El papa León XIV en Chiclayo: cómo el “monseñor Robert” logró convertir la Iglesia local tras un desembarco difícil

CHICLAYO.- Como “un huesito duro de roer”. Así define el padre Pedro Vazquez al Chiclayo previo a la llegada de monseñor Robert Prevost, actual papa León XIV, a finales de 2014. “Era una Iglesia fervorosa en cuanto a participación, pero había un liderazgo históricamente conservador y un poquito triunfal, con esta idea de ‘Chiclayo es la mejor diócesis del Perú’. Por eso Francisco le pidió a Robert que se viniera desde los Estados Unidos para aquí”, afirma Vázquez, de 82 años, desde una sencilla oficina de la parroquia San Juan Maria Vianney, ubicada a diez minutos del centro de la ciudad que acogió al flamante pontífice durante nueve años, y de la que se fue aclamado y despedido con cariño por una comunidad católica ampliada y, según sus allegados, “renovada”.

Su desembarco en Chiclayo no fue fácil, afirman sus amigos y allegados, pero su carácter conciliador, entusiasta y cauto a la hora de tomar decisiones, hizo que se ganara el respeto de las distintas espiritualidades que conviven en esta ciudad del norte de Perú. “Es difícil cambiar una estructura de tantos años, siglos, digamos. Pasar de una Iglesia a veces clerical, jerárquica, a un modelo diferente -cuenta, aun emocionada por haber visto a su amigo en el balcón de la Basílica de San Pedro, Yolanda Díaz Callirgos-. Él vino con una actitud de pastor, y salió al encuentro de la gente. Por eso se terminó haciendo tan querido. Necesitábamos un pastor así”, cuenta la mujer, antes de que comience una misa por el aniversario de Cáritas Chiclayo en el tinglado donde funciona la capilla de esta organización.

Las Huellas De Prevost En Chiclayo

Díaz Callirgos forma parte de una de las organizaciones más importantes fundada por Prevost durante su paso por Chiclayo: la Comisión de Movilidad Humana y Trata de Personas, que desde su fundación se ha dedicado a ayudar a formalizar la situación de más de 4000 migrantes, la mayoría venezolanos, para que puedan insertarse laboralmente en el Perú y a asistir en el tratamiento hospitalario de personas humildes de la amazonía peruana que suelen llegar a Chiclayo para recibir tratamiento por sus enfermedades.

Esta comisión se dedica también a combatir la explotación sexual de mujeres vulnerables, muchas de ellas migrantes, uno de los grandes dramas que enfrenta la ciudad desde que comenzó la crisis humanitaria en Venezuela. Esta última fue una de las tareas que Prevost le encargó a la congregación de las hermanas Adoratrices de Chiclayo.

Entre los sacerdotes y laicos que conocieron al flamante Papa hay un consenso: Prevost no paró de trabajar. Tanto es así que, en sus casi nueve años en Chiclayo, el Sumo Pontífice visitó comunidades serranas y de difícil acceso que la mayoría de los curas que pasaron toda la vida en el norte de Perú no habían visitado, cuentan entre risas algunos de ellos.

Pero no solo eso: también destacan que combinaba su trato dulce con un carácter firme. “Digamos que era un hombre al que no le temblaba la mano. Recuerdo celebraciones públicas en las que participaron políticos locales, en que monseñor Prevost hizo una homilía hablando de la corrupción, uno de los grandes problemas que tenemos históricamente”, cuenta Vázquez.

Su paso por esta ciudad estuvo signado por tragedias naturales y sanitarias, y también crisis humanitarias. En 2018, el paso de El Niño provocó destrozos no solo en las casas de adobe y material de las afueras sino también en los sembrados que daban alimento a muchas de estas zonas. En paralelo, aquel año comenzaron a llegar inmigrantes venezolanos de a montones, la mayoría con lo básico o sin siquiera eso. A esa situación se sumó la crisis sanitaria provocada por la pandemia de coronavirus, a la que siguieron las dos grandes inundaciones de 2022 y 2023, que dejaron bajo el agua a parte de Chiclayo, y luego la epidemia del dengue.

“Él lo dio todo. Nunca se quedó quieto. Hoy día, en Chiclayo hay una pastoral social gracias a monseñor Robert”, destaca Díaz. Antes de ingresar a la misa de Cáritas, describe entre risas su reacción cuando escuchó el nombre de Prevost por televisión tras la fumata blanca del cónclave. “Ay, Dios mío. Hasta hoy sigo sorprendida. Cuando escuché su nombre grité como nunca en mi vida. Después quedé muda de la impresión, por todo lo que significaba la noticia”, describe.

Las huellas de Prevost en Chiclayo

“Necesitábamos un pastor que oliera a oveja. Eso fue Prevost aquí, un pastor que salía y se involucraba con el sufrimiento de la gente. En plena pandemia se preocupó por conseguir los fondos para la instalación de dos fábricas de tubos de oxígeno medicinal, y lo logró”, cuenta Augusto Martínez, coordinador de la Comisión de Movilidad Humana y Trata de Personas. Asegura que uno de los principales cambios que dejó Prevost fue la participación de los laicos en la estructura de la iglesia y en la toma de decisiones, la consigna principal de la sinodalidad que impulsó Francisco en su papado. “Nos congregamos como nunca”, destaca.

Para los trabajos sociales de la comisión, destaca Cecilia Pantoja, extesorera de esta organización, Prevost también se ocupó de conseguir grandes donaciones provenientes de Estados Unidos. “Él conseguía el dinero, pero lo mantenía muy callado. Con ese dinero se ayudaba a los migrantes en cosas elementales, porque la gente estaba en las calles, ¿sabes?”, detalla.

La docente venezolana Lisabeth Díaz, de 53 años, fue una de las personas que, en 2018, cuando llegó a Chiclayo llena de miedo desde su Venezuela natal, sintió el apoyo personal de Prevost. Lo conoció en medio de un cuadro de angustia. Cargaba con el dolor de abandonar su tierra y alejarse de parte de su familia, y también con una gran incertidumbre.

“Soy docente. Y llegué acá sin nada, sin saber si iba a poder conseguir trabajo formal. El Día del Migrante, monseñor Robert vino a celebrar la misa. Fue muy emotivo. Las primeras palabras que nos dijo fue que mantuviéramos siempre la fe y la esperanza, que no nos sintiéramos solos y que estábamos con Dios en este camino”, recuerda la mujer, que fue beneficiaria de los programas de acogida de la pastoral de movilidad humana, grupo en el que hoy trabaja como voluntaria.

Denuncias de encubrimiento de abuso

El padre Pedro Vázquez recuerda cuando aparecieron las primeras versiones de que Prevost había encubierto casos de abuso sexual de miembros de la agrupación llamada “Sodalicio”, la orden religiosa con sede en Perú que tuvo varios líderes acusados por abuso sexual a menores y que Francisco decidió disolver en 2024. Versiones que, durante el cónclave, volvieron a mediatizarse.

“Esas versiones fueron inventadas justamente por quienes le hacían oposición en Perú. Ellos veían que Prevost avanzaba, que Francisco lo quería cada vez más cerca y lo ponía en cargos cada vez más altos. Cuando se empieza a comentar que iba a ser cardenal y que le iban a encargar el dicasterio para los obispos, allí comienza toda la cosa. Buscaban desautorizarlo, echarle lodo. Enseguida se comprobó que era todo falso. Te puedo decir de primera mano que, con los abusos él siguió la línea de Francisco: ´tolerancia cero‘”, afirma el sacerdote, antes de partir, en el auto del párroco Luis Esteban Santamaría Acosta a una misa.

El conductor también quiso dar su opinión. “Robert fue un regalo para Chiclayo. “Realmente fue un regalo. Y ahora va a ser un regalo para el mundo”.

CHICLAYO.- Como “un huesito duro de roer”. Así define el padre Pedro Vazquez al Chiclayo previo a la llegada de monseñor Robert Prevost, actual papa León XIV, a finales de 2014. “Era una Iglesia fervorosa en cuanto a participación, pero había un liderazgo históricamente conservador y un poquito triunfal, con esta idea de ‘Chiclayo es la mejor diócesis del Perú’. Por eso Francisco le pidió a Robert que se viniera desde los Estados Unidos para aquí”, afirma Vázquez, de 82 años, desde una sencilla oficina de la parroquia San Juan Maria Vianney, ubicada a diez minutos del centro de la ciudad que acogió al flamante pontífice durante nueve años, y de la que se fue aclamado y despedido con cariño por una comunidad católica ampliada y, según sus allegados, “renovada”.

Su desembarco en Chiclayo no fue fácil, afirman sus amigos y allegados, pero su carácter conciliador, entusiasta y cauto a la hora de tomar decisiones, hizo que se ganara el respeto de las distintas espiritualidades que conviven en esta ciudad del norte de Perú. “Es difícil cambiar una estructura de tantos años, siglos, digamos. Pasar de una Iglesia a veces clerical, jerárquica, a un modelo diferente -cuenta, aun emocionada por haber visto a su amigo en el balcón de la Basílica de San Pedro, Yolanda Díaz Callirgos-. Él vino con una actitud de pastor, y salió al encuentro de la gente. Por eso se terminó haciendo tan querido. Necesitábamos un pastor así”, cuenta la mujer, antes de que comience una misa por el aniversario de Cáritas Chiclayo en el tinglado donde funciona la capilla de esta organización.

Las Huellas De Prevost En Chiclayo

Díaz Callirgos forma parte de una de las organizaciones más importantes fundada por Prevost durante su paso por Chiclayo: la Comisión de Movilidad Humana y Trata de Personas, que desde su fundación se ha dedicado a ayudar a formalizar la situación de más de 4000 migrantes, la mayoría venezolanos, para que puedan insertarse laboralmente en el Perú y a asistir en el tratamiento hospitalario de personas humildes de la amazonía peruana que suelen llegar a Chiclayo para recibir tratamiento por sus enfermedades.

Esta comisión se dedica también a combatir la explotación sexual de mujeres vulnerables, muchas de ellas migrantes, uno de los grandes dramas que enfrenta la ciudad desde que comenzó la crisis humanitaria en Venezuela. Esta última fue una de las tareas que Prevost le encargó a la congregación de las hermanas Adoratrices de Chiclayo.

Entre los sacerdotes y laicos que conocieron al flamante Papa hay un consenso: Prevost no paró de trabajar. Tanto es así que, en sus casi nueve años en Chiclayo, el Sumo Pontífice visitó comunidades serranas y de difícil acceso que la mayoría de los curas que pasaron toda la vida en el norte de Perú no habían visitado, cuentan entre risas algunos de ellos.

Pero no solo eso: también destacan que combinaba su trato dulce con un carácter firme. “Digamos que era un hombre al que no le temblaba la mano. Recuerdo celebraciones públicas en las que participaron políticos locales, en que monseñor Prevost hizo una homilía hablando de la corrupción, uno de los grandes problemas que tenemos históricamente”, cuenta Vázquez.

Su paso por esta ciudad estuvo signado por tragedias naturales y sanitarias, y también crisis humanitarias. En 2018, el paso de El Niño provocó destrozos no solo en las casas de adobe y material de las afueras sino también en los sembrados que daban alimento a muchas de estas zonas. En paralelo, aquel año comenzaron a llegar inmigrantes venezolanos de a montones, la mayoría con lo básico o sin siquiera eso. A esa situación se sumó la crisis sanitaria provocada por la pandemia de coronavirus, a la que siguieron las dos grandes inundaciones de 2022 y 2023, que dejaron bajo el agua a parte de Chiclayo, y luego la epidemia del dengue.

“Él lo dio todo. Nunca se quedó quieto. Hoy día, en Chiclayo hay una pastoral social gracias a monseñor Robert”, destaca Díaz. Antes de ingresar a la misa de Cáritas, describe entre risas su reacción cuando escuchó el nombre de Prevost por televisión tras la fumata blanca del cónclave. “Ay, Dios mío. Hasta hoy sigo sorprendida. Cuando escuché su nombre grité como nunca en mi vida. Después quedé muda de la impresión, por todo lo que significaba la noticia”, describe.

Las huellas de Prevost en Chiclayo

“Necesitábamos un pastor que oliera a oveja. Eso fue Prevost aquí, un pastor que salía y se involucraba con el sufrimiento de la gente. En plena pandemia se preocupó por conseguir los fondos para la instalación de dos fábricas de tubos de oxígeno medicinal, y lo logró”, cuenta Augusto Martínez, coordinador de la Comisión de Movilidad Humana y Trata de Personas. Asegura que uno de los principales cambios que dejó Prevost fue la participación de los laicos en la estructura de la iglesia y en la toma de decisiones, la consigna principal de la sinodalidad que impulsó Francisco en su papado. “Nos congregamos como nunca”, destaca.

Para los trabajos sociales de la comisión, destaca Cecilia Pantoja, extesorera de esta organización, Prevost también se ocupó de conseguir grandes donaciones provenientes de Estados Unidos. “Él conseguía el dinero, pero lo mantenía muy callado. Con ese dinero se ayudaba a los migrantes en cosas elementales, porque la gente estaba en las calles, ¿sabes?”, detalla.

La docente venezolana Lisabeth Díaz, de 53 años, fue una de las personas que, en 2018, cuando llegó a Chiclayo llena de miedo desde su Venezuela natal, sintió el apoyo personal de Prevost. Lo conoció en medio de un cuadro de angustia. Cargaba con el dolor de abandonar su tierra y alejarse de parte de su familia, y también con una gran incertidumbre.

“Soy docente. Y llegué acá sin nada, sin saber si iba a poder conseguir trabajo formal. El Día del Migrante, monseñor Robert vino a celebrar la misa. Fue muy emotivo. Las primeras palabras que nos dijo fue que mantuviéramos siempre la fe y la esperanza, que no nos sintiéramos solos y que estábamos con Dios en este camino”, recuerda la mujer, que fue beneficiaria de los programas de acogida de la pastoral de movilidad humana, grupo en el que hoy trabaja como voluntaria.

Denuncias de encubrimiento de abuso

El padre Pedro Vázquez recuerda cuando aparecieron las primeras versiones de que Prevost había encubierto casos de abuso sexual de miembros de la agrupación llamada “Sodalicio”, la orden religiosa con sede en Perú que tuvo varios líderes acusados por abuso sexual a menores y que Francisco decidió disolver en 2024. Versiones que, durante el cónclave, volvieron a mediatizarse.

“Esas versiones fueron inventadas justamente por quienes le hacían oposición en Perú. Ellos veían que Prevost avanzaba, que Francisco lo quería cada vez más cerca y lo ponía en cargos cada vez más altos. Cuando se empieza a comentar que iba a ser cardenal y que le iban a encargar el dicasterio para los obispos, allí comienza toda la cosa. Buscaban desautorizarlo, echarle lodo. Enseguida se comprobó que era todo falso. Te puedo decir de primera mano que, con los abusos él siguió la línea de Francisco: ´tolerancia cero‘”, afirma el sacerdote, antes de partir, en el auto del párroco Luis Esteban Santamaría Acosta a una misa.

El conductor también quiso dar su opinión. “Robert fue un regalo para Chiclayo. “Realmente fue un regalo. Y ahora va a ser un regalo para el mundo”.

 

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