Pionera: dejan al descubierto una red de espías de la reina Isabel I de Inglaterra que funcionó hace 428 años

El historiador inglés Stephen Alford, docente de Historia británica moderna temprana en la Universidad de Leeds, reconstruyó un documento de la Edad Media que corresponde a la legión de espías de la reina Isabel I de Inglaterra, que se mantuvo en el trono entre los años 1558 a 1603. Este documento se preservó con sumo cuidado y gracias a una tarea minuciosa, se logró descubrir por qué insistió en tener una red clandestina desperdigada por toda Europa.

Esta historia parece sacada de un cuento, pero no. Lo cierto es que Isabel I temía por su cabeza y su continuidad en el trono británico, por lo que formó un grupo de agentes especiales para conocer los planes de los demás monarcas europeos sobre ella. La protagonista de la Edad de Oro para ese imperio sabía que sus competidores buscaban el jugoso mercado y las riquezas que este aseguraba, y por ello espió a cada uno de los reyes.

Toda esta información se detalló en un expediente secreto que conservó Robert Cecil, conde de Salisbury y estadista inglés, que ocupó el puesto de Secretario de Estado entre los años 1596 a 1612. Su trabajo fue famoso por destapar la conspiración de la pólvora en 1606 contra el rey Jacobo I a manos de un grupo de católicos que intentaron hacer estallar las casas de algunos parlamentarios anglicanos.

En una hoja, Cecil escribió los nombres de los espías y dejó explícito por qué la reina envió esa orden secreta. Conocer al enemigo la haría fuerte y le permitiría moverse con antelación. Fue Alford quien trabajó arduamente en la reconstrucción del documento y señaló que se trataría del “primer servicio secreto organizado” de toda Inglaterra.

Por más de un siglo el expediente estuvo bajo la protección del Archivo Nacional con la nómina: “Los nombres de los agentes de inteligencia”. 428 años después, el historiador dejó expuesta la red isabelina de espías, lo que le demoró 15 años en completarla.

En diálogo con el medio estadounidense The Guardian, dijo: “Había muchos nombres en la lista; algunos los reconocí, gente del consejo privado de Isabel I o cercana a él, y muchos otros que no conocía. Finalmente, me di cuenta de que los números que aparecían junto a sus nombres eran números de folio y que en realidad se trataba de una página de contenidos. Fue un momento de iluminación”.

El profesor universitario publicó recientemente su libro, el cual tituló: Todos sus espías. El mundo secreto de Robert Cecil. Allí reconstruye parte del trabajo del conde en su tiempo activo para el gobierno inglés. Para Alford, esta información se escribió en 1596 y fue puesta en la carpeta misceláneas de los archivos victorianos, etapa que perteneció al reinado de Victoria, la entonces monarca que más duró en el trono hasta que la superó Isabel II.

El historiador destacó su investigación y aseguró que este tema era de poco interés para los victorianos, quienes optaron por encajonar el documento sin darle atención, pero que para los interesados en la cultura inglesa y la vida del imperio, representan una joya importantísima.

Sobre el estado en que halló ese documento, señaló: “Solo tenía que esperar que los bordes del papel no se hubieran roto. Y como los manuscritos estaban tan mal conservados antes del siglo XIX -a menudo se guardaban en las cámaras de la Torre de Londres-, las ratas y los ratones también llegaban a algunos. A menudo estaban manchados, a veces se veían marcas de dientes. Es un milagro que estos papeles sobrevivieran”.

El uso de espías era algo común en el siglo XVI, pero su requerimiento era demandado por los cortesanos. “Eran individuos serios, muchos de ellos comerciantes internacionales, que estaban en nómina”, agregó.

En cuanto a la reina Isabel I, llegó al mundo en plena ruptura de Inglaterra con el catolicismo, de la mano de su padre, Enrique VIII, quien se casó con Ana Bolena, pero que, al tener una heredera mujer, la relegó en busca de un varón. Como esto no sucedió a pesar de sus tres casamientos posteriores, la joven de 25 años ascendió al trono y se la catalogó como “la reina virgen”. Como no tuvo descendencia, asignó antes de su muerte a Jacobo, hijo de su prima María Estuardo. De esta forma, terminó definitivamente con la dinastía Tudor que reinó por más de 100 años.

El historiador inglés Stephen Alford, docente de Historia británica moderna temprana en la Universidad de Leeds, reconstruyó un documento de la Edad Media que corresponde a la legión de espías de la reina Isabel I de Inglaterra, que se mantuvo en el trono entre los años 1558 a 1603. Este documento se preservó con sumo cuidado y gracias a una tarea minuciosa, se logró descubrir por qué insistió en tener una red clandestina desperdigada por toda Europa.

Esta historia parece sacada de un cuento, pero no. Lo cierto es que Isabel I temía por su cabeza y su continuidad en el trono británico, por lo que formó un grupo de agentes especiales para conocer los planes de los demás monarcas europeos sobre ella. La protagonista de la Edad de Oro para ese imperio sabía que sus competidores buscaban el jugoso mercado y las riquezas que este aseguraba, y por ello espió a cada uno de los reyes.

Toda esta información se detalló en un expediente secreto que conservó Robert Cecil, conde de Salisbury y estadista inglés, que ocupó el puesto de Secretario de Estado entre los años 1596 a 1612. Su trabajo fue famoso por destapar la conspiración de la pólvora en 1606 contra el rey Jacobo I a manos de un grupo de católicos que intentaron hacer estallar las casas de algunos parlamentarios anglicanos.

En una hoja, Cecil escribió los nombres de los espías y dejó explícito por qué la reina envió esa orden secreta. Conocer al enemigo la haría fuerte y le permitiría moverse con antelación. Fue Alford quien trabajó arduamente en la reconstrucción del documento y señaló que se trataría del “primer servicio secreto organizado” de toda Inglaterra.

Por más de un siglo el expediente estuvo bajo la protección del Archivo Nacional con la nómina: “Los nombres de los agentes de inteligencia”. 428 años después, el historiador dejó expuesta la red isabelina de espías, lo que le demoró 15 años en completarla.

En diálogo con el medio estadounidense The Guardian, dijo: “Había muchos nombres en la lista; algunos los reconocí, gente del consejo privado de Isabel I o cercana a él, y muchos otros que no conocía. Finalmente, me di cuenta de que los números que aparecían junto a sus nombres eran números de folio y que en realidad se trataba de una página de contenidos. Fue un momento de iluminación”.

El profesor universitario publicó recientemente su libro, el cual tituló: Todos sus espías. El mundo secreto de Robert Cecil. Allí reconstruye parte del trabajo del conde en su tiempo activo para el gobierno inglés. Para Alford, esta información se escribió en 1596 y fue puesta en la carpeta misceláneas de los archivos victorianos, etapa que perteneció al reinado de Victoria, la entonces monarca que más duró en el trono hasta que la superó Isabel II.

El historiador destacó su investigación y aseguró que este tema era de poco interés para los victorianos, quienes optaron por encajonar el documento sin darle atención, pero que para los interesados en la cultura inglesa y la vida del imperio, representan una joya importantísima.

Sobre el estado en que halló ese documento, señaló: “Solo tenía que esperar que los bordes del papel no se hubieran roto. Y como los manuscritos estaban tan mal conservados antes del siglo XIX -a menudo se guardaban en las cámaras de la Torre de Londres-, las ratas y los ratones también llegaban a algunos. A menudo estaban manchados, a veces se veían marcas de dientes. Es un milagro que estos papeles sobrevivieran”.

El uso de espías era algo común en el siglo XVI, pero su requerimiento era demandado por los cortesanos. “Eran individuos serios, muchos de ellos comerciantes internacionales, que estaban en nómina”, agregó.

En cuanto a la reina Isabel I, llegó al mundo en plena ruptura de Inglaterra con el catolicismo, de la mano de su padre, Enrique VIII, quien se casó con Ana Bolena, pero que, al tener una heredera mujer, la relegó en busca de un varón. Como esto no sucedió a pesar de sus tres casamientos posteriores, la joven de 25 años ascendió al trono y se la catalogó como “la reina virgen”. Como no tuvo descendencia, asignó antes de su muerte a Jacobo, hijo de su prima María Estuardo. De esta forma, terminó definitivamente con la dinastía Tudor que reinó por más de 100 años.

 

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