El cardenal Blase Cupich revela que León XIV superó ampliamente los 89 votos: “Fue evidente para todos”

ROMA.- El cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago -la ciudad natal del nuevo papa. León XIV, a quien conoce muy bien-, en una entrevista con LA NACION dio algunas claves del cónclave que eligió en tiempo récord a Robert Francis Prevost, que, según hizo entender, en el cuarto escrutinio cosechó mucho más que los 89 votos necesarios.

Primer cardenal designado por Francisco en Estados Unidos en 2016 y alineado con su visión de Iglesia, Cupich, de 76 años, explicó que, si bien había otros candidatos sólidos entre los 133 cardenales electores, Prevost finalmente fue electo porque reunía todas las cualidades que estaban buscando. Cupich habló también de cómo será su relación con Donald Trump, de cómo espera que la elección del primer papa estadounidense (aunque también peruano) puede aplacar la polarización de la Iglesia de su país y de cuáles serán sus prioridades.

-Usted es el arzobispo de Chicago, la ciudad donde nació León XIV en 1955: ¿cómo fue la reacción ahí? ¿Y cómo lo ha vivido usted?

-Están muy entusiasmados. Ya he recibido mensajes de varios líderes políticos y otras personas de la ciudad. Mi equipo me contó que las iglesias estuvieron llenas este fin de semana; la gente fue a misa porque quería escuchar por primera vez la plegaria eucarística presidida por él. Así que fue—y sigue siendo—algo muy emocionante. Y para cuando vuelva a Chicago, estamos pensando en una linda celebración. Todavía no están todos los planes cerrados, pero queremos organizar un gran evento en el futuro cercano para celebrar la elección del Papa.

-¿Desde cuándo conoce a Robert Francis Prevost?

-Lo conozco desde hace unos seis años porque fue nombrado entonces miembro del Dicasterio para los Obispos, como yo. Y ahí trabajamos juntos, pero aún más de cerca en los últimos dos años, cuando se convirtió en prefecto. Así que es una relación que se fue desarrollando con el tiempo en estos últimos seis años. Él es un trabajador incansable que, en muchos aspectos, tiene una visión de Iglesia muy parecida a la del papa Francisco.

-¿Cuáles diría que son sus principales cualidades?

-Creo que las cualidades que los cardenales vieron en él—al menos las que yo consideré importantes para saber si era la persona adecuada—fueron, en primer lugar, como decía, que es un trabajador incansable, que habla varios idiomas, que entiende diferentes culturas. Ha vivido en tres continentes. Es un pastor y tiene un historial sólido de administración, como lo demostró siendo prior general de los agustinos. Esas son algunas de las cualidades que creo que los cardenales identificaron hablando entre sí, ya sea en las congregaciones generales o después, y que fueron importantes para nosotros al avanzar. También estaba muy claro que queríamos a alguien que continuara la labor del papa Francisco. No había ningún interés en alejarse de eso ni en tomar otra dirección. Había un gran aprecio por el papa Francisco que todos llevamos a nuestras conversaciones.

-Cuando alcanzó los 89 votos “mágicos”, ¿qué sintió usted?

-Bueno, uno ya podía verlo venir. En esa cuarta votación, se notaba que tendría que haber un número crítico de votos que se restaran a otros candidatos. Y a medida que continuaba el recuento, se hacía cada vez más claro que era poco probable que no alcanzara el número mágico de 89, porque los votos seguían yendo hacia él. Y cuando llegó a 89, todos aplaudimos. Esperamos, claro—el escrutinio continuó después—pero en ese momento en que se alcanzaron los 89, fue evidente para todos y se sintió la emoción mientras los votos se iban anunciando.

-¿Entonces cómo reaccionó Prevost?

-Yo no podía verlo desde donde estaba sentado; él estaba al otro extremo. Otros lo veían. El cardenal Tobin, al emitir su voto, comentó que lo vio con la cabeza entre las manos. Yo no miré hacia él ni hacia ninguno de los candidatos porque no quería que se sintieran incómodos. En ese momento ya era evidente que podríamos terminar antes del final del día. Estaba claro que nos dirigíamos en una dirección que probablemente ya no se podía frenar.

-¿Él tuvo impulso desde la primera votación?

-Había mucho interés en varios candidatos. Y no voy a decir más. Creo que eso se debe a que había una buena lista de candidatos, teníamos opciones sólidas.

-La Iglesia estadounidense es conocida por estar muy polarizada. Y la gran paradoja es que, si bien durante los 12 años y 39 días de su papado muchos de los ataques más duros al Papa Francisco vinieron precisamente de Estados Unidos, del ala ultraconservadora tradicionalista, ahora tenemos un Papa estadounidense. ¿Cree que este Papa podrá calmar esas divisiones dentro de la Iglesia estadounidense tan polarizada?

-En primer lugar, no creo que haya sido una responsabilidad del papa Francisco calmar a la gente. No le corresponde a ningún Papa hacer que los demás se calmen, porque la gente tomará sus posiciones sin importar lo que haga un Papa; ya tienen sus ideas. Así que no pondría esa carga sobre el nuevo Papa. No hay nada que el Papa Francisco haya hecho mal para justificar esa oposición. La gente tenía su propia agenda. Y ahora veremos si esas personas seguirán oponiéndose a las reformas que Francisco inició. Lo que sí noté, al escuchar a comentaristas de distintas tendencias—tanto de derecha como de izquierda—es que están dispuestos a darle al nuevo Papa un margen de acción. Me alegra eso. Pero no me sorprendería si critican algunas de sus decisiones, sobre todo si no se distancia radicalmente del Papa Francisco, cosa que no creo que vaya a ocurrir.

-¿La sinodalidad fue casi una prueba de fuego para los candidatos, es decir, si la apoyaban, o no?

-Sí. Creo que el nuevo Papa dejó claro en sus palabras iniciales que quiere una Iglesia sinodal. Y lo demostró con los cardenales este sábado: después de unas breves palabras, se sentó y los escuchó durante una hora y media mientras ellos planteaban cuestiones. Eso es exactamente lo que significa una Iglesia sinodal: enseñar, pero también escuchar. Y él lo demostró claramente.

-¿Qué piensa de algunos ataques de grupos de derecha que acusan a Prevost de haber manejado mal ciertos casos de abusos?

-Antes del cónclave ya escuchábamos a gente decir cosas sobre ciertos candidatos, sin ninguna prueba. Y todo lo que he visto respecto a cómo él ha gestionado esos temas, ya sea en Roma o en Perú, me muestra que está comprometido con crear entornos seguros para los menores y con fomentar la sanación de las heridas. Cuando se ha enfrentado a casos, ha hecho lo que corresponde: ha visitado a las víctimas, ha retirado al sacerdote, ha iniciado una investigación, ha informado a la policía y ha notificado a Roma. Esos son los pasos requeridos por “Vos estis lux mundis” y también por el Estatuto que tenemos en Estados Unidos, que muchos otros países han adoptado. Así que, según lo que yo he visto, él ha seguido todos los procedimientos correctos. Y quienes hacen esas acusaciones no presentan pruebas.

– ¿Así que son noticias falsas?

-Yo creo que son falsas.

-¿Qué tipo de relación cree usted que tendrá el papa León XIV con Donald Trump?

-Creo que lo va a tratar con respeto, como a cualquier líder electo de un país. Hará eso con todos los líderes, porque quiere construir puentes. Creo que dirá lo que piensa—como lo hizo el Papa Francisco—pero continuará con la agenda que Francisco impulsó y que la Santa Sede ha mantenido durante décadas. Tenemos el cuerpo diplomático más antiguo del mundo. Sabemos hacer diplomacia. Y creo que él se apoyará en los profesionales de la Secretaría de Estado del Vaticano para guiarlo en esas conversaciones.

-Pero será sin duda es una ventaja tener un Papa que habla inglés ¿no? Así, no necesitará intérprete…

-Bueno, creo que otra ventaja es tener un estadounidense que habla como estadounidense al pueblo estadounidense. Es una oportunidad para que la Iglesia tenga una nueva plataforma desde la cual hablar del Evangelio social, quizá de una forma en que los católicos de Estados Unidos no han escuchado antes. Y eso le dará la oportunidad de presentar el Evangelio de un modo nuevo, que espero toque corazones y mentes.

-¿Y cree que, por ser estadounidense, logrará atraer el dinero que se necesita aquí, dada la situación de déficit de la Santa Sede que tanto preocupa?

-Creo que debemos asegurarnos de no tratar a Estados Unidos como un cajero automático del que se puede sacar dinero. Quien sea el Papa tendrá que hacer un llamado a todos los católicos, sin importar su nivel de ingresos o su país, para sumarse a este esfuerzo. Y creo que él es capaz de hacerlo. Pero también tiene que haber transparencia y rendición de cuentas, algo que siempre ha sido importante para los donantes. Así que lo ideal sería que todo el mundo participe. Estados Unidos tendrá un papel importante, sin duda, pero espero que todo el mundo se una.

-¿Lo ha invitado ya a viajar a Estados Unidos? ¿Cree que irá?

-No lo he invitado todavía. No he tenido la oportunidad, pero me encantaría que, si visita Estados Unidos, su primera parada fuera Chicago. Aun así, creo que él es consciente de la necesidad de quedarse en Roma para ocuparse de temas muy serios. Viajará, sí, pero primero tendrá que afrontar los temas de reforma más urgentes. Eso será una prioridad antes de viajar.

-Y de todos esos temas, ¿cuál le parece el más preocupante?

-Creo que es la reforma en marcha de la Curia, que incluye las finanzas, pero también todo lo relacionado con el personal, los fondos de jubilación, el número de empleados en las oficinas vaticanas… También la gestión de los bienes de la Santa Sede. Sabemos que ahí hay margen de mejora. Y él, León XIV, tiene la capacidad de rodearse de las personas adecuadas para llevarlo adelante.

ROMA.- El cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago -la ciudad natal del nuevo papa. León XIV, a quien conoce muy bien-, en una entrevista con LA NACION dio algunas claves del cónclave que eligió en tiempo récord a Robert Francis Prevost, que, según hizo entender, en el cuarto escrutinio cosechó mucho más que los 89 votos necesarios.

Primer cardenal designado por Francisco en Estados Unidos en 2016 y alineado con su visión de Iglesia, Cupich, de 76 años, explicó que, si bien había otros candidatos sólidos entre los 133 cardenales electores, Prevost finalmente fue electo porque reunía todas las cualidades que estaban buscando. Cupich habló también de cómo será su relación con Donald Trump, de cómo espera que la elección del primer papa estadounidense (aunque también peruano) puede aplacar la polarización de la Iglesia de su país y de cuáles serán sus prioridades.

-Usted es el arzobispo de Chicago, la ciudad donde nació León XIV en 1955: ¿cómo fue la reacción ahí? ¿Y cómo lo ha vivido usted?

-Están muy entusiasmados. Ya he recibido mensajes de varios líderes políticos y otras personas de la ciudad. Mi equipo me contó que las iglesias estuvieron llenas este fin de semana; la gente fue a misa porque quería escuchar por primera vez la plegaria eucarística presidida por él. Así que fue—y sigue siendo—algo muy emocionante. Y para cuando vuelva a Chicago, estamos pensando en una linda celebración. Todavía no están todos los planes cerrados, pero queremos organizar un gran evento en el futuro cercano para celebrar la elección del Papa.

-¿Desde cuándo conoce a Robert Francis Prevost?

-Lo conozco desde hace unos seis años porque fue nombrado entonces miembro del Dicasterio para los Obispos, como yo. Y ahí trabajamos juntos, pero aún más de cerca en los últimos dos años, cuando se convirtió en prefecto. Así que es una relación que se fue desarrollando con el tiempo en estos últimos seis años. Él es un trabajador incansable que, en muchos aspectos, tiene una visión de Iglesia muy parecida a la del papa Francisco.

-¿Cuáles diría que son sus principales cualidades?

-Creo que las cualidades que los cardenales vieron en él—al menos las que yo consideré importantes para saber si era la persona adecuada—fueron, en primer lugar, como decía, que es un trabajador incansable, que habla varios idiomas, que entiende diferentes culturas. Ha vivido en tres continentes. Es un pastor y tiene un historial sólido de administración, como lo demostró siendo prior general de los agustinos. Esas son algunas de las cualidades que creo que los cardenales identificaron hablando entre sí, ya sea en las congregaciones generales o después, y que fueron importantes para nosotros al avanzar. También estaba muy claro que queríamos a alguien que continuara la labor del papa Francisco. No había ningún interés en alejarse de eso ni en tomar otra dirección. Había un gran aprecio por el papa Francisco que todos llevamos a nuestras conversaciones.

-Cuando alcanzó los 89 votos “mágicos”, ¿qué sintió usted?

-Bueno, uno ya podía verlo venir. En esa cuarta votación, se notaba que tendría que haber un número crítico de votos que se restaran a otros candidatos. Y a medida que continuaba el recuento, se hacía cada vez más claro que era poco probable que no alcanzara el número mágico de 89, porque los votos seguían yendo hacia él. Y cuando llegó a 89, todos aplaudimos. Esperamos, claro—el escrutinio continuó después—pero en ese momento en que se alcanzaron los 89, fue evidente para todos y se sintió la emoción mientras los votos se iban anunciando.

-¿Entonces cómo reaccionó Prevost?

-Yo no podía verlo desde donde estaba sentado; él estaba al otro extremo. Otros lo veían. El cardenal Tobin, al emitir su voto, comentó que lo vio con la cabeza entre las manos. Yo no miré hacia él ni hacia ninguno de los candidatos porque no quería que se sintieran incómodos. En ese momento ya era evidente que podríamos terminar antes del final del día. Estaba claro que nos dirigíamos en una dirección que probablemente ya no se podía frenar.

-¿Él tuvo impulso desde la primera votación?

-Había mucho interés en varios candidatos. Y no voy a decir más. Creo que eso se debe a que había una buena lista de candidatos, teníamos opciones sólidas.

-La Iglesia estadounidense es conocida por estar muy polarizada. Y la gran paradoja es que, si bien durante los 12 años y 39 días de su papado muchos de los ataques más duros al Papa Francisco vinieron precisamente de Estados Unidos, del ala ultraconservadora tradicionalista, ahora tenemos un Papa estadounidense. ¿Cree que este Papa podrá calmar esas divisiones dentro de la Iglesia estadounidense tan polarizada?

-En primer lugar, no creo que haya sido una responsabilidad del papa Francisco calmar a la gente. No le corresponde a ningún Papa hacer que los demás se calmen, porque la gente tomará sus posiciones sin importar lo que haga un Papa; ya tienen sus ideas. Así que no pondría esa carga sobre el nuevo Papa. No hay nada que el Papa Francisco haya hecho mal para justificar esa oposición. La gente tenía su propia agenda. Y ahora veremos si esas personas seguirán oponiéndose a las reformas que Francisco inició. Lo que sí noté, al escuchar a comentaristas de distintas tendencias—tanto de derecha como de izquierda—es que están dispuestos a darle al nuevo Papa un margen de acción. Me alegra eso. Pero no me sorprendería si critican algunas de sus decisiones, sobre todo si no se distancia radicalmente del Papa Francisco, cosa que no creo que vaya a ocurrir.

-¿La sinodalidad fue casi una prueba de fuego para los candidatos, es decir, si la apoyaban, o no?

-Sí. Creo que el nuevo Papa dejó claro en sus palabras iniciales que quiere una Iglesia sinodal. Y lo demostró con los cardenales este sábado: después de unas breves palabras, se sentó y los escuchó durante una hora y media mientras ellos planteaban cuestiones. Eso es exactamente lo que significa una Iglesia sinodal: enseñar, pero también escuchar. Y él lo demostró claramente.

-¿Qué piensa de algunos ataques de grupos de derecha que acusan a Prevost de haber manejado mal ciertos casos de abusos?

-Antes del cónclave ya escuchábamos a gente decir cosas sobre ciertos candidatos, sin ninguna prueba. Y todo lo que he visto respecto a cómo él ha gestionado esos temas, ya sea en Roma o en Perú, me muestra que está comprometido con crear entornos seguros para los menores y con fomentar la sanación de las heridas. Cuando se ha enfrentado a casos, ha hecho lo que corresponde: ha visitado a las víctimas, ha retirado al sacerdote, ha iniciado una investigación, ha informado a la policía y ha notificado a Roma. Esos son los pasos requeridos por “Vos estis lux mundis” y también por el Estatuto que tenemos en Estados Unidos, que muchos otros países han adoptado. Así que, según lo que yo he visto, él ha seguido todos los procedimientos correctos. Y quienes hacen esas acusaciones no presentan pruebas.

– ¿Así que son noticias falsas?

-Yo creo que son falsas.

-¿Qué tipo de relación cree usted que tendrá el papa León XIV con Donald Trump?

-Creo que lo va a tratar con respeto, como a cualquier líder electo de un país. Hará eso con todos los líderes, porque quiere construir puentes. Creo que dirá lo que piensa—como lo hizo el Papa Francisco—pero continuará con la agenda que Francisco impulsó y que la Santa Sede ha mantenido durante décadas. Tenemos el cuerpo diplomático más antiguo del mundo. Sabemos hacer diplomacia. Y creo que él se apoyará en los profesionales de la Secretaría de Estado del Vaticano para guiarlo en esas conversaciones.

-Pero será sin duda es una ventaja tener un Papa que habla inglés ¿no? Así, no necesitará intérprete…

-Bueno, creo que otra ventaja es tener un estadounidense que habla como estadounidense al pueblo estadounidense. Es una oportunidad para que la Iglesia tenga una nueva plataforma desde la cual hablar del Evangelio social, quizá de una forma en que los católicos de Estados Unidos no han escuchado antes. Y eso le dará la oportunidad de presentar el Evangelio de un modo nuevo, que espero toque corazones y mentes.

-¿Y cree que, por ser estadounidense, logrará atraer el dinero que se necesita aquí, dada la situación de déficit de la Santa Sede que tanto preocupa?

-Creo que debemos asegurarnos de no tratar a Estados Unidos como un cajero automático del que se puede sacar dinero. Quien sea el Papa tendrá que hacer un llamado a todos los católicos, sin importar su nivel de ingresos o su país, para sumarse a este esfuerzo. Y creo que él es capaz de hacerlo. Pero también tiene que haber transparencia y rendición de cuentas, algo que siempre ha sido importante para los donantes. Así que lo ideal sería que todo el mundo participe. Estados Unidos tendrá un papel importante, sin duda, pero espero que todo el mundo se una.

-¿Lo ha invitado ya a viajar a Estados Unidos? ¿Cree que irá?

-No lo he invitado todavía. No he tenido la oportunidad, pero me encantaría que, si visita Estados Unidos, su primera parada fuera Chicago. Aun así, creo que él es consciente de la necesidad de quedarse en Roma para ocuparse de temas muy serios. Viajará, sí, pero primero tendrá que afrontar los temas de reforma más urgentes. Eso será una prioridad antes de viajar.

-Y de todos esos temas, ¿cuál le parece el más preocupante?

-Creo que es la reforma en marcha de la Curia, que incluye las finanzas, pero también todo lo relacionado con el personal, los fondos de jubilación, el número de empleados en las oficinas vaticanas… También la gestión de los bienes de la Santa Sede. Sabemos que ahí hay margen de mejora. Y él, León XIV, tiene la capacidad de rodearse de las personas adecuadas para llevarlo adelante.

 

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