Síndrome de Fortunata: qué es y qué dice la psicología sobre quienes se enamoran de personas casadas o con pareja

“Tu marido es mío y te lo tengo que quitar… Pinturera… santurrona… ya te diré yo si eres ángel o lo que eres… Tu marido es mío; me lo has robado… como se puede robar un pañuelo. Dios es testigo, y si no, pregúntale… Ahora mismo lo sueltas o verás, verás quién soy…”, figura en la popular novela española Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós.

En la obra Fortunata está enamorada de un hombre casado, Juan Santa Cruz. Ambos ceden al deseo y mantienen una relación en secreto, a espaldas de Jacinta, la esposa de Santa Cruz.

Con el tiempo Fortunata se termina casando con otro hombre, pero no pone fin a su vínculo pasional con Juan. Ella desea que él deje a Jacinta e. incluso, llega a creer fervientemente que debe ser su auténtico marido.

¿Qué es el síndrome de Fortunata?

De esta historia proviene el llamado ‘síndrome de Fortunata’, un patrón de conducta −que puede presentarse tanto en hombres como en mujeres− que se caracteriza por desarrollar vínculos de dependencia emocional hacia personas casadas, comprometidas o en pareja.

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“Fortunata no solo ama a un hombre casado, sostiene una espera y una ilusión romántica en paralelo a su invisibilización“, explica Victoria Almiroty, licenciada en Psicología (M.N. 56875). El foco no está en el triángulo amoroso, señala, sino en la lógica psíquica que sostiene ese lugar: amar desde la falta, desde el borde.

De acuerdo con la licenciada, uno de los motivos de fascinación de mantenerse en un rol de amante tiene que ver con habitar la marginalidad. “El amante es deseo puro, sin logística, sin rutina. Pero es una imagen: lo que se idealiza no es la persona, sino el espacio que representa“, apunta.

Más que amor, para los psicólogos, en estos vínculos se tiende a buscar validación, reconocimiento o un sentido de exclusividad simbólica. Frente a esto Almiroty hace una distinción clave: “Gabor Maté nos recuerda que no repetimos lo que fue placentero, sino lo que fue familiar. Y, a veces, eso familiar es el lugar del segundo plano”.

Algunos de los patrones recurrentes en personas que buscan relacionarse amorosamente con alguien que no está emocionalmente disponible son:

1- Vínculos familiares disfuncionales

Sigmund Freud −conocido como el padre del psicoanálisis− decía “repetir en lugar de recordar”, una frase que para Almiroty describe la forma inconsciente que tienen muchos sujetos de lidiar con experiencias traumáticas o dolorosas. “Varias de las elecciones adultas son readaptaciones de escenas infantiles donde el amor fue intermitente, condicionado o inaccesible. Ese ‘otro’ no disponible puede representar a una madre absorbida, un padre ausente”, explica sobre el mecanismo que representa que el amor que está presente, pero nunca del todo.

Bajo la misma lógica, la Lic. Carina Mitrani, psicóloga, especialista en terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EDMR) y docente de Ensueño Dirigido, sintetiza: “Esta persona empieza a repetir el patrón de la infancia en la que no se sintió amada, ya sea por su madre o su padre”.

Otra posibilidad que plantea Mitrani es la de haber tenido una madre o un padre que no haya permitido el acceso al otro progenitor, constituyéndose en una figura todopoderosa y privando al niño de una relación amorosa. “Se consolida esa energía del progenitor valorado en sombras”, dice.

2- Autoimagen deteriorada

“La autoestima real implica saberse merecedor de un lugar pleno en el deseo del otro. Si inconscientemente sentís que tenés que competir o esperar para ser elegido, no estás habitando tu deseo, estás atrapado en el deseo del otro”, describe Almiroty.

Necesitan validar si siguen siendo sujeto del deseo, como una especie de ensayo. “Esta figura del amante busca incesantemente que el otro la valide antes que a su pareja oficial”, dice Mitrani. Y añade: “Hay cierto nivel de indignidad en no creerse merecedor de algo mejor o en aceptar que la otra persona te mantenga en las sombras y no te presente a sus amigos ni te invite a cenas”.

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3- Ilusión de control

También existe una falsa sensación de poder/control sobre el vínculo. “El amante cree que manda, que pone los tiempos y que es quien realmente es amado porque la tercera persona −la que no está al tanto de vínculo− vive en ingenuidad“, sugiere Almiroty.

Mitrani asegura que se trata de una fantasía en la que se piensa que ese hombre o mujer en algún momento se dará cuenta de que está con la persona equivocada y oficializará el vínculo separándose de su actual pareja.

4- Competencia

Relacionado al primer punto en el que se mencionan las experiencias tempranas de la infancia. Almiroty señala: “Están siempre buscando ganarse a ese amor de madre/padre que fue inalcanzable o por el que competían con otros hermanos”. En concreto, explica, no es que se tiene atracción o se gusta de una persona determinada en sí, sino por el motivo de ganársela a otro individuo.

5- Victimización

“Está estudiado que el papel de víctima y la actitud de quejarse producen y se segregan endorfinas”, añade la Lic. Mitrani. Según revela, esto ocurre porque la queja genera un tipo de placer morboso.

“Se desencadena un patrón de victimización que irrita, generalmente, a los que están alrededor porque los seres queridos van a insistirle para que se aleje de esa relación ensombrecida”, dice. Pero a pesar de que suene como una persona que está sufriendo o pasándola mal, en el fondo hay un placer oculto, asegura.

6- Atracción por lo prohibido

Ambas especialistas coinciden en que la atracción por lo prohibido potencia neurotransmisores relacionados con la excitación. “El deseo es el deseo del otro y si el otro ya está tomado, más deseable se vuelve”, es una idea central en la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan.

¿Es posible desarmar estos patrones?

El primer paso, indican las profesionales, es no moralizar. “No es cuestión de ‘esto está mal’ sino que hay que escarbar en qué es lo que se está buscando ahí“, dice Almiroty. La terapia psicoanalítica, sostiene, puede: ayudar a identificar la secuencia que se repite, a ponerle palabras al goce que se sostiene y, sobre todo, a elegir desde otro lugar. “Hacer consciente la estructura es el primer paso para correrse de ella”.

En su caso, Mitrani asegura que recién se puede pensar en salir de dichas dinámicas “una vez que se haya tocado fondo. ”Hay que pasar por la noche oscura del alma para que este individuo se conecte con su verdadero sufrimiento y decida pedir ayuda”. La herramienta que ella recomienda es la de la Terapia de Ensueño Dirigido para identificar los patrones profundos de desamor y de victimización que están alojados en la psique.

“Tu marido es mío y te lo tengo que quitar… Pinturera… santurrona… ya te diré yo si eres ángel o lo que eres… Tu marido es mío; me lo has robado… como se puede robar un pañuelo. Dios es testigo, y si no, pregúntale… Ahora mismo lo sueltas o verás, verás quién soy…”, figura en la popular novela española Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós.

En la obra Fortunata está enamorada de un hombre casado, Juan Santa Cruz. Ambos ceden al deseo y mantienen una relación en secreto, a espaldas de Jacinta, la esposa de Santa Cruz.

Con el tiempo Fortunata se termina casando con otro hombre, pero no pone fin a su vínculo pasional con Juan. Ella desea que él deje a Jacinta e. incluso, llega a creer fervientemente que debe ser su auténtico marido.

¿Qué es el síndrome de Fortunata?

De esta historia proviene el llamado ‘síndrome de Fortunata’, un patrón de conducta −que puede presentarse tanto en hombres como en mujeres− que se caracteriza por desarrollar vínculos de dependencia emocional hacia personas casadas, comprometidas o en pareja.

El método que hace Jennifer Aniston para tonificar su cuerpo

“Fortunata no solo ama a un hombre casado, sostiene una espera y una ilusión romántica en paralelo a su invisibilización“, explica Victoria Almiroty, licenciada en Psicología (M.N. 56875). El foco no está en el triángulo amoroso, señala, sino en la lógica psíquica que sostiene ese lugar: amar desde la falta, desde el borde.

De acuerdo con la licenciada, uno de los motivos de fascinación de mantenerse en un rol de amante tiene que ver con habitar la marginalidad. “El amante es deseo puro, sin logística, sin rutina. Pero es una imagen: lo que se idealiza no es la persona, sino el espacio que representa“, apunta.

Más que amor, para los psicólogos, en estos vínculos se tiende a buscar validación, reconocimiento o un sentido de exclusividad simbólica. Frente a esto Almiroty hace una distinción clave: “Gabor Maté nos recuerda que no repetimos lo que fue placentero, sino lo que fue familiar. Y, a veces, eso familiar es el lugar del segundo plano”.

Algunos de los patrones recurrentes en personas que buscan relacionarse amorosamente con alguien que no está emocionalmente disponible son:

1- Vínculos familiares disfuncionales

Sigmund Freud −conocido como el padre del psicoanálisis− decía “repetir en lugar de recordar”, una frase que para Almiroty describe la forma inconsciente que tienen muchos sujetos de lidiar con experiencias traumáticas o dolorosas. “Varias de las elecciones adultas son readaptaciones de escenas infantiles donde el amor fue intermitente, condicionado o inaccesible. Ese ‘otro’ no disponible puede representar a una madre absorbida, un padre ausente”, explica sobre el mecanismo que representa que el amor que está presente, pero nunca del todo.

Bajo la misma lógica, la Lic. Carina Mitrani, psicóloga, especialista en terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EDMR) y docente de Ensueño Dirigido, sintetiza: “Esta persona empieza a repetir el patrón de la infancia en la que no se sintió amada, ya sea por su madre o su padre”.

Otra posibilidad que plantea Mitrani es la de haber tenido una madre o un padre que no haya permitido el acceso al otro progenitor, constituyéndose en una figura todopoderosa y privando al niño de una relación amorosa. “Se consolida esa energía del progenitor valorado en sombras”, dice.

2- Autoimagen deteriorada

“La autoestima real implica saberse merecedor de un lugar pleno en el deseo del otro. Si inconscientemente sentís que tenés que competir o esperar para ser elegido, no estás habitando tu deseo, estás atrapado en el deseo del otro”, describe Almiroty.

Necesitan validar si siguen siendo sujeto del deseo, como una especie de ensayo. “Esta figura del amante busca incesantemente que el otro la valide antes que a su pareja oficial”, dice Mitrani. Y añade: “Hay cierto nivel de indignidad en no creerse merecedor de algo mejor o en aceptar que la otra persona te mantenga en las sombras y no te presente a sus amigos ni te invite a cenas”.

Tres alimentos que ayudan a retrasar el envejecimiento

3- Ilusión de control

También existe una falsa sensación de poder/control sobre el vínculo. “El amante cree que manda, que pone los tiempos y que es quien realmente es amado porque la tercera persona −la que no está al tanto de vínculo− vive en ingenuidad“, sugiere Almiroty.

Mitrani asegura que se trata de una fantasía en la que se piensa que ese hombre o mujer en algún momento se dará cuenta de que está con la persona equivocada y oficializará el vínculo separándose de su actual pareja.

4- Competencia

Relacionado al primer punto en el que se mencionan las experiencias tempranas de la infancia. Almiroty señala: “Están siempre buscando ganarse a ese amor de madre/padre que fue inalcanzable o por el que competían con otros hermanos”. En concreto, explica, no es que se tiene atracción o se gusta de una persona determinada en sí, sino por el motivo de ganársela a otro individuo.

5- Victimización

“Está estudiado que el papel de víctima y la actitud de quejarse producen y se segregan endorfinas”, añade la Lic. Mitrani. Según revela, esto ocurre porque la queja genera un tipo de placer morboso.

“Se desencadena un patrón de victimización que irrita, generalmente, a los que están alrededor porque los seres queridos van a insistirle para que se aleje de esa relación ensombrecida”, dice. Pero a pesar de que suene como una persona que está sufriendo o pasándola mal, en el fondo hay un placer oculto, asegura.

6- Atracción por lo prohibido

Ambas especialistas coinciden en que la atracción por lo prohibido potencia neurotransmisores relacionados con la excitación. “El deseo es el deseo del otro y si el otro ya está tomado, más deseable se vuelve”, es una idea central en la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan.

¿Es posible desarmar estos patrones?

El primer paso, indican las profesionales, es no moralizar. “No es cuestión de ‘esto está mal’ sino que hay que escarbar en qué es lo que se está buscando ahí“, dice Almiroty. La terapia psicoanalítica, sostiene, puede: ayudar a identificar la secuencia que se repite, a ponerle palabras al goce que se sostiene y, sobre todo, a elegir desde otro lugar. “Hacer consciente la estructura es el primer paso para correrse de ella”.

En su caso, Mitrani asegura que recién se puede pensar en salir de dichas dinámicas “una vez que se haya tocado fondo. ”Hay que pasar por la noche oscura del alma para que este individuo se conecte con su verdadero sufrimiento y decida pedir ayuda”. La herramienta que ella recomienda es la de la Terapia de Ensueño Dirigido para identificar los patrones profundos de desamor y de victimización que están alojados en la psique.

 

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