Paciencia, templanza o cuestión de fe. A juzgar por el reciente contacto que tuvo el presidente Javier Milei con el campo, esas son las tres opciones que tienen sobre la mesa los productores agropecuarios frente al reclamo de terminar con los Derechos de Exportación (DEX), más conocidos y mal denominados como retenciones.
En el día que celebró el primer año de gestión, Milei aceptó la invitación de la Sociedad Rural Argentina (SRA) de participar del encuentro anual de delegados y socios de la entidad. No era una jornada cualquiera: después de hablar en el restaurante central del predio de Palermo, el Presidente fue a grabar el discurso que se emitió por cadena nacional a las 21 sobre el balance de su gestión.
Milei, nuevamente, no dio una precisión sobre cuándo eliminará los DEX. Apenas expresó el anhelo de volver a visitar a los ruralistas dentro de un año para celebrar el fin de este tributo. Se podrá deducir que su intención es terminar con los DEX en algún momento de 2025, pero fijó condiciones. En el discurso, el Presidente dijo que la inflación estaba bajando y que la economía estaba creciendo. “En la medida que podamos consolidar esta tendencia a lo largo del año que viene y que se pueda verificar [que] ese aumento de ingresos no es de tipo transitorio, sino de tipo permanente, más la reducción del gasto público porque la motosierra continúa, se va a traducir en baja de impuestos. No tengan dudas que uno de los impuestos que vamos a atacar son las retenciones”, sostuvo.
Más tarde, también habló en la SRA el ministro de Economía, Luis Caputo, quien insistió: “Quédense tranquilos que vamos a cumplir, ojalá que sea el año que viene. Tengan la certeza que lo vamos a hacer; y si no lo hacemos antes es para cuidar el equilibrio fiscal. No hay que dar pasos en falso y estar seguros de que no sea algo transitorio”.
Esa cautela, entendible desde el punto de vista de quien tiene a cargo el funcionamiento de toda la economía, tiene un costo, no es gratuita. Al demorar la baja o eliminación de retenciones, el Gobierno resigna crecimiento económico. Menos retenciones equivale a más inversión en insumos (fertilizantes, semillas, fitosanitarios) que incrementan los rindes.
Ese aumento de producción vuelve al lugar de origen de la inversión: el interior. No solo mejoran los ingresos del productor, también hay más ventas en los comercios del pueblo, los servicios profesionales, la construcción y el transporte. Se trata de la multiplicación de la riqueza que desde el agro se viene intentando explicar una y otra vez de formas diferentes. Quienes manejan la economía y la política, de distinto signo ideológico, parecen no entender este argumento o, directamente, lo dejan de lado.
Habrá que buscar ejemplos en otros lados. Brasil es un espejo: sin retenciones ni intervención de los mercados, la cosecha de soja aumentó un 96% en los últimos diez años. Todo eso provocó un efecto cascada con la expansión de ciudades pequeñas y medianas en la región centro-oeste.
En ese lapso, por el contrario, la cosecha argentina de soja apenas alcanzó una vez la marca de los 60 millones de toneladas, pero solo por una cuestión climática.
Menos ventas
En esta campaña agrícola 2024/25 con precios más bajos que en el ciclo pasado en la mayoría de los cultivos la persistencia de la elevada presión impositiva también tiene consecuencias. No es gratuita. Según datos de la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (Acara) la venta de maquinaria agrícola entre enero y noviembre de este año cayó un 9,2% respecto del mismo período de 2023. Las unidades vendidas fueron 5971 contra las 6576 del año pasado. Un economista podría explicar que el exceso de pesos en la calle estimulaba en 2023 el consumo de bienes. Un peso que cada vez valía menos había que sacárselo de las manos lo más rápido posible. Pero desde el punto de vista de la producción, con costos en alza y precios en baja, esa merma se traduce en la falta de renovación tecnológica en maquinaria y es una muestra más de la caída de la inversión.
Quizás el Gobierno se haya ganado el crédito porque está estabilizando la economía y ya demostró que no está dispuesto a intervenir en los mercados con controles de exportaciones o regulaciones hechas a dedo, a las que apelaba el gobierno anterior. No hay llamados telefónicos a Cañuelas, como antes se hacían a Liniers para bajar el precio de la hacienda cuando subía las cotizaciones, ni se paran los contenedores en el puerto. Pero la decisión de postergar la baja de los DEX y condicionarla a otras variables no es inocua.
Paciencia, templanza o cuestión de fe. A juzgar por el reciente contacto que tuvo el presidente Javier Milei con el campo, esas son las tres opciones que tienen sobre la mesa los productores agropecuarios frente al reclamo de terminar con los Derechos de Exportación (DEX), más conocidos y mal denominados como retenciones.
En el día que celebró el primer año de gestión, Milei aceptó la invitación de la Sociedad Rural Argentina (SRA) de participar del encuentro anual de delegados y socios de la entidad. No era una jornada cualquiera: después de hablar en el restaurante central del predio de Palermo, el Presidente fue a grabar el discurso que se emitió por cadena nacional a las 21 sobre el balance de su gestión.
Milei, nuevamente, no dio una precisión sobre cuándo eliminará los DEX. Apenas expresó el anhelo de volver a visitar a los ruralistas dentro de un año para celebrar el fin de este tributo. Se podrá deducir que su intención es terminar con los DEX en algún momento de 2025, pero fijó condiciones. En el discurso, el Presidente dijo que la inflación estaba bajando y que la economía estaba creciendo. “En la medida que podamos consolidar esta tendencia a lo largo del año que viene y que se pueda verificar [que] ese aumento de ingresos no es de tipo transitorio, sino de tipo permanente, más la reducción del gasto público porque la motosierra continúa, se va a traducir en baja de impuestos. No tengan dudas que uno de los impuestos que vamos a atacar son las retenciones”, sostuvo.
Más tarde, también habló en la SRA el ministro de Economía, Luis Caputo, quien insistió: “Quédense tranquilos que vamos a cumplir, ojalá que sea el año que viene. Tengan la certeza que lo vamos a hacer; y si no lo hacemos antes es para cuidar el equilibrio fiscal. No hay que dar pasos en falso y estar seguros de que no sea algo transitorio”.
Esa cautela, entendible desde el punto de vista de quien tiene a cargo el funcionamiento de toda la economía, tiene un costo, no es gratuita. Al demorar la baja o eliminación de retenciones, el Gobierno resigna crecimiento económico. Menos retenciones equivale a más inversión en insumos (fertilizantes, semillas, fitosanitarios) que incrementan los rindes.
Ese aumento de producción vuelve al lugar de origen de la inversión: el interior. No solo mejoran los ingresos del productor, también hay más ventas en los comercios del pueblo, los servicios profesionales, la construcción y el transporte. Se trata de la multiplicación de la riqueza que desde el agro se viene intentando explicar una y otra vez de formas diferentes. Quienes manejan la economía y la política, de distinto signo ideológico, parecen no entender este argumento o, directamente, lo dejan de lado.
Habrá que buscar ejemplos en otros lados. Brasil es un espejo: sin retenciones ni intervención de los mercados, la cosecha de soja aumentó un 96% en los últimos diez años. Todo eso provocó un efecto cascada con la expansión de ciudades pequeñas y medianas en la región centro-oeste.
En ese lapso, por el contrario, la cosecha argentina de soja apenas alcanzó una vez la marca de los 60 millones de toneladas, pero solo por una cuestión climática.
Menos ventas
En esta campaña agrícola 2024/25 con precios más bajos que en el ciclo pasado en la mayoría de los cultivos la persistencia de la elevada presión impositiva también tiene consecuencias. No es gratuita. Según datos de la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (Acara) la venta de maquinaria agrícola entre enero y noviembre de este año cayó un 9,2% respecto del mismo período de 2023. Las unidades vendidas fueron 5971 contra las 6576 del año pasado. Un economista podría explicar que el exceso de pesos en la calle estimulaba en 2023 el consumo de bienes. Un peso que cada vez valía menos había que sacárselo de las manos lo más rápido posible. Pero desde el punto de vista de la producción, con costos en alza y precios en baja, esa merma se traduce en la falta de renovación tecnológica en maquinaria y es una muestra más de la caída de la inversión.
Quizás el Gobierno se haya ganado el crédito porque está estabilizando la economía y ya demostró que no está dispuesto a intervenir en los mercados con controles de exportaciones o regulaciones hechas a dedo, a las que apelaba el gobierno anterior. No hay llamados telefónicos a Cañuelas, como antes se hacían a Liniers para bajar el precio de la hacienda cuando subía las cotizaciones, ni se paran los contenedores en el puerto. Pero la decisión de postergar la baja de los DEX y condicionarla a otras variables no es inocua.