprema y designar a decenas de jueces en cargos vacantes en la Justicia. Sin embargo, fuentes confiables señalan que la prioridad del Presidente es otra: consiste en que el Senado no apruebe una interpelación a Karina Milei, la hermanísima que ejerce el cargo de secretaria general de la Presidencia y que tuvo un destacado protagonismo en el escándalo de la criptomoneda $LIBRA. De hecho, hace una semana los senadores peronistas plantearon en el Senado la interpelación de la hermana presidencial por ese escándalo; ocurrió pocas horas antes de que los dos senadores misioneros enterraran el proyecto de ficha limpia. ¿Fue la prueba de amor que impuso el kirchnerismo para dejar tranquila a Karina Milei? Nadie responde.
Por ahora, tanto fuentes confiables del Gobierno como dirigentes de Pro aceptan que es muy probable el triunfo en las elecciones capitalinas del próximo domingo de Leandro Santoro, un peronista cercano al kirchnerismo que empezó su carrera política militando en el radicalismo. Dan por segura una novedad histórica. El peronismo no gana en la Capital desde hace más de treinta años. Luego, Santoro siguió los pasos de su exsuegro Leopoldo Moreau (Santoro estuvo casado con la diputada Cecilia Moreau) y se convirtió al peronismo. Astuto, nunca hace alardes de kirchnerismo porque sabe que el electorado capitalino es reacio a los Kirchner. Con todo, Santoro está, según las encuestas, con los números más o menos históricos del peronismo en la Capital. Su ventaja consiste en la excesiva fragmentación de sus adversarios: La Libertad Avanza y Pro, Rodríguez Larreta y Ramiro Marra.
Milei y Macri, los líderes más importantes de las corrientes políticas no peronistas, están compitiendo, así las cosas, por el segundo lugar en la Capital. Lo aceptan ellos mismos en la intimidad. Milei debería saber que si el peronismo fuera unido en las elecciones nacionales de octubre en la provincia de Buenos Aires (todavía tiene un par de meses para decidir) y ganara esos comicios luego de un eventual triunfo capitalino los efectos en la economía serán muy malos. Macri le podría contar a Milei, si hablaran entre ellos, cómo le fue después de que la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner ganara las elecciones primarias en 2019 cuando el jefe de Pro era presidente de la Nación. Directamente, perdió el control de la economía.
Es comprensible que muchos sectores y dirigentes sociales estimen que deben cerrar los ojos ante los atropellos institucionales del Presidente para permitirle a este que termine de ordenar la economía. Hacía demasiado tiempo que no se le aplicaba a la economía nacional la ortodoxia y el sentido común. El expresidente de la sucursal local del banco británico HSBC Gabriel Martino le dijo a este periodista en un encuentro casual: “Lo único que importa es que a Milei le vaya bien. Si le fuera mal, la Argentina habrá desaparecido para mi generación y para la de mis hijos. Ustedes, los periodistas, tienen que aguantar que los maltraten. Siempre alguien los maltrató. No es una novedad”.
El núcleo central del problema es que no podría haber una solución económica, como la que imagina Martino, si al mismo tiempo no hay respeto hacia las instituciones y hacia las personas. La prensa forma parte de las instituciones de la república, debería saber el propio Martino, quien fue severamente perseguido por el kirchnerismo cuando era un ejecutivo bancario. Conoce la peripecia de la persecución.
Sobre esa necesaria convivencia entre una política económica razonable, como la que aplica el mileísmo, y el respeto a las instituciones hay demasiada literatura escrita. De hecho, el último premio Nobel de Economía se lo concedieron a intelectuales que escribieron que el respeto a las instituciones es fundamental para el desarrollo de la economía. El triunfo del odio será necesariamente el éxito del fracaso. Por eso, llama la atención el silencio de sectores empresarios, sociales y religiosos sobre el discurso del odio que se acomodó tranquilamente en el ágora de la política argentina.
Deben destacarse, no obstante, los claros pronunciamientos de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina y del Foro de Convergencia Empresarial contra el rechazo al proyecto de ficha limpia. También el discurso público agresivo y la persecución del periodismo merecen pronunciamientos con esa claridad.
La constante provocación de Milei al periodismo es otro capítulo del odio en la política. Es probable que el Presidente haya elegido ese enfrentamiento como una estrategia política y electoral porque sabe que tales berrinches tendrán una repercusión asegurada. Pero cruza cualquier límite cuando denuncia penalmente a periodistas, entre ellos al columnista de LA NACION Carlos Pagni, por cosas que este no dijo. O cuando trata a Jorge Fernández Díaz y a quien esto escribe, entre varios más, de “ñoños republicanos”. Lo hizo en un programa por streaming que conduce un fanático suyo y en el que habló durante seis horas. Un presidente argentino no puede perder seis horas hablando en un programa de televisión, sea cual fuere ese programa, porque el país y su sociedad tienen demasiados problemas irresueltos.
Conviene detenerse en ese calificativo de “ñoños republicanos”. Según la Real Academia, “ñoño” alude a una “persona de corto ingenio” o “timorato”. La Constitución nacional señala de manera explícita e inconfundible que “la Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”. Milei fue elegido según ese mandato constitucional. La república es su deber, no una opción.
¿Decidió cambiar el sistema de gobierno? ¿Un régimen político autoritario en lugar de la república? ¿Un autócrata en el lugar del jefe de un Estado democrático? Debería avisar. Los argentinos tienen derecho a saber cómo los gobiernan después de tantas tragedias históricas.
Tal vez el momento en que todo cambió fue la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hasta entonces, Javier Milei era un presidente peleador y volcánico (muchas veces, también arbitrario), pero no había llegado a los altos niveles de agravios y ofensas que esparce en el espacio público desde aquel pacto con el organismo multilateral. Ese acuerdo sucedió el 11 de abril último, hace poco más de un mes. En esos 30 días que pasaron, el Presidente se dedicó a asestarles la venganza a enemigos reales o imaginarios -más imaginarios que reales, en rigor-.
En cualquier otro país con cierto grado de civilización política, el jefe de Estado hubiera usado ese instante de éxito para convocar a las fuerzas políticas y sociales cercanas, y no tan cercanas, con el objetivo de enhebrar un acuerdo nacional. Milei aprovechó ese momento único para hacer todo lo contrario.
Es la eterna rutina de la política argentina. ¿Acaso Cristina Kirchner no hizo lo mismo en 2011 cuando fue reelegida presidenta de la Nación con un enorme porcentaje de votos y con una diferencia abismal con respecto a sus competidores? Ambos optaron por odiar antes que por hacer una buena política desde el vértice del poder; esta significa dejar de lado las emociones y dedicarse a resolver los problemas del país y su sociedad.
La carga del odio fue fácilmente perceptible en días recientes, luego de que fracasara en el Senado el proyecto de ficha limpia, que expulsaba de la competencia electoral a los políticos corruptos. Cualquier discusión sobre qué pasó esa noche de asombro en el Senado ya es una pérdida de tiempo. Reiteradas versiones (dos, para ser precisos) que vienen de Misiones dan cuenta de que el eterno caudillo de esa provincia, Carlos Rovira, les ordenó a los dos senadores misioneros, Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, que rechazaran el proyecto de ficha limpia.
El mileísmo se escudaba en que la versión anterior era solo un rumor que circulaba entre personas sin nombres ni apellidos. La última referencia cambió todo: vino del ministro de Hacienda de Misiones, Adolfo Safrán, quien aceptó que su gobierno decidió hacerle un favor al Presidente para que Mauricio Macri no se quedara con el pergamino de una ley que combate la corrupción. Safrán es un político que tiene como líder local a Rovira, quien, a su vez, es el hombre fuerte de esa provincia desde hace 25 años, por lo menos.
Milei, que sabe que el fracaso de ese proyecto lo está afectando en las encuestas de opinión pública, culpó a Macri y a Cristina Kirchner del traspié en el Senado e imaginó inverosímiles conspiraciones, pero nunca desmintió a Rovira ni a sus políticos misioneros. Está claro que el acuerdo comprometió al kirchnerismo y al mileísmo. Hay que decirlo con claridad, aunque al Presidente no le guste. Rovira es una rara mezcla de admirador de Milei y de Cristina Kirchner, aunque tiene más años como político embelesado por la viuda de Kirchner.
Milei debió callar para calmar el escándalo, pero eligió denunciar un increíble acuerdo entre Macri y Cristina Kirchner para perjudicarlo a él. Ese pacto es imposible: la expresidenta cree hasta ahora que sus problemas en los tribunales son consecuencia de una decisión política de Macri. De hecho, le llama “tribunales macristas” al fuero penal de Comodoro Py.
Dicen que Macri está abatido. Solo reacciona ante la necesidad electoral del domingo próximo. Nunca imaginó que Milei lo destratara de esa manera ni que olvidara tan fácilmente los favores que recibió del macrismo para que le aprobaran leyes decisivas en el Congreso. Macri respondió a esa denuncia señalando que se trató de una “alucinación seria” del Presidente.
Es seria también esa descripción de Macri porque puede interpretarse como la definición de un grave desequilibrio emocional. Pero ¿habrá acuerdo entre La Libertad Avanza y Pro en la provincia de Buenos Aires, como adelantan los mileístas a pesar de que aceptan que la relación entre los dos líderes está rota? “No se puede hablar de eso hasta el lunes 19”, responde uno de los dirigentes que mejor representan a Macri. Se refiere al día después del próximo domingo, cuando en la Capital se elegirán legisladores capitalinos.
La primera candidata de Pro es precisamente Silvia Lospennato, la autora inicial del proyecto de ficha limpia que fracasó en noviembre pasado en la Cámara de Diputados por la ausencia de varios diputados, entre ellos ocho de La Libertad Avanza. ¿Casualidad? Todo es posible. Lospennato se derrumbó cuando vio ahora que dos senadores misioneros, que habían asegurado mil veces que votarían a favor del nuevo proyecto de ficha limpia, terminaron rechazando la iniciativa. Ella confesó públicamente que estuvo a punto de abandonar la política para siempre. Es oportuna una aclaración: quien está perjudicando al macrismo en la Capital no es Milei, sino la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta, porque mucha gente cree que este es todavía un representante de Pro. No todo es culpa del Presidente.
Ahora bien, ¿qué hay detrás de ese acuerdo tácito entre el mileísmo y Cristina Kirchner? Se especuló con la versión de que el Presidente aspira a un acuerdo con el kirchnerismo para integrar la Corte Suprema y designar a decenas de jueces en cargos vacantes en la Justicia. Sin embargo, fuentes confiables señalan que la prioridad del Presidente es otra: consiste en que el Senado no apruebe una interpelación a Karina Milei, la hermanísima que ejerce el cargo de secretaria general de la Presidencia y que tuvo un destacado protagonismo en el escándalo de la criptomoneda $LIBRA. De hecho, hace una semana los senadores peronistas plantearon en el Senado la interpelación de la hermana presidencial por ese escándalo; ocurrió pocas horas antes de que los dos senadores misioneros enterraran el proyecto de ficha limpia. ¿Fue la prueba de amor que impuso el kirchnerismo para dejar tranquila a Karina Milei? Nadie responde.
Por ahora, tanto fuentes confiables del Gobierno como dirigentes de Pro aceptan que es muy probable el triunfo en las elecciones capitalinas del próximo domingo de Leandro Santoro, un peronista cercano al kirchnerismo que empezó su carrera política militando en el radicalismo. Dan por segura una novedad histórica. El peronismo no gana en la Capital desde hace más de treinta años. Luego, Santoro siguió los pasos de su exsuegro Leopoldo Moreau (Santoro estuvo casado con la diputada Cecilia Moreau) y se convirtió al peronismo. Astuto, nunca hace alardes de kirchnerismo porque sabe que el electorado capitalino es reacio a los Kirchner. Con todo, Santoro está, según las encuestas, con los números más o menos históricos del peronismo en la Capital. Su ventaja consiste en la excesiva fragmentación de sus adversarios: La Libertad Avanza y Pro, Rodríguez Larreta y Ramiro Marra.
Milei y Macri, los líderes más importantes de las corrientes políticas no peronistas, están compitiendo, así las cosas, por el segundo lugar en la Capital. Lo aceptan ellos mismos en la intimidad. Milei debería saber que si el peronismo fuera unido en las elecciones nacionales de octubre en la provincia de Buenos Aires (todavía tiene un par de meses para decidir) y ganara esos comicios luego de un eventual triunfo capitalino los efectos en la economía serán muy malos. Macri le podría contar a Milei, si hablaran entre ellos, cómo le fue después de que la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner ganara las elecciones primarias en 2019 cuando el jefe de Pro era presidente de la Nación. Directamente, perdió el control de la economía.
Es comprensible que muchos sectores y dirigentes sociales estimen que deben cerrar los ojos ante los atropellos institucionales del Presidente para permitirle a este que termine de ordenar la economía. Hacía demasiado tiempo que no se le aplicaba a la economía nacional la ortodoxia y el sentido común. El expresidente de la sucursal local del banco británico HSBC Gabriel Martino le dijo a este periodista en un encuentro casual: “Lo único que importa es que a Milei le vaya bien. Si le fuera mal, la Argentina habrá desaparecido para mi generación y para la de mis hijos. Ustedes, los periodistas, tienen que aguantar que los maltraten. Siempre alguien los maltrató. No es una novedad”.
El núcleo central del problema es que no podría haber una solución económica, como la que imagina Martino, si al mismo tiempo no hay respeto hacia las instituciones y hacia las personas. La prensa forma parte de las instituciones de la república, debería saber el propio Martino, quien fue severamente perseguido por el kirchnerismo cuando era un ejecutivo bancario. Conoce la peripecia de la persecución.
Sobre esa necesaria convivencia entre una política económica razonable, como la que aplica el mileísmo, y el respeto a las instituciones hay demasiada literatura escrita. De hecho, el último premio Nobel de Economía se lo concedieron a intelectuales que escribieron que el respeto a las instituciones es fundamental para el desarrollo de la economía. El triunfo del odio será necesariamente el éxito del fracaso. Por eso, llama la atención el silencio de sectores empresarios, sociales y religiosos sobre el discurso del odio que se acomodó tranquilamente en el ágora de la política argentina.
Deben destacarse, no obstante, los claros pronunciamientos de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina y del Foro de Convergencia Empresarial contra el rechazo al proyecto de ficha limpia. También el discurso público agresivo y la persecución del periodismo merecen pronunciamientos con esa claridad.
La constante provocación de Milei al periodismo es otro capítulo del odio en la política. Es probable que el Presidente haya elegido ese enfrentamiento como una estrategia política y electoral porque sabe que tales berrinches tendrán una repercusión asegurada. Pero cruza cualquier límite cuando denuncia penalmente a periodistas, entre ellos al columnista de LA NACION Carlos Pagni, por cosas que este no dijo. O cuando trata a Jorge Fernández Díaz y a quien esto escribe, entre varios más, de “ñoños republicanos”. Lo hizo en un programa por streaming que conduce un fanático suyo y en el que habló durante seis horas. Un presidente argentino no puede perder seis horas hablando en un programa de televisión, sea cual fuere ese programa, porque el país y su sociedad tienen demasiados problemas irresueltos.
Conviene detenerse en ese calificativo de “ñoños republicanos”. Según la Real Academia, “ñoño” alude a una “persona de corto ingenio” o “timorato”. La Constitución nacional señala de manera explícita e inconfundible que “la Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”. Milei fue elegido según ese mandato constitucional. La república es su deber, no una opción.
¿Decidió cambiar el sistema de gobierno? ¿Un régimen político autoritario en lugar de la república? ¿Un autócrata en el lugar del jefe de un Estado democrático? Debería avisar. Los argentinos tienen derecho a saber cómo los gobiernan después de tantas tragedias históricas.