Buscaba un lugar para casarse y encontró un parador que le cambió la vida: se convirtió en cocinero en la playa

“Aprendí a cocinar porque vivía solo y me gustaba. Llegué acá con cero experiencia. Tuve que entrenarme para ser expeditivo, calcular las porciones y lo que compro. Al principio todo era un lío”, recuerda Agustín Gómez Ferrari que desde el verano del 2012 maneja Posta del Faro, un reducto convocante de Claromecó, al sur de la costa bonaerense.

Nacido y criado en Bolívar, es arquitecto y en la facultad conoció a su mujer, Catalina Urbieta, con quien comparte la profesión. De La Plata, ella, en temporada lo secunda en el negocio playero, que los trajo de la llanura al mar hace más de doce años. También cuentan con el hermano de Agustín en la caja. “Buscábamos un lugar para casarnos y encontramos este parador abandonado y desolado. Ganamos la licitación y montamos el primer balneario que se concesionó en la Municipalidad de Tres Arroyos. El 23 de noviembre del 2011 me dieron la llave del parador y el 28 de diciembre, el Día de los Santos Inocentes, abrimos. ¡Parecía una joda!”, señala sobre el espacio de madera que es amplio y está muy bien ambientado, con objetos vintage y de colección, y con frases simpáticas sobre pizarrones de tiza.

“Los dos tenemos la arquitectura como actividad principal durante todo el año. El parador es algo estacional. Lo tomamos con mucha seriedad, porque es un gran sacrificio trabajar en un lugar así durante el verano. Pero nos encanta”, señala Agustín, que escribe sus recetas, las practica y se las enseña a los cocineros. Carnes, pescados, pastas y mariscos son protagonistas en este reducto tipo bodegón que tiene una vuelta de tuerca y detalles en la ejecución.

“La arquitectura y la cocina tienen mucho en común. Los materiales que uno combina en la obra, son mis ingredientes en la cocina. Los platos se diseñan. Y los arquitectos somos egocéntricos como los cocineros. Querés hacerle entender y convencer al cliente de lo que te gusta. La única gran diferencia es que en la arquitectura me aprueban cada seis meses, cuando termino una casa. En cambio acá, ¡cada seis minutos! cuando el plato llega a la mesa. Esa devolución te agiganta el ego o te tira muy abajo”, señala Agustín, que suena apasionado.

“Si no peino canas a mi edad (apenas pasados los 40), es por mi estilo de vida. Todas las mañanas llevo a mi hijo al colegio y me doy una vuelta a ver cómo está el mar. Eso me nutre. Soy pescador de laguna desde chiquito porque crecí en Bolivar. Te imaginás lo que significa para mí tener tanto mar enfrente”, resume Agustín, que es papá de un niño y una niña y pesca a pulso desde la costa y por deporte. “Al viento del sur lo paramos de pecho”, dice para hablar de lo que pasa fuera de temporada en Claromecó. “En invierno acá hay sólo dos grados más que en Malvinas”, agrega.

Datos útiles

Posta del Faro. Parador gratamente ambientado con afiches y antigüedades, frente al mar. Capacidad hasta 120 personas. Agustín Gómez Ferrari es su genial dueño y cocinero. Sirve mariscos, pescados y carnes, con opciones sin tacc. Hay rincón de venta de Casa.mi, las cosas de decoración de Catalina Urbieta, la esposa de Agustín. Todos los días, de 9 de la mañana a 2 de la tarde. Av. Costanera y calle 19. T: (2983) 55-9032. IG: @postadelfaro

Oficina de Turismo de Claromecó. Con eficacia coordinan actividades culturales, asesoran sobre prestadores y paseos, como salidas en kayak desde Puerto Mosquito. Todos los días, de 8 a 20 horas. Calle 9 y 30. T: (2983) 45-8082. IG: @turismoclaromeco.oficial

Hotel Buenavista. Abrió hace cuatro temporadas de la mano de Bárbara Ahumada y Natalia Vallejo, que son amigas, además de socias. Es un complejo frente al mar que tiene 11 habitaciones cómodas –dobles, triples y una cuádruple–, desayunador que también es bar y muy buen espacio para niños. Desde $110.000 la doble con desayuno. Av. 26 y calle 3. T: (2983) 40-7740. IG: @buenavista.claromeco

“Aprendí a cocinar porque vivía solo y me gustaba. Llegué acá con cero experiencia. Tuve que entrenarme para ser expeditivo, calcular las porciones y lo que compro. Al principio todo era un lío”, recuerda Agustín Gómez Ferrari que desde el verano del 2012 maneja Posta del Faro, un reducto convocante de Claromecó, al sur de la costa bonaerense.

Nacido y criado en Bolívar, es arquitecto y en la facultad conoció a su mujer, Catalina Urbieta, con quien comparte la profesión. De La Plata, ella, en temporada lo secunda en el negocio playero, que los trajo de la llanura al mar hace más de doce años. También cuentan con el hermano de Agustín en la caja. “Buscábamos un lugar para casarnos y encontramos este parador abandonado y desolado. Ganamos la licitación y montamos el primer balneario que se concesionó en la Municipalidad de Tres Arroyos. El 23 de noviembre del 2011 me dieron la llave del parador y el 28 de diciembre, el Día de los Santos Inocentes, abrimos. ¡Parecía una joda!”, señala sobre el espacio de madera que es amplio y está muy bien ambientado, con objetos vintage y de colección, y con frases simpáticas sobre pizarrones de tiza.

“Los dos tenemos la arquitectura como actividad principal durante todo el año. El parador es algo estacional. Lo tomamos con mucha seriedad, porque es un gran sacrificio trabajar en un lugar así durante el verano. Pero nos encanta”, señala Agustín, que escribe sus recetas, las practica y se las enseña a los cocineros. Carnes, pescados, pastas y mariscos son protagonistas en este reducto tipo bodegón que tiene una vuelta de tuerca y detalles en la ejecución.

“La arquitectura y la cocina tienen mucho en común. Los materiales que uno combina en la obra, son mis ingredientes en la cocina. Los platos se diseñan. Y los arquitectos somos egocéntricos como los cocineros. Querés hacerle entender y convencer al cliente de lo que te gusta. La única gran diferencia es que en la arquitectura me aprueban cada seis meses, cuando termino una casa. En cambio acá, ¡cada seis minutos! cuando el plato llega a la mesa. Esa devolución te agiganta el ego o te tira muy abajo”, señala Agustín, que suena apasionado.

“Si no peino canas a mi edad (apenas pasados los 40), es por mi estilo de vida. Todas las mañanas llevo a mi hijo al colegio y me doy una vuelta a ver cómo está el mar. Eso me nutre. Soy pescador de laguna desde chiquito porque crecí en Bolivar. Te imaginás lo que significa para mí tener tanto mar enfrente”, resume Agustín, que es papá de un niño y una niña y pesca a pulso desde la costa y por deporte. “Al viento del sur lo paramos de pecho”, dice para hablar de lo que pasa fuera de temporada en Claromecó. “En invierno acá hay sólo dos grados más que en Malvinas”, agrega.

Datos útiles

Posta del Faro. Parador gratamente ambientado con afiches y antigüedades, frente al mar. Capacidad hasta 120 personas. Agustín Gómez Ferrari es su genial dueño y cocinero. Sirve mariscos, pescados y carnes, con opciones sin tacc. Hay rincón de venta de Casa.mi, las cosas de decoración de Catalina Urbieta, la esposa de Agustín. Todos los días, de 9 de la mañana a 2 de la tarde. Av. Costanera y calle 19. T: (2983) 55-9032. IG: @postadelfaro

Oficina de Turismo de Claromecó. Con eficacia coordinan actividades culturales, asesoran sobre prestadores y paseos, como salidas en kayak desde Puerto Mosquito. Todos los días, de 8 a 20 horas. Calle 9 y 30. T: (2983) 45-8082. IG: @turismoclaromeco.oficial

Hotel Buenavista. Abrió hace cuatro temporadas de la mano de Bárbara Ahumada y Natalia Vallejo, que son amigas, además de socias. Es un complejo frente al mar que tiene 11 habitaciones cómodas –dobles, triples y una cuádruple–, desayunador que también es bar y muy buen espacio para niños. Desde $110.000 la doble con desayuno. Av. 26 y calle 3. T: (2983) 40-7740. IG: @buenavista.claromeco

 

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