Acá se celebra mucho y se camina lento, se come rico y se honra la tierra, se toma el aire y se rehuye la política. Lo bien que hacen. Con el mar en la ventana muy poco sentido tendría darle entrada. Si de mirarlo solo llena el alma como un amor recién encendido.
Santiago Rusiñol, pintor y dramaturgo catalán, cuenta Mallorca en La isla de la calma (1922) y sugiere que ese gen tan propio del ser mallorquín, que buenas migas hace con la serenidad, se esconde en la propia insularidad, que vuelve natural el vivir de espaldas a las urgencias del tiempo y el estrés continental. ¿Pasa la vida en esta isla de la calma? ¿No es más bien que se queda?”, se preguntaba Miguel de Unamuno. Y decía: “Hermosa tierra para envejecer despacio”. Justas palabras para definir el paraíso.
Esto es Mallorca. Atrapa como las sirenas que hipnotizaban a Ulises. El que viene regresa, dicen. Lugar misterioso y extraño de veranos largos y otoños tibios. Quizá la intuición de esta magia encerrada en sabores, atardeceres, paredes del medioevo y mar infinito, sea la causa de que en los últimos años la elevó a meca turística.
📍 THIS is the real Mallorca 😍🧡 🌴🏖️🏝️🏖️🌴 📌Urlaub DIR was / Jetzt Wunsch Zeitraum sichern. Exklusiver Lodge Urlaub auf Mallorca Besuchen Sie gerne unsere Homepage: www.sacostaresort.com 🇬🇧 Book now from our homepage: www.sacostaresort.com . . . 📸 sebastianmkh #llucmajor #sineu #pollenca #valldemossa #valldemossamallorca #santanyí #santanyimarket #mallorcamarket #mallorca #palmademallorca #mallorcabeach #summermallorca #summervibes #mallorcaisland #mallorcaparadise #palma #mallorcalovers #mallorcabucketlist #mallorcamarket #deia #soller #portdesoller #soller
♬ Originalton – mallorcaallure
Mientras tanto, mallorquines espantados claman freno a la saturación con cifras en la mano: el archipiélago que Robert Graves y otros varios describieron como las auténticas Hespérides, vio pasar en 2024 el récord de 20 millones de almas, la quinta parte de los que llegaron a España sobre los 3667 km² donde residen poco más de un millón doscientas mil personas.
Tantas visitas le saben a invasión. Y de eso ellos llevan la cicatriz en su historia. Primero los cartagineses (siglo VII a. C.), después los romanos (siglo III a. C.) que se quedaron 500 años, y más tarde, los vándalos. En el 533, los bizantinos y en el 902 los árabes. Están curados de espanto.
Todo cerca, todo a pie
Mallorca para jóvenes, Mallorca para familia, Mallorca para ecoturismo, Mallorca adults only… Mallorca guarda un tesoro para cada uno de ellos. Siempre y cuando tengan a mano algunas premisas básicas. Una estancia mínima de ocho días es una de ellas. Por menos ni se molesten si es la primera vez. Será demasiado caro y dejarán la isla con sabor a poco.
Palma es una ciudad encantadora y tan manejable que se puede –y debe– conocer en vivo y andando. El auto es necesario para salir de la ciudad, a playas que están a alguna distancia, para desandar el pla, una zona plana que se extiende del medio al norte de la isla, o descubrir la Tramontana, patrimonio de la humanidad que, con sus curvas y contracurvas y su verde exuberante recuerda a veces al Camino de los Siete Lagos.
El viaje se inaugura con una caminata por la Avenida Gabriel Alomar hasta el Paseo Marítimo para saludar al mar y hacerle la reverencia que corresponde. Agendar este cruce, porque es un punto neurálgico. Con distintos nombres, el paseo recorre hacia izquierda y derecha lo que podría ser la “panza”, si la tuviera, de la ciudad, entre el Portixol, al este, y el Palacio Marivent, residencia real, al oeste.
Ya inundados por el azul del Mediterráneo, a la derecha espera el Parque de la Mar, la Catedral, que hay que conocer sí o sí, y el Palacio de la Almudaina, con sus jardines y fuentes, cercanas a la Plaza de la Reina. Allí nace el Passeig del Born, pero antes de caminarlo y ya que estamos a cinco metros, unos pasos alcanzan para ver La Lonja, una joya del siglo XV. Hoy centro de exposiciones de acceso gratuito, fue sede del Colegio de Mercaderes. Por la noche es la mezcla más cool de gastronomía, arte y diversión que los jóvenes, y también los más maduros, amarán hasta el infinito.
El ultramaratonista que logró récords asombrosos explica cómo “programarse” para superar los límites
La mesa mallorquina
Después del paseo se impone un tentempié. No importa edad, profesión ni sexo, nadie puede pisar Mallorca sin probar una coca de patatas (especie de bola de fraile muy esponjosa hecha con papas) con chocolate caliente en San Joan de S’Aigo, propiedad de una empresa familiar mallorquina que lleva tres siglos en la isla. En cualquiera de sus tres locales, todo es delicioso. El más antiguo, que data de 1700, está en la Carrer de la Sang (Calle de la Sangre), cerca de la Iglesia de Santa Eulalia, la más antigua de la isla, en Calatrava, que es parte del antiguo barrio judío y antecede la muralla. Hay otro no demasiado lejos, en Avenida Alejandro Roselló y Sindicato, donde sin reserva es imposible entrar, como ocurre en la sucursal más nueva, en Gaspar Benassar al 1900, plena milla de oro.
En cualquier bar que se haga un alto es posible probar un desayuno típico mallorquín: café con leche y un pa amb oli (se pronuncia pamboli, palabra de la lengua local), pan ligeramente tostado untado en aceite y frotado con la pulpa del tomate. No probarlo está penado por ley. Muchos le agregan unas lonchas de York (acá no se dice jamón cocido, se dice York) o jamón (no hace falta agregar ‘crudo’).
Tampoco está permitido pasar sin degustar al menos una vez una porción de ensaimada, la auténtica, la de verdad, que es la mallorquina. Aunque en San Pedro, la comunidad balear que se afincó allí por los años 50, amasa algunas que no le van en zaga.
En Palma se debe agendar la del Fornet de la Soc, una especie de joyería gastronómica a metros del teatro principal, sobre la perpendicular mencionada que –atención– cambia de nombre según el tramo. En este se llama Plaça de Weyler. Bueno, un viaje de ida. Lo mejor de la pastelería balear elaborado con técnicas de antaño. Todo artesanal. No importa si es blanca (sin relleno, masa sola), de crema pastelera, de chocolate o chantilly.
El mar, el mar, el mar
Hay playas generosas y playas estrechas, también sensuales, algunas ásperas, otras cercanas… Planas o escarpadas, amables o salvajes, lujuriosas o previsibles. Arenas tersas o exfoliantes. El agua siempre tibia y traslúcida con guijarros y peces jugando entre los pies.
Ahí nomás, debajo de la Catedral, y varias cuadras más al este, está la de San Antoni a la que se llega caminando. Y, poco más allá, en el Portixol, una cala no muy grande, festoneada de bares y restaurantes, y siguiendo, la de Ciudad Jardín y el Molinar, una costa donde hoy el m² está por las nubes, pero que conserva el encanto del puerto de pescadores que fue.
En la zona de Playa de Palma, pegada al aeropuerto, hacia el este de la ciudad, hay resorts onda Caribe.
Calviá, hacia el este, está repleto de playas y calas de sueño, algunas requieren ir en auto pero otras resisten un bus. Cala Mayor, Illetes, Palmanova, Magaluf, Costa de la Calma, Santa Ponca, Paguera, la más linda. Pocas olas y agua cálida. Un paseo precioso es madrugar y subir hasta las playas de Alcudia y de Pollença, a 45 minutos del centro, pero con paisajes ligeramente distintos, olas un poquito más entusiastas y con la posibilidad de visitar la playa de Muro, considerada una de las mejores del mundo.
Valldemossa es una villa pequeña pero deslumbra por su magnetismo. El camino serpenteante, los olivares a la vera y los castillos entre las macías, la vegetación que emociona. Un viaje a otra dimensión a menos de media hora del centro.
Vale pasar allí un día. Una semana. O la vida, como Michael Douglas, que quiere pasar cada vez más tiempo en D’Estaca, la casa que el Archiduque Luis Salvador le compró a una novia mallorquina, y en donde el actor festejó sus 80 años en 2024.
La Cartuja, nido de amor y cura de salud para la pareja de la escritora George Sand y el músico Federico Chopin, es la perla del lugar. Aurore Dupin, baronesa de Dudevant, su verdadero nombre y título, eligió este enclave en la Tramuntana para pasar el invierno de 1838/9 junto al pianista que, aún seriamente afectado en sus vías respiratorias, escribió en esos claustros magistrales piezas. Ella contó la experiencia en Un Invierno en Mallorca.
A quince minutos está Deià, sublime pueblecito que hizo famoso el gran escritor inglés Robert Graves, que vivió allí sus últimos y prolíficos cuarenta años y lo convirtió en un santuario de artistas.
Muy cerca vale la pena un toque en Fornalutx, una villa escarpada fundada por los árabes en el siglo XII, aunque sea para ver una vez en la vida el Puig Major, el monte más alto de la isla, con su amplio valle al pie. Y algo más para sentir ahí. Su majestad, el silencio. Increíble.
Es cierto que julio y agosto suelen no solo ser tórridos sino concurridos, pero tampoco es para tanto. Aunque se entiende y mucho al mallorquín que añora la Mallorca de antaño, aquel remanso perenne sin horas ni tiempo. Paraíso secreto por siglos.
Pero el tercer milenio admite ya pocos secretos y la viralización de las redes deja todo al desnudo. Las olas turísticas llegan hambrientas de la magia que leyeron por ahí. No todos la encuentran, pero doy fe de que existe. Y doy fe de que Mallorca es mucho más que unas vacaciones al sol.
Para sentirla, entenderla y saborearla hay que grabarse en la piel y en el alma tres palabras que los mallorquines pronuncian todo el tiempo y que suena a mantra: “No hay prisa”. Hay tanto escondido en esas tres palabras.
Les dejo para el final una frase de la filósofa y ensayista española María Zambrano: “No se es de un lugar porque en él se ha nacido, sino porque en él se haya quedado prendida la mirada”.
Datos útiles
Cómo llegar. Con un aeropuerto como el San Joan que opera más de 1000 vuelos diarios en primavera y verano, la isla española está hiperconectada con toda Europa. Además, un ferry rápido que hace Mallorca-Barcelona en tres horas durante el día, aunque hay uno nocturno, más largo. Desde Alcudia, al norte de la isla (45 minutos en auto desde Palma), hay barcos cotidianamente para llegar a Menorca e Ibiza.
Gastronomía. Dónde comer abunda y de todos los colores. Cocina mediterránea, china y asiática en general, ramen (furor), italiana o japonesa tradicional, de cero tenedores a 10. Como Express-art, Plaça Alexander Jaume y Sindicato, en el casco antiguo, y queda de paso hacia la Catedral, que tiene un menú de 13 euros, hasta paquetísimos restós a 80 euros el plato o más. Sin contar los bolichitos hindúes o paquistaníes de kebab al paso, o argentinos despachando empanadas, como Don’t cry for me (sobre Sindicato, que es como decir Florida) o Las Muns (sobre una peatonal llamada Calle del Olmo, muy céntrica, y que nace en Plaza España).
De compras
El Passeig del Born es un trayecto imprescindible que une el Paseo Marítimo con la Plaza de las Tortugas.El Carrer de San Miguel es otro paseo de compras, como así también la calle Sindicato, que comienza en la esquina de El Corte Inglés más grande.
Acá se celebra mucho y se camina lento, se come rico y se honra la tierra, se toma el aire y se rehuye la política. Lo bien que hacen. Con el mar en la ventana muy poco sentido tendría darle entrada. Si de mirarlo solo llena el alma como un amor recién encendido.
Santiago Rusiñol, pintor y dramaturgo catalán, cuenta Mallorca en La isla de la calma (1922) y sugiere que ese gen tan propio del ser mallorquín, que buenas migas hace con la serenidad, se esconde en la propia insularidad, que vuelve natural el vivir de espaldas a las urgencias del tiempo y el estrés continental. ¿Pasa la vida en esta isla de la calma? ¿No es más bien que se queda?”, se preguntaba Miguel de Unamuno. Y decía: “Hermosa tierra para envejecer despacio”. Justas palabras para definir el paraíso.
Esto es Mallorca. Atrapa como las sirenas que hipnotizaban a Ulises. El que viene regresa, dicen. Lugar misterioso y extraño de veranos largos y otoños tibios. Quizá la intuición de esta magia encerrada en sabores, atardeceres, paredes del medioevo y mar infinito, sea la causa de que en los últimos años la elevó a meca turística.
📍 THIS is the real Mallorca 😍🧡 🌴🏖️🏝️🏖️🌴 📌Urlaub DIR was / Jetzt Wunsch Zeitraum sichern. Exklusiver Lodge Urlaub auf Mallorca Besuchen Sie gerne unsere Homepage: www.sacostaresort.com 🇬🇧 Book now from our homepage: www.sacostaresort.com . . . 📸 sebastianmkh #llucmajor #sineu #pollenca #valldemossa #valldemossamallorca #santanyí #santanyimarket #mallorcamarket #mallorca #palmademallorca #mallorcabeach #summermallorca #summervibes #mallorcaisland #mallorcaparadise #palma #mallorcalovers #mallorcabucketlist #mallorcamarket #deia #soller #portdesoller #soller
♬ Originalton – mallorcaallure
Mientras tanto, mallorquines espantados claman freno a la saturación con cifras en la mano: el archipiélago que Robert Graves y otros varios describieron como las auténticas Hespérides, vio pasar en 2024 el récord de 20 millones de almas, la quinta parte de los que llegaron a España sobre los 3667 km² donde residen poco más de un millón doscientas mil personas.
Tantas visitas le saben a invasión. Y de eso ellos llevan la cicatriz en su historia. Primero los cartagineses (siglo VII a. C.), después los romanos (siglo III a. C.) que se quedaron 500 años, y más tarde, los vándalos. En el 533, los bizantinos y en el 902 los árabes. Están curados de espanto.
Todo cerca, todo a pie
Mallorca para jóvenes, Mallorca para familia, Mallorca para ecoturismo, Mallorca adults only… Mallorca guarda un tesoro para cada uno de ellos. Siempre y cuando tengan a mano algunas premisas básicas. Una estancia mínima de ocho días es una de ellas. Por menos ni se molesten si es la primera vez. Será demasiado caro y dejarán la isla con sabor a poco.
Palma es una ciudad encantadora y tan manejable que se puede –y debe– conocer en vivo y andando. El auto es necesario para salir de la ciudad, a playas que están a alguna distancia, para desandar el pla, una zona plana que se extiende del medio al norte de la isla, o descubrir la Tramontana, patrimonio de la humanidad que, con sus curvas y contracurvas y su verde exuberante recuerda a veces al Camino de los Siete Lagos.
El viaje se inaugura con una caminata por la Avenida Gabriel Alomar hasta el Paseo Marítimo para saludar al mar y hacerle la reverencia que corresponde. Agendar este cruce, porque es un punto neurálgico. Con distintos nombres, el paseo recorre hacia izquierda y derecha lo que podría ser la “panza”, si la tuviera, de la ciudad, entre el Portixol, al este, y el Palacio Marivent, residencia real, al oeste.
Ya inundados por el azul del Mediterráneo, a la derecha espera el Parque de la Mar, la Catedral, que hay que conocer sí o sí, y el Palacio de la Almudaina, con sus jardines y fuentes, cercanas a la Plaza de la Reina. Allí nace el Passeig del Born, pero antes de caminarlo y ya que estamos a cinco metros, unos pasos alcanzan para ver La Lonja, una joya del siglo XV. Hoy centro de exposiciones de acceso gratuito, fue sede del Colegio de Mercaderes. Por la noche es la mezcla más cool de gastronomía, arte y diversión que los jóvenes, y también los más maduros, amarán hasta el infinito.
El ultramaratonista que logró récords asombrosos explica cómo “programarse” para superar los límites
La mesa mallorquina
Después del paseo se impone un tentempié. No importa edad, profesión ni sexo, nadie puede pisar Mallorca sin probar una coca de patatas (especie de bola de fraile muy esponjosa hecha con papas) con chocolate caliente en San Joan de S’Aigo, propiedad de una empresa familiar mallorquina que lleva tres siglos en la isla. En cualquiera de sus tres locales, todo es delicioso. El más antiguo, que data de 1700, está en la Carrer de la Sang (Calle de la Sangre), cerca de la Iglesia de Santa Eulalia, la más antigua de la isla, en Calatrava, que es parte del antiguo barrio judío y antecede la muralla. Hay otro no demasiado lejos, en Avenida Alejandro Roselló y Sindicato, donde sin reserva es imposible entrar, como ocurre en la sucursal más nueva, en Gaspar Benassar al 1900, plena milla de oro.
En cualquier bar que se haga un alto es posible probar un desayuno típico mallorquín: café con leche y un pa amb oli (se pronuncia pamboli, palabra de la lengua local), pan ligeramente tostado untado en aceite y frotado con la pulpa del tomate. No probarlo está penado por ley. Muchos le agregan unas lonchas de York (acá no se dice jamón cocido, se dice York) o jamón (no hace falta agregar ‘crudo’).
Tampoco está permitido pasar sin degustar al menos una vez una porción de ensaimada, la auténtica, la de verdad, que es la mallorquina. Aunque en San Pedro, la comunidad balear que se afincó allí por los años 50, amasa algunas que no le van en zaga.
En Palma se debe agendar la del Fornet de la Soc, una especie de joyería gastronómica a metros del teatro principal, sobre la perpendicular mencionada que –atención– cambia de nombre según el tramo. En este se llama Plaça de Weyler. Bueno, un viaje de ida. Lo mejor de la pastelería balear elaborado con técnicas de antaño. Todo artesanal. No importa si es blanca (sin relleno, masa sola), de crema pastelera, de chocolate o chantilly.
El mar, el mar, el mar
Hay playas generosas y playas estrechas, también sensuales, algunas ásperas, otras cercanas… Planas o escarpadas, amables o salvajes, lujuriosas o previsibles. Arenas tersas o exfoliantes. El agua siempre tibia y traslúcida con guijarros y peces jugando entre los pies.
Ahí nomás, debajo de la Catedral, y varias cuadras más al este, está la de San Antoni a la que se llega caminando. Y, poco más allá, en el Portixol, una cala no muy grande, festoneada de bares y restaurantes, y siguiendo, la de Ciudad Jardín y el Molinar, una costa donde hoy el m² está por las nubes, pero que conserva el encanto del puerto de pescadores que fue.
En la zona de Playa de Palma, pegada al aeropuerto, hacia el este de la ciudad, hay resorts onda Caribe.
Calviá, hacia el este, está repleto de playas y calas de sueño, algunas requieren ir en auto pero otras resisten un bus. Cala Mayor, Illetes, Palmanova, Magaluf, Costa de la Calma, Santa Ponca, Paguera, la más linda. Pocas olas y agua cálida. Un paseo precioso es madrugar y subir hasta las playas de Alcudia y de Pollença, a 45 minutos del centro, pero con paisajes ligeramente distintos, olas un poquito más entusiastas y con la posibilidad de visitar la playa de Muro, considerada una de las mejores del mundo.
Valldemossa es una villa pequeña pero deslumbra por su magnetismo. El camino serpenteante, los olivares a la vera y los castillos entre las macías, la vegetación que emociona. Un viaje a otra dimensión a menos de media hora del centro.
Vale pasar allí un día. Una semana. O la vida, como Michael Douglas, que quiere pasar cada vez más tiempo en D’Estaca, la casa que el Archiduque Luis Salvador le compró a una novia mallorquina, y en donde el actor festejó sus 80 años en 2024.
La Cartuja, nido de amor y cura de salud para la pareja de la escritora George Sand y el músico Federico Chopin, es la perla del lugar. Aurore Dupin, baronesa de Dudevant, su verdadero nombre y título, eligió este enclave en la Tramuntana para pasar el invierno de 1838/9 junto al pianista que, aún seriamente afectado en sus vías respiratorias, escribió en esos claustros magistrales piezas. Ella contó la experiencia en Un Invierno en Mallorca.
A quince minutos está Deià, sublime pueblecito que hizo famoso el gran escritor inglés Robert Graves, que vivió allí sus últimos y prolíficos cuarenta años y lo convirtió en un santuario de artistas.
Muy cerca vale la pena un toque en Fornalutx, una villa escarpada fundada por los árabes en el siglo XII, aunque sea para ver una vez en la vida el Puig Major, el monte más alto de la isla, con su amplio valle al pie. Y algo más para sentir ahí. Su majestad, el silencio. Increíble.
Es cierto que julio y agosto suelen no solo ser tórridos sino concurridos, pero tampoco es para tanto. Aunque se entiende y mucho al mallorquín que añora la Mallorca de antaño, aquel remanso perenne sin horas ni tiempo. Paraíso secreto por siglos.
Pero el tercer milenio admite ya pocos secretos y la viralización de las redes deja todo al desnudo. Las olas turísticas llegan hambrientas de la magia que leyeron por ahí. No todos la encuentran, pero doy fe de que existe. Y doy fe de que Mallorca es mucho más que unas vacaciones al sol.
Para sentirla, entenderla y saborearla hay que grabarse en la piel y en el alma tres palabras que los mallorquines pronuncian todo el tiempo y que suena a mantra: “No hay prisa”. Hay tanto escondido en esas tres palabras.
Les dejo para el final una frase de la filósofa y ensayista española María Zambrano: “No se es de un lugar porque en él se ha nacido, sino porque en él se haya quedado prendida la mirada”.
Datos útiles
Cómo llegar. Con un aeropuerto como el San Joan que opera más de 1000 vuelos diarios en primavera y verano, la isla española está hiperconectada con toda Europa. Además, un ferry rápido que hace Mallorca-Barcelona en tres horas durante el día, aunque hay uno nocturno, más largo. Desde Alcudia, al norte de la isla (45 minutos en auto desde Palma), hay barcos cotidianamente para llegar a Menorca e Ibiza.
Gastronomía. Dónde comer abunda y de todos los colores. Cocina mediterránea, china y asiática en general, ramen (furor), italiana o japonesa tradicional, de cero tenedores a 10. Como Express-art, Plaça Alexander Jaume y Sindicato, en el casco antiguo, y queda de paso hacia la Catedral, que tiene un menú de 13 euros, hasta paquetísimos restós a 80 euros el plato o más. Sin contar los bolichitos hindúes o paquistaníes de kebab al paso, o argentinos despachando empanadas, como Don’t cry for me (sobre Sindicato, que es como decir Florida) o Las Muns (sobre una peatonal llamada Calle del Olmo, muy céntrica, y que nace en Plaza España).
De compras
El Passeig del Born es un trayecto imprescindible que une el Paseo Marítimo con la Plaza de las Tortugas.El Carrer de San Miguel es otro paseo de compras, como así también la calle Sindicato, que comienza en la esquina de El Corte Inglés más grande.