El Racing de Gustavo Costas estaba ante una chance inmejorable de reponerse en el Torneo Apertura. Quizás, una de las últimas balas para seguir en busca de la clasificación a los octavos de final. y fue un show de Adrián “Maravilla” Martínez, que con un hat-trick destrabó un desarrollo desganado, propio de la versión local del equipo, para terminar goleando en el Cilindro a Banfield por 4-1 (descontó Agustín Alaniz), colocándose el traje del equipo que compite a pleno en el ámbito internacional.
La “Academia” es, probablemente, el mejor equipo del continente. Conquistó de principio a fin la Copa Sudamericana 2024 y ganó con autoridad la Recopa frente a Botafogo. Fue una aventura exitosa y, según transita los días, parece que seguirá adoptando esa apariencia tras su gran arranque en la Copa Libertadores (venció 3-0 a Fortaleza, en Brasil), el indiscutido deseo. Sin embargo, lo rodea una paradoja.
Racing se sentía incómodo al no poder justificar en el campo por qué la caminata es a contramano en el campeonato. Lo fácil que resuelve las jornadas continentales resulta inversamente proporcional a lo ajustado de su andar en el torneo Apertura. Le sobró el tiempo como para no estar con el compromiso de, a esta altura, no verse entre los ocho que clasifican a los octavos de final en la zona A: tampoco lo está con este triunfo, aunque la goleada llegó a la par de las caídas de Barracas Central y Defensa y Justicia, quedando apenas a un punto de los que están parcialmente adentro. Sin embargo, el aspecto determinante está en que invirtió por sí solo la común ecuación de darle prioridad a los certámenes sudamericanos: los titulares, desde anoche, van al Apertura y en sus días coperos podría acudir a cierto recambio.
Lo mejor de la goleada de Racing
¿Habrá sido relajación? No es creíble esa versión, porque en la Libertadores volvió a exhibir su modelo más auténtico. Y esta vez, frente al “Taladro”, hizo un primer tiempo soporífero, inconexo, más allá de la ventaja que le permitió “Maravilla” de manera inesperada, cuando en realidad nada ocurría, en la agonía del primer tiempo. Luego, más suelto, destrabó todo candado durante el segundo período con el triplete de su goleador, que terminó ovacionado por el público académico. El hincha, ahora acostumbrado a levantar títulos, está exigente y no tomaría a la ligera no entrar en la franja de los que avanzan a la siguiente instancia. Por eso es que, apenas iniciado el encuentro, desde las tribunas del Cilindro se hizo oír el pedido: “Cueste lo que cueste, esta noche tenemos que ganar”.
Racing hizo caso a cada palabra de ese cántico. Porque los caminos estuvieron inicialmente más obstaculizados que nunca, el juego no fluyó y las cabezas se mostraron tan ancladas (o más) que en las últimas ocasiones. Un Banfield muy pobre de ideas apenas se destacó por estar bien parado, cortando los caminos por dentro. Todo quedó en manos de Adrián Martínez, que recién a los 19 minutos elaboró la primera situación seria del encuentro: aguantó la marca, amagó con descargar y, cuando giró, sacó un misil de media distancia que exigió el vuelo de Facundo Sanguinetti.
En realidad, todo quedó en manos de Lucas Álvarez, el alcanzapelotas que se hizo famoso por acelerar un lateral la noche del triunfo a Boca. El equipo de Ariel Broggi, se insiste, venía teniendo como virtud la concentración. Todo se terminó cuando –faltando tres minutos para el final de la primera mitad- el chico le dio rápido la pelota a Gastón Martirena, como aquella vez. El uruguayo se la dio a un solitario Martínez, que recibió en el área, le giró fácil a Martín Río y definió de cara al arco.
Ahí sí empezó a ser el Racing que todos conocen. Más por contundencia y poder de fuego que por el juego abrumador que lo destaca cuando se suelta en serio. Obviamente, los minutos fueron dándole mayor dominio y, en efecto, situaciones aisladas. Pero todo se lo deben a su ‘9′.
Apenas 50 segundos del complemento necesitó para estirar el marcador. Una mala salida de Río le dejó la pelota suelta a Maximiliano Salas, que asistió al N°9 para una definición excelente, por encima del achique del arquero. No necesitó otra chance para insinuar su triplete, de ahí la contundencia: ocho minutos después, los dos laterales llegaron fácil a los costados del área y, tras el pase-gol de Martirena, Martínez sólo debió empujarla.
Salió reemplazado a los 25 (por Adrián Balboa), pero mostró cara de inconformismo: tenía ganas de más. Sin embargo, en ese trío de cambios, apareció Santiago Solari, que con sólo cinco minutos en el campo metió el cabezazo del cuarto. ¿El centro? Sí, de Martirena, un arma letal similar al ‘9′.
Sobre la hora, Alaniz puso el descuento con un golazo desde media distancia que, como siempre, fastidió a Costas. Su Racing se terminó pareciendo más al que compite en el ámbito internacional, pero debe seguir ganando para estar entre los ocho primeros.
El Racing de Gustavo Costas estaba ante una chance inmejorable de reponerse en el Torneo Apertura. Quizás, una de las últimas balas para seguir en busca de la clasificación a los octavos de final. y fue un show de Adrián “Maravilla” Martínez, que con un hat-trick destrabó un desarrollo desganado, propio de la versión local del equipo, para terminar goleando en el Cilindro a Banfield por 4-1 (descontó Agustín Alaniz), colocándose el traje del equipo que compite a pleno en el ámbito internacional.
La “Academia” es, probablemente, el mejor equipo del continente. Conquistó de principio a fin la Copa Sudamericana 2024 y ganó con autoridad la Recopa frente a Botafogo. Fue una aventura exitosa y, según transita los días, parece que seguirá adoptando esa apariencia tras su gran arranque en la Copa Libertadores (venció 3-0 a Fortaleza, en Brasil), el indiscutido deseo. Sin embargo, lo rodea una paradoja.
Racing se sentía incómodo al no poder justificar en el campo por qué la caminata es a contramano en el campeonato. Lo fácil que resuelve las jornadas continentales resulta inversamente proporcional a lo ajustado de su andar en el torneo Apertura. Le sobró el tiempo como para no estar con el compromiso de, a esta altura, no verse entre los ocho que clasifican a los octavos de final en la zona A: tampoco lo está con este triunfo, aunque la goleada llegó a la par de las caídas de Barracas Central y Defensa y Justicia, quedando apenas a un punto de los que están parcialmente adentro. Sin embargo, el aspecto determinante está en que invirtió por sí solo la común ecuación de darle prioridad a los certámenes sudamericanos: los titulares, desde anoche, van al Apertura y en sus días coperos podría acudir a cierto recambio.
Lo mejor de la goleada de Racing
¿Habrá sido relajación? No es creíble esa versión, porque en la Libertadores volvió a exhibir su modelo más auténtico. Y esta vez, frente al “Taladro”, hizo un primer tiempo soporífero, inconexo, más allá de la ventaja que le permitió “Maravilla” de manera inesperada, cuando en realidad nada ocurría, en la agonía del primer tiempo. Luego, más suelto, destrabó todo candado durante el segundo período con el triplete de su goleador, que terminó ovacionado por el público académico. El hincha, ahora acostumbrado a levantar títulos, está exigente y no tomaría a la ligera no entrar en la franja de los que avanzan a la siguiente instancia. Por eso es que, apenas iniciado el encuentro, desde las tribunas del Cilindro se hizo oír el pedido: “Cueste lo que cueste, esta noche tenemos que ganar”.
Racing hizo caso a cada palabra de ese cántico. Porque los caminos estuvieron inicialmente más obstaculizados que nunca, el juego no fluyó y las cabezas se mostraron tan ancladas (o más) que en las últimas ocasiones. Un Banfield muy pobre de ideas apenas se destacó por estar bien parado, cortando los caminos por dentro. Todo quedó en manos de Adrián Martínez, que recién a los 19 minutos elaboró la primera situación seria del encuentro: aguantó la marca, amagó con descargar y, cuando giró, sacó un misil de media distancia que exigió el vuelo de Facundo Sanguinetti.
En realidad, todo quedó en manos de Lucas Álvarez, el alcanzapelotas que se hizo famoso por acelerar un lateral la noche del triunfo a Boca. El equipo de Ariel Broggi, se insiste, venía teniendo como virtud la concentración. Todo se terminó cuando –faltando tres minutos para el final de la primera mitad- el chico le dio rápido la pelota a Gastón Martirena, como aquella vez. El uruguayo se la dio a un solitario Martínez, que recibió en el área, le giró fácil a Martín Río y definió de cara al arco.
Ahí sí empezó a ser el Racing que todos conocen. Más por contundencia y poder de fuego que por el juego abrumador que lo destaca cuando se suelta en serio. Obviamente, los minutos fueron dándole mayor dominio y, en efecto, situaciones aisladas. Pero todo se lo deben a su ‘9′.
Apenas 50 segundos del complemento necesitó para estirar el marcador. Una mala salida de Río le dejó la pelota suelta a Maximiliano Salas, que asistió al N°9 para una definición excelente, por encima del achique del arquero. No necesitó otra chance para insinuar su triplete, de ahí la contundencia: ocho minutos después, los dos laterales llegaron fácil a los costados del área y, tras el pase-gol de Martirena, Martínez sólo debió empujarla.
Salió reemplazado a los 25 (por Adrián Balboa), pero mostró cara de inconformismo: tenía ganas de más. Sin embargo, en ese trío de cambios, apareció Santiago Solari, que con sólo cinco minutos en el campo metió el cabezazo del cuarto. ¿El centro? Sí, de Martirena, un arma letal similar al ‘9′.
Sobre la hora, Alaniz puso el descuento con un golazo desde media distancia que, como siempre, fastidió a Costas. Su Racing se terminó pareciendo más al que compite en el ámbito internacional, pero debe seguir ganando para estar entre los ocho primeros.