Antes de sentarse en uno de los banquitos que están sobre la vereda de avenida Libertador, a la altura de Recoleta, Mario, de 75 años, dobló una manta verde de polar y la apoyó en la superficie, para volverla más cómoda. Es una de las pocas cosas que carga siempre en su bicicleta, que tiene dos canastos en los que guarda todas sus pertenencias: ropa, zapatos, ollas, platos y hasta un anafe.
Ya sentado, se posiciona de manera tal que, aunque atenuado por el árbol que se alza a su espalda, el sol otoñal alumbre unas páginas que tiene en sus manos. Las contempla de una, con los ojos vidriosos. Lee atentamente cada párrafo y desliza sus dedos por las ilustraciones, como si estuviera acariciando su pasado.
Durante más de 30 años, Mario trabajó en un circo. Fue trapecista, patinador sobre hielo, domador de leones, acróbata en el globo de la muerte y hasta llegó a ser capataz, un cargo que siempre anheló y que lo volvió el encargado del espectáculo. “Nunca le tuve miedo a nada”, asegura. Sin embargo, hace una década que vive en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. En sus manos tiene el manuscrito de “El Circo de las Estrellas”, un libro infantil que cuenta la historia de su vida y que será presentado el 29 de abril en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Aunque Mario escribió el prólogo, el autor del libro es Jorge Vega (46), el fundador de Lumen Cor, una organización que asiste a personas en situación de calle y que, entre otros, edita libros de autores que provienen de contextos vulnerables. Él también aparece en el libro, pero no como Jorge sino como Nicolás, un niño que se sienta en el banco junto a Mario a escuchar sus historias.
“A Mario lo conocí mucho antes de tener la fundación, cuando era voluntario en una iglesia de la zona que repartía comida a personas en situación de calle. Después de charlar un par de veces, me di cuenta de que le encantaba hablar”, cuenta Jorge. Así, cada vez que le entregaba un plato de comida, se quedaba un rato parado a su lado mientras escuchaba sus historias, que le fascinaban.
“El día que Jorge me propuso escribir el libro, no lo podía creer. Cuando estás en la calle, no cualquiera se te acerca a hablar. Y menos todavía, te ofrece publicar un libro sobre tu vida”, dice Mario. Ahora usa barba y tiene el pelo blanco, canoso. Pero cuando era joven y trabajaba en el circo, el cabello le llegaba casi hasta la cintura y cada mes se aplicaba una tintura que lo mantenía dorado.
Vivir de gira
“Si hubiera tenido alguna persona que más o menos me hubiese encaminado o algo por el estilo no habría terminado en la calle”, asegura Mario. Cuando tenía cinco años, su mamá los abandonó a él y a sus dos hermanitos, a los que su papá llevó a un orfanato. A él, en cambio, lo mandó a Buenos Aires a vivir con su abuela. Cuando cumplió 10, empezó a trabajar en un taller mecánico, aunque “sin ver un peso”. Cansado de levantar paragolpes todo el día y con tan solo 12 años, volvió a Rosario a buscar a su familia, pero no la encontró.
Durante un tiempo, trabajó para un heladero que lo dejaba dormir en su lancha por las noches. Un día, el circo llegó a Rosario y Mario se puso a colaborar con la organización con la idea de que le regalaran una entrada. Jamás hubiera imaginado que el dueño del circo le ofrecería formar parte de él.
El día de su cumpleaños número 15, Mario debutó como trapecista, algo para lo que se venía preparando desde que llegó al circo. Pero más allá de la perfecta ejecución de su número, a Mario le quedó ese día grabado en la cabeza por otra razón. “El presentador contó por qué era un día especial para mí y automáticamente el público y el elenco me cantaron el feliz cumpleaños entre gritos y aplausos. Nunca nadie le había dado tanta importancia a mi cumpleaños”, recuerda Mario, que no puede evitar que se le caigan algunas lágrimas.
Ya cumplida la mayoría de edad y después de haber terminado el servicio militar, Mario entró al Circo Real Español, en el que estaría 30 años, con el que se iría de gira por toda Latinoamérica y del que llegaría a ser capataz. Hacía de todo: se metía en jaulas con leones, entraba al “globo de la muerte” y hasta armaba pistas de patinaje con cientos de barras de hielo en los calores tropicales de Brasil.
Como vivía de gira, nunca tuvo un lugar fijo en el que vivir, un espacio físico al que llamar hogar. Pero, con el tiempo, el circo como espectáculo entró en declive y a sus 47 años Mario se quedó sin trabajo. Logró conseguir algún empleo temporal en parques de diversiones o petroleras, pero desde entonces se dedicó principalmente a vivir de changas “de lo que encontrara”: albañil, mecánico, soldador o jardinero.
“La soledad es difícil”
Hoy, todas las noches, Mario duerme en el estacionamiento de una estación de servicio sobre la calle Libertador, en la que se asegura un techo y algo de seguridad. Los empleados, además, le comparten la clave de seguridad del baño para que pueda usarlo libremente. Se acuesta como a las 10 de la noche y se levanta a eso de las cuatro de la mañana.
“Si yo alquilo, no como”, dice Mario, que cobra la jubilación mínima y hace veinte años que vive en la calle. Algunos días, organizaciones e iglesias de la zona se acercan a entregarle –a él y a muchos otros– un plato de comida. Otros, se cocina él. “En el canasto de mi bicicleta guardo todos los utensilios necesarios, hasta un anafe. En general, voy a la carnicería y me compro unas alitas o un menudo de pollo para hacerme un guiso”, cuenta.
Además de organizaciones como Fundación Sí o Lumen Cor, a lo largo de los años Mario recibió la ayuda de varios vecinos siempre dispuestos a dar una mano:
La dueña del caniche con el que jugaba en las plazas todas las tardes le hizo el trámite para la jubilación.
María, una señora que lo veía todos los días le regaló la bicicleta.
Carolina, una mujer que vive y trabaja por la zona, hasta consiguió rastrear a los hermanos de Mario en las redes sociales e hizo posible su reencuentro con ellos.
Y Jorge se mantuvo cerca de él desde hace 15 años.
“Carolina siempre hacía la comida en su casa y cuando me traía se quedaba comiendo conmigo. Hace unos cinco años, me regaló los pasajes para ir a Santa Fe a visitar a mis hermanos. Esa mañana, me pasó a buscar, me llevó a su casa para que me bañara, me prestó ropa, me armó un bolso y me esperó en la terminal hasta que salió el micro”, cuenta Mario, que tiene previsto volver a visitarlos en los próximos días.
Para Jorge, uno de los objetivos del libro es ayudar a que la sociedad cambie la mirada que tiene sobre las personas en situación de calle: “Es importante que entendamos que no son ciudadanos de segunda, y que hay valor en cada una de sus vidas, que no podemos descartarlas. Y la historia de Mario es prueba de ello”, dice el autor. Además, una vez que salga a la venta, las regalías irán para Mario, quien también va a recibir un número importante de copias para poder venderlas él mismo y generar un ingreso extra.
Mario continúa contemplando las ilustraciones que acompañan cada página del libro, como si no pudiera creer lo que tiene en sus manos. “En la calle, la soledad es lo más difícil”, admite. Por eso, más allá del libro en sí, lo más valioso para Mario es la relación de amistad que logró construir con Jorge, que hasta el día de hoy se junta con él a charlar con él durante horas mientras comparten mates: “Estoy orgulloso de poder decir que, ante todo, es mi amigo”.
Cómo colaborar
Si querés ayudar a la Fundación Lumen Cor para que siga acompañando a Mario y otras personas en situación de calle, podés hacer una donación al alias lumencorSi querés ayudar a Mario con algo específico, envía un mensaje al +541127147078 o un mail a fundacion@lumencor.org“El Circo de las Estrellas” se presentará en la Feria del Libro de Buenos Aires el 29 de abril y a partir de esa fecha puede adquirirse en librerías de Editorial Paulinas o encargarse directamente a Lumen Cor.
Antes de sentarse en uno de los banquitos que están sobre la vereda de avenida Libertador, a la altura de Recoleta, Mario, de 75 años, dobló una manta verde de polar y la apoyó en la superficie, para volverla más cómoda. Es una de las pocas cosas que carga siempre en su bicicleta, que tiene dos canastos en los que guarda todas sus pertenencias: ropa, zapatos, ollas, platos y hasta un anafe.
Ya sentado, se posiciona de manera tal que, aunque atenuado por el árbol que se alza a su espalda, el sol otoñal alumbre unas páginas que tiene en sus manos. Las contempla de una, con los ojos vidriosos. Lee atentamente cada párrafo y desliza sus dedos por las ilustraciones, como si estuviera acariciando su pasado.
Durante más de 30 años, Mario trabajó en un circo. Fue trapecista, patinador sobre hielo, domador de leones, acróbata en el globo de la muerte y hasta llegó a ser capataz, un cargo que siempre anheló y que lo volvió el encargado del espectáculo. “Nunca le tuve miedo a nada”, asegura. Sin embargo, hace una década que vive en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. En sus manos tiene el manuscrito de “El Circo de las Estrellas”, un libro infantil que cuenta la historia de su vida y que será presentado el 29 de abril en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Aunque Mario escribió el prólogo, el autor del libro es Jorge Vega (46), el fundador de Lumen Cor, una organización que asiste a personas en situación de calle y que, entre otros, edita libros de autores que provienen de contextos vulnerables. Él también aparece en el libro, pero no como Jorge sino como Nicolás, un niño que se sienta en el banco junto a Mario a escuchar sus historias.
“A Mario lo conocí mucho antes de tener la fundación, cuando era voluntario en una iglesia de la zona que repartía comida a personas en situación de calle. Después de charlar un par de veces, me di cuenta de que le encantaba hablar”, cuenta Jorge. Así, cada vez que le entregaba un plato de comida, se quedaba un rato parado a su lado mientras escuchaba sus historias, que le fascinaban.
“El día que Jorge me propuso escribir el libro, no lo podía creer. Cuando estás en la calle, no cualquiera se te acerca a hablar. Y menos todavía, te ofrece publicar un libro sobre tu vida”, dice Mario. Ahora usa barba y tiene el pelo blanco, canoso. Pero cuando era joven y trabajaba en el circo, el cabello le llegaba casi hasta la cintura y cada mes se aplicaba una tintura que lo mantenía dorado.
Vivir de gira
“Si hubiera tenido alguna persona que más o menos me hubiese encaminado o algo por el estilo no habría terminado en la calle”, asegura Mario. Cuando tenía cinco años, su mamá los abandonó a él y a sus dos hermanitos, a los que su papá llevó a un orfanato. A él, en cambio, lo mandó a Buenos Aires a vivir con su abuela. Cuando cumplió 10, empezó a trabajar en un taller mecánico, aunque “sin ver un peso”. Cansado de levantar paragolpes todo el día y con tan solo 12 años, volvió a Rosario a buscar a su familia, pero no la encontró.
Durante un tiempo, trabajó para un heladero que lo dejaba dormir en su lancha por las noches. Un día, el circo llegó a Rosario y Mario se puso a colaborar con la organización con la idea de que le regalaran una entrada. Jamás hubiera imaginado que el dueño del circo le ofrecería formar parte de él.
El día de su cumpleaños número 15, Mario debutó como trapecista, algo para lo que se venía preparando desde que llegó al circo. Pero más allá de la perfecta ejecución de su número, a Mario le quedó ese día grabado en la cabeza por otra razón. “El presentador contó por qué era un día especial para mí y automáticamente el público y el elenco me cantaron el feliz cumpleaños entre gritos y aplausos. Nunca nadie le había dado tanta importancia a mi cumpleaños”, recuerda Mario, que no puede evitar que se le caigan algunas lágrimas.
Ya cumplida la mayoría de edad y después de haber terminado el servicio militar, Mario entró al Circo Real Español, en el que estaría 30 años, con el que se iría de gira por toda Latinoamérica y del que llegaría a ser capataz. Hacía de todo: se metía en jaulas con leones, entraba al “globo de la muerte” y hasta armaba pistas de patinaje con cientos de barras de hielo en los calores tropicales de Brasil.
Como vivía de gira, nunca tuvo un lugar fijo en el que vivir, un espacio físico al que llamar hogar. Pero, con el tiempo, el circo como espectáculo entró en declive y a sus 47 años Mario se quedó sin trabajo. Logró conseguir algún empleo temporal en parques de diversiones o petroleras, pero desde entonces se dedicó principalmente a vivir de changas “de lo que encontrara”: albañil, mecánico, soldador o jardinero.
“La soledad es difícil”
Hoy, todas las noches, Mario duerme en el estacionamiento de una estación de servicio sobre la calle Libertador, en la que se asegura un techo y algo de seguridad. Los empleados, además, le comparten la clave de seguridad del baño para que pueda usarlo libremente. Se acuesta como a las 10 de la noche y se levanta a eso de las cuatro de la mañana.
“Si yo alquilo, no como”, dice Mario, que cobra la jubilación mínima y hace veinte años que vive en la calle. Algunos días, organizaciones e iglesias de la zona se acercan a entregarle –a él y a muchos otros– un plato de comida. Otros, se cocina él. “En el canasto de mi bicicleta guardo todos los utensilios necesarios, hasta un anafe. En general, voy a la carnicería y me compro unas alitas o un menudo de pollo para hacerme un guiso”, cuenta.
Además de organizaciones como Fundación Sí o Lumen Cor, a lo largo de los años Mario recibió la ayuda de varios vecinos siempre dispuestos a dar una mano:
La dueña del caniche con el que jugaba en las plazas todas las tardes le hizo el trámite para la jubilación.
María, una señora que lo veía todos los días le regaló la bicicleta.
Carolina, una mujer que vive y trabaja por la zona, hasta consiguió rastrear a los hermanos de Mario en las redes sociales e hizo posible su reencuentro con ellos.
Y Jorge se mantuvo cerca de él desde hace 15 años.
“Carolina siempre hacía la comida en su casa y cuando me traía se quedaba comiendo conmigo. Hace unos cinco años, me regaló los pasajes para ir a Santa Fe a visitar a mis hermanos. Esa mañana, me pasó a buscar, me llevó a su casa para que me bañara, me prestó ropa, me armó un bolso y me esperó en la terminal hasta que salió el micro”, cuenta Mario, que tiene previsto volver a visitarlos en los próximos días.
Para Jorge, uno de los objetivos del libro es ayudar a que la sociedad cambie la mirada que tiene sobre las personas en situación de calle: “Es importante que entendamos que no son ciudadanos de segunda, y que hay valor en cada una de sus vidas, que no podemos descartarlas. Y la historia de Mario es prueba de ello”, dice el autor. Además, una vez que salga a la venta, las regalías irán para Mario, quien también va a recibir un número importante de copias para poder venderlas él mismo y generar un ingreso extra.
Mario continúa contemplando las ilustraciones que acompañan cada página del libro, como si no pudiera creer lo que tiene en sus manos. “En la calle, la soledad es lo más difícil”, admite. Por eso, más allá del libro en sí, lo más valioso para Mario es la relación de amistad que logró construir con Jorge, que hasta el día de hoy se junta con él a charlar con él durante horas mientras comparten mates: “Estoy orgulloso de poder decir que, ante todo, es mi amigo”.
Cómo colaborar
Si querés ayudar a la Fundación Lumen Cor para que siga acompañando a Mario y otras personas en situación de calle, podés hacer una donación al alias lumencorSi querés ayudar a Mario con algo específico, envía un mensaje al +541127147078 o un mail a fundacion@lumencor.org“El Circo de las Estrellas” se presentará en la Feria del Libro de Buenos Aires el 29 de abril y a partir de esa fecha puede adquirirse en librerías de Editorial Paulinas o encargarse directamente a Lumen Cor.