Surfeando la cosecha de maíz. Así describe el productor agropecuario, Carlos Grondona, sus vivencias mientras recorre un lote bajo agua, recién recolectado en el establecimiento familiar “La Huella”, en el partido bonaerense de 9 de Julio.
“Le estamos ganando, le estamos ganando. Pudimos cosechar, porque a veces pasa que el terreno queda anegado y tenés que dejarlo y eso representa una pérdida económica enorme. Según el pronóstico, hay una ventana de cuatro días de buen tiempo para meterle pata porque si llueven 100 mm esta noche, chau, fuimos. Está todo el mundo corriendo porque nunca se sabe ahora lo que puede pasar con el clima. Ahora no podemos andar por La Huella [en alusión al nombre de su campo], porque no existe”, describe a LA NACION el productor de 57 años.
“Lo que estoy escuchando de otros productores es que van a dejar el maíz para más adelante y comenzar a cosechar la soja. De hecho, en general al maíz se lo puede dejar incluso hasta julio en planta porque está ahí parado, pero si caen de repente 100 milímetros y el tallo se pudre, la planta se echa a perder”, agrega.
No recuerda haber pasado en años una situación semejante: “Durante todo 2013 llovieron 640 milímetros, puede pasar, años secos. Y ahora, entre febrero y marzo, cayeron más de 630 milímetros”.
Hay 100 buques parados: alertan que la industria pesquera perdió US$100 millones en dos semanas
Aun así, pese al agua, sacaron 9000 kilos porque la espiga de maíz está arriba y seca, sin contacto con el suelo y la máquina va cortando abajo y entonces la espiga entra en la cosechadora perfecta. Ya llevan cosechadas unas 120 hectáreas de las 220 sembradas y Grondona espera que en estos próximos días terminen con la recolección: “Es un buen rinde. Veníamos luchando porque hubo seca hasta febrero. Llovió bien la primavera, pero en enero hubo una ola de calor y no llovió nada. Eso golpeó el cultivo más que nada en la loma. Ahora estamos apurados porque estamos por la mitad de la cosecha”.
Según detalla, el campo es ondulado, con buenas lomas y bajos que normalmente en años normales se siembran y se cosechan sin dificultad, pero en esta campaña los lotes estaban llenos de agua, con hasta 30 y 40 centímetros.
“La máquina anda igual porque la lluvia fue reciente, entonces todavía no se hizo ese barro espeso. Además, Jonathan Salazar, de 27 años [contratista], es un chico joven muy corajudo que se anima a todo, sin poner en riesgo la máquina, porque otros te dicen que no se meten ni locos a un lote así”, señala.
Para Grondona, ahora la complicación está en la logística y la transitabilidad de los caminos rurales y en la cosecha próxima de la soja. “Tuve que hacer silobolsas porque no podía entrar por el estado de los caminos internos al campo. Estoy a unos tres kilómetros de la ruta 5 y es imposible que entren y salgan camiones cargados de cereal”, dice.
“Además, la soja, que está en la misma situación, no es como el maíz que se corta en la mitad del tallo. A la oleaginosa se la agarra de abajo. Es otra plataforma que arrasa el suelo porque las chauchas llegan hasta ahí. Entonces, las plantas que estén con 20 centímetros de agua van a empezar a pudrirse y ahí sí que va a haber pérdidas”, añade.
Dice que todavía falta para la cosecha de la oleaginosa, que ya está empezando a amarronarse, pero que aun quedan manchones verdes en los lotes. “Estamos a unos diez o quince días de comenzar a hacerlo. Ojalá que el tiempo acompañe. En el campo estamos acostumbrados a producir así”, finaliza.
Surfeando la cosecha de maíz. Así describe el productor agropecuario, Carlos Grondona, sus vivencias mientras recorre un lote bajo agua, recién recolectado en el establecimiento familiar “La Huella”, en el partido bonaerense de 9 de Julio.
“Le estamos ganando, le estamos ganando. Pudimos cosechar, porque a veces pasa que el terreno queda anegado y tenés que dejarlo y eso representa una pérdida económica enorme. Según el pronóstico, hay una ventana de cuatro días de buen tiempo para meterle pata porque si llueven 100 mm esta noche, chau, fuimos. Está todo el mundo corriendo porque nunca se sabe ahora lo que puede pasar con el clima. Ahora no podemos andar por La Huella [en alusión al nombre de su campo], porque no existe”, describe a LA NACION el productor de 57 años.
“Lo que estoy escuchando de otros productores es que van a dejar el maíz para más adelante y comenzar a cosechar la soja. De hecho, en general al maíz se lo puede dejar incluso hasta julio en planta porque está ahí parado, pero si caen de repente 100 milímetros y el tallo se pudre, la planta se echa a perder”, agrega.
No recuerda haber pasado en años una situación semejante: “Durante todo 2013 llovieron 640 milímetros, puede pasar, años secos. Y ahora, entre febrero y marzo, cayeron más de 630 milímetros”.
Hay 100 buques parados: alertan que la industria pesquera perdió US$100 millones en dos semanas
Aun así, pese al agua, sacaron 9000 kilos porque la espiga de maíz está arriba y seca, sin contacto con el suelo y la máquina va cortando abajo y entonces la espiga entra en la cosechadora perfecta. Ya llevan cosechadas unas 120 hectáreas de las 220 sembradas y Grondona espera que en estos próximos días terminen con la recolección: “Es un buen rinde. Veníamos luchando porque hubo seca hasta febrero. Llovió bien la primavera, pero en enero hubo una ola de calor y no llovió nada. Eso golpeó el cultivo más que nada en la loma. Ahora estamos apurados porque estamos por la mitad de la cosecha”.
Según detalla, el campo es ondulado, con buenas lomas y bajos que normalmente en años normales se siembran y se cosechan sin dificultad, pero en esta campaña los lotes estaban llenos de agua, con hasta 30 y 40 centímetros.
“La máquina anda igual porque la lluvia fue reciente, entonces todavía no se hizo ese barro espeso. Además, Jonathan Salazar, de 27 años [contratista], es un chico joven muy corajudo que se anima a todo, sin poner en riesgo la máquina, porque otros te dicen que no se meten ni locos a un lote así”, señala.
Para Grondona, ahora la complicación está en la logística y la transitabilidad de los caminos rurales y en la cosecha próxima de la soja. “Tuve que hacer silobolsas porque no podía entrar por el estado de los caminos internos al campo. Estoy a unos tres kilómetros de la ruta 5 y es imposible que entren y salgan camiones cargados de cereal”, dice.
“Además, la soja, que está en la misma situación, no es como el maíz que se corta en la mitad del tallo. A la oleaginosa se la agarra de abajo. Es otra plataforma que arrasa el suelo porque las chauchas llegan hasta ahí. Entonces, las plantas que estén con 20 centímetros de agua van a empezar a pudrirse y ahí sí que va a haber pérdidas”, añade.
Dice que todavía falta para la cosecha de la oleaginosa, que ya está empezando a amarronarse, pero que aun quedan manchones verdes en los lotes. “Estamos a unos diez o quince días de comenzar a hacerlo. Ojalá que el tiempo acompañe. En el campo estamos acostumbrados a producir así”, finaliza.