Escritores y editores argentinos visitaron al embajador de Estados Unidos en el Palacio Bosch

El jueves por la tarde, el embajador estadounidense Marc Stanley recibió en el Palacio Bosch (Libertador 3502) a escritores, editores, traductores y gestores culturales para conversar sobre las posibilidades que tiene la literatura argentina de ingresar en el mercado de Estados Unidos. Entre muchos otros, asistieron las escritoras Claudia Piñeiro, Dolores Reyes (una de las autoras cuestionadas por la vicepresidenta e ideólogos libertarios), Anna Kazumi Stahl, Hinde Pomeraniec y Cecilia Szperling, los escritores Jorge Fernández Díaz, Eddie Fite y Javier Sinay, los editores Juan Boido y Víctor Malumián, la librera y escritora Cecilia Fanti, el investigador Alejandro Dujovne, los libreros Ignacio Iraola y Pablo Slonimsqui (también escritor), el director de la revista literaria Ulrica, Juan Francisco Baroffio, y el director general de la Fundación El Libro, Ezequiel Martínez.

Aunque se giraron invitaciones a más de ochenta personas, asistieron poco más de treinta. Desde la embajada indicaron que las invitaciones habían sido enviadas antes de la polémica desatada por el plan de lecturas Identidades Bonaerenses, de la provincia de Buenos Aires. La esposa del embajador, Wendy Hillebrand, estuvo presente en el encuentro. Los Stanley deberán regresar a su país antes de que Donald Trump asuma como presidente el próximo 20 de enero de 2025.

Tres escritores expusieron ante la audiencia: el estadounidense Jason Salama, y las argentinas residentes en Estados Unidos Andrea Yaryura Clark y Juana Libedinsky, colaboradora de LA NACION, que habló sobre su experiencia con la novela de no ficción Cuesta abajo, publicada este año por La Bestia Equilátera, y que será traducida al inglés. Los tres escriben sobre la Argentina y viven en Nueva York.

“El embajador preguntó cómo era el apoyo oficial de la diplomacia argentina a los escritores -cuenta Libedinsky-. La única que tenía alguna experiencia al respecto era yo y le dije que no había fondos, pero sí muy buena voluntad. Vengo de ser publicada por una maravillosa editorial independiente, La Bestia Equilátera, y todo fue hecho bastante a pulmón. Fuimos nosotros con la iniciativa, pero tanto en el consulado en Nueva York como en la embajada argentina en Washington nos abrieron las puertas de sus espacios y de sus listas de argentinos a quienes invitar. De buena parte de lo demás nos ocupamos nosotros, pero se llenó de gente, no quedaban butacas, lo cual podría mostrar que hay interés para las historias sobre la Argentina entre los argentinos que viven afuera”.

Jessica Ruetter, editora del newsletter Bibliofilia, contó que le llamaba mucho la atención la amplia convocatoria que tiene el Mes de la Herencia Hispana en Nueva York, con actividades en castellano y difusión de la producción cultural de países hispanohablantes.

“Vivo en un barrio tradicional donde no hay mucha inmigración latinoamericana -dice Libedinsky-. Pero allí, cuando se hace el Mes de la Herencia Hispana, la librería independiente pone en sus vidrieras libros en castellano o de autores latinoamericanos o españoles. Y el resto del año hay una sección permanente dedicada a ellos cada vez más grande. Algo que cambió es que en muchos colegios el castellano es materia obligatoria desde el preescolar. En una ciudad tan competitiva y donde la educación se ve como algo clave, el hecho de que las escuelas más emblemáticas, que después son las que mandan tanta cantidad de chicos a las universidades más famosas, pongan tanto énfasis en el castellano, tiene un efecto visible. Por un lado, porque muchas otras instituciones toman nota y lo adaptan también. Pero asimismo porque es un poco simbólico que la literatura en castellano, o que se originó en castellano, sea parte de la cultura que idealmente ‘hay que tener’ en este momento”.

Durante el encuentro, el investigador del Conicet y director del Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro, Alejandro Dujovne, destacó los desafíos que enfrentan los escritores argentinos para lograr que sus obras sean traducidas y publicadas en el mercado anglosajón. “Por un lado, aunque el español es una lengua de gran relevancia por su cantidad de hablantes y su vasta tradición literaria, ocupa un lugar secundario en términos de traducciones anuales hacia otras lenguas, en comparación con idiomas como el francés o el alemán -señala Dujovne-. Por otro lado, escribir desde la Argentina implica hacerlo desde un mercado editorial periférico en relación con España, que domina ampliamente en el ámbito global del libro en castellano. Ante este panorama, políticas públicas como el Programa Sur de Apoyo a las traducciones son fundamentales para mitigar, al menos en parte, los efectos más adversos del funcionamiento del mercado global de traducciones”. Este año, el Gobierno redujo drásticamente el presupuesto del Programa Sur.

“Fue un encuentro para discutir sobre la posibilidad de que los libros de autores argentinos lleguen a Estados Unidos, qué circuitos hay, dónde buscar -cuenta Javier Sinay-. El embajador dijo que le gustaba leer y que quería que los escritores argentinos se publicaran en su país. Mencioné la obra de la ecuatoriana Karla Cornejo Villavicencio, que en su obra usa muchos modismos en español y fue traducida al inglés. En resumen, fue un encuentro para entender cómo funciona el mercado en Estados Unidos y cómo explorar opciones para publicar allá”. Sinay, que publicará un nuevo libro de crónicas en 2025, dijo que en la reunión se enfatizó en la importancia de los agentes literarios para entrar en el mercado editorial de Estados Unidos.

El jueves por la tarde, el embajador estadounidense Marc Stanley recibió en el Palacio Bosch (Libertador 3502) a escritores, editores, traductores y gestores culturales para conversar sobre las posibilidades que tiene la literatura argentina de ingresar en el mercado de Estados Unidos. Entre muchos otros, asistieron las escritoras Claudia Piñeiro, Dolores Reyes (una de las autoras cuestionadas por la vicepresidenta e ideólogos libertarios), Anna Kazumi Stahl, Hinde Pomeraniec y Cecilia Szperling, los escritores Jorge Fernández Díaz, Eddie Fite y Javier Sinay, los editores Juan Boido y Víctor Malumián, la librera y escritora Cecilia Fanti, el investigador Alejandro Dujovne, los libreros Ignacio Iraola y Pablo Slonimsqui (también escritor), el director de la revista literaria Ulrica, Juan Francisco Baroffio, y el director general de la Fundación El Libro, Ezequiel Martínez.

Aunque se giraron invitaciones a más de ochenta personas, asistieron poco más de treinta. Desde la embajada indicaron que las invitaciones habían sido enviadas antes de la polémica desatada por el plan de lecturas Identidades Bonaerenses, de la provincia de Buenos Aires. La esposa del embajador, Wendy Hillebrand, estuvo presente en el encuentro. Los Stanley deberán regresar a su país antes de que Donald Trump asuma como presidente el próximo 20 de enero de 2025.

Tres escritores expusieron ante la audiencia: el estadounidense Jason Salama, y las argentinas residentes en Estados Unidos Andrea Yaryura Clark y Juana Libedinsky, colaboradora de LA NACION, que habló sobre su experiencia con la novela de no ficción Cuesta abajo, publicada este año por La Bestia Equilátera, y que será traducida al inglés. Los tres escriben sobre la Argentina y viven en Nueva York.

“El embajador preguntó cómo era el apoyo oficial de la diplomacia argentina a los escritores -cuenta Libedinsky-. La única que tenía alguna experiencia al respecto era yo y le dije que no había fondos, pero sí muy buena voluntad. Vengo de ser publicada por una maravillosa editorial independiente, La Bestia Equilátera, y todo fue hecho bastante a pulmón. Fuimos nosotros con la iniciativa, pero tanto en el consulado en Nueva York como en la embajada argentina en Washington nos abrieron las puertas de sus espacios y de sus listas de argentinos a quienes invitar. De buena parte de lo demás nos ocupamos nosotros, pero se llenó de gente, no quedaban butacas, lo cual podría mostrar que hay interés para las historias sobre la Argentina entre los argentinos que viven afuera”.

Jessica Ruetter, editora del newsletter Bibliofilia, contó que le llamaba mucho la atención la amplia convocatoria que tiene el Mes de la Herencia Hispana en Nueva York, con actividades en castellano y difusión de la producción cultural de países hispanohablantes.

“Vivo en un barrio tradicional donde no hay mucha inmigración latinoamericana -dice Libedinsky-. Pero allí, cuando se hace el Mes de la Herencia Hispana, la librería independiente pone en sus vidrieras libros en castellano o de autores latinoamericanos o españoles. Y el resto del año hay una sección permanente dedicada a ellos cada vez más grande. Algo que cambió es que en muchos colegios el castellano es materia obligatoria desde el preescolar. En una ciudad tan competitiva y donde la educación se ve como algo clave, el hecho de que las escuelas más emblemáticas, que después son las que mandan tanta cantidad de chicos a las universidades más famosas, pongan tanto énfasis en el castellano, tiene un efecto visible. Por un lado, porque muchas otras instituciones toman nota y lo adaptan también. Pero asimismo porque es un poco simbólico que la literatura en castellano, o que se originó en castellano, sea parte de la cultura que idealmente ‘hay que tener’ en este momento”.

Durante el encuentro, el investigador del Conicet y director del Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro, Alejandro Dujovne, destacó los desafíos que enfrentan los escritores argentinos para lograr que sus obras sean traducidas y publicadas en el mercado anglosajón. “Por un lado, aunque el español es una lengua de gran relevancia por su cantidad de hablantes y su vasta tradición literaria, ocupa un lugar secundario en términos de traducciones anuales hacia otras lenguas, en comparación con idiomas como el francés o el alemán -señala Dujovne-. Por otro lado, escribir desde la Argentina implica hacerlo desde un mercado editorial periférico en relación con España, que domina ampliamente en el ámbito global del libro en castellano. Ante este panorama, políticas públicas como el Programa Sur de Apoyo a las traducciones son fundamentales para mitigar, al menos en parte, los efectos más adversos del funcionamiento del mercado global de traducciones”. Este año, el Gobierno redujo drásticamente el presupuesto del Programa Sur.

“Fue un encuentro para discutir sobre la posibilidad de que los libros de autores argentinos lleguen a Estados Unidos, qué circuitos hay, dónde buscar -cuenta Javier Sinay-. El embajador dijo que le gustaba leer y que quería que los escritores argentinos se publicaran en su país. Mencioné la obra de la ecuatoriana Karla Cornejo Villavicencio, que en su obra usa muchos modismos en español y fue traducida al inglés. En resumen, fue un encuentro para entender cómo funciona el mercado en Estados Unidos y cómo explorar opciones para publicar allá”. Sinay, que publicará un nuevo libro de crónicas en 2025, dijo que en la reunión se enfatizó en la importancia de los agentes literarios para entrar en el mercado editorial de Estados Unidos.

 

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